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Historia de los grillos (Primera Parte)

Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo

Al pen­sar en un obje­to que sim­bo­l­ice las dic­taduras del primer ter­cio del siglo XX vene­zolano, estare­mos tratan­do, sin duda,  de los gril­los. Aunque se ha habla­do mucho de tales instru­men­tos de opre­sión, pero pocos saben exac­ta­mente de qué se tra­ta, y mucho menos de la his­to­ria de tan nefas­tos objetos.

Errónea­mente muchos creen que son un inven­to de los esbir­ros de Juan Vicente Gómez. Los gril­los son mile­nar­ios, exis­ten des­de tiem­pos remo­tos. Son men­ciona­dos en el Antiguo Tes­ta­men­to en la his­to­ria de San­són (Jue­ces 16:21):

En el Antiguo Tes­ta­men­to se habla de San­són engrillado.

“Así pues, los fil­is­teos lo prendieron, le arran­car­on los ojos…Luego lo aher­ro­jaron con dos gril­letes de bronce, y tuvo que mol­er en la casa de los encarcelados.”.

Ya en los primeros tiem­pos de la con­quista fueron traí­dos por los europeos para los pri­sioneros, y uno de los primeros en lle­var­los fue nada menos que el pro­pio Cristóbal Colón, en el año de 1500, cuan­do fue des­ti­tu­i­do y apre­sa­do por Fran­cis­co de Bobadil­la, envi­a­do de la corte para averiguar las acusa­ciones con­tra el Descubridor.

Otro famoso engril­la­do fue nada menos que Moctezu­ma, el gran cacique mex­i­ca en 1519, según lo rela­ta Bernal Díaz del Castil­lo, tes­ti­go pres­en­cial de los hechos:

 

Moctezu­ma fue engril­la­do por órdenes de Cortés.

“Cortés sen­ten­ció a aque­l­los cap­i­tanes a muerte e que fue­sen que­ma­dos delante de los pala­cios de Mon­tezu­ma, e así se eje­cutó luego la sen­ten­cia… entre tan­to que se quema­ban mandó echar unos gril­los al mis­mo Mon­tezu­ma” (His­to­ria ver­dadera de la con­quista de la Nue­va España).

300 años después encon­tramos a otro famoso con sus tobil­los suje­tos por los gril­los: El Catire Páez, cuan­do a fines de 1813, en Bari­nas se encon­tra­ba preso:

En cuan­to a mi, no impor­ta que me pon­gan los gril­los mas pesa­dos, y has­ta dos pares si quieren, pues soy hom­bre que puedo lle­var­los (Páez, Auto­bi­ografía, Tomo I)

Cristóbal Colón fue enjui­ci­a­do y envi­a­do pre­so a España con gril­los en los tobillos.

Luego de, 36 años, en 1849, el mis­mo Páez, ya viejo y der­ro­ta­do, le vuel­ven a aper­sog­ar de los gril­los en sus tobil­los, es exhibido por las calles de Valen­cia donde recibe las peo­res humil­la­ciones y al poco tiem­po va al exilio donde muere.

Pero es en el siglo XX cuan­do los gril­los son uti­liza­dos por los repre­sores con may­or inten­si­dad. En las dic­taduras de Cas­tro y Gómez las cárce­les de los Castil­los de Puer­to Cabel­lo y de la Bar­ra del Lago de Mara­cai­bo, Las Tres Tor­res de Bar­quisime­to y la nefas­ta Rotun­da lucen ates­tadas de lo más grana­do de la sociedad vene­zolana que se opone a la tiranía: médi­cos, empre­sar­ios, peri­odis­tas, agricul­tores y ganaderos, estu­di­antes, abo­ga­dos, mil­itares y gente llana del pueblo son aper­so­ga­dos con grillos.

¿Pero exac­ta­mente qué y cómo es un gril­lo? Aquí tam­bién hay cier­ta con­fusión. La may­oría de la gente, por lo que ha vis­to en cine y tele­visión pien­sa que se tra­ta de una bola de hier­ro que se enca­de­na a un pre­so, pero esto no es exac­ta­mente así. Esas bolas con una cade­na de unos dos met­ros y con un pequeño gril­lete ase­gu­ra­do al tobil­lo no se uti­liz­a­ban en las cárce­les, sino que se las ponían a los pre­sos-esclavos que tra­ba­ja­ban en las hacien­das de propiedad de los Gómez y algunos en la con­struc­ción de car­reteras. Aque­l­los infe­lices no se difer­en­cia­ban en nada de los esclavos de los tiem­pos de la colo­nia: tenían que tra­ba­jar de sol a sol, sin ningu­na paga y eran trata­dos bru­tal­mente.  El con­jun­to bola, gril­lete y cade­na pesaría entre quince y veinte kilos. La larga cade­na le daba al escla­vo-pre­so la posi­bil­i­dad de moverse para realizar las fae­nas del cam­po sin poder escapar. Cuan­do ter­mina­ba la jor­na­da el pre­so agarra­ba su bola y se la ech­a­ba al hom­bro para regre­sar al cam­pa­men­to o prisión.  Estos pre­sos-esclavos que se llev­a­ban a las labores eran gen­eral­mente campesinos, gente del pueblo que, como tropa rasa, habían caí­do pre­sos luego de fra­casa­da algu­na revuelta. Estos eran gril­letes de bola, no los famosos grillos.

Los ver­daderos gril­los, hier­ros ter­ri­bles de trein­ta kilos los llev­a­ban sólo en las maz­mor­ras, imposi­bil­ita­ban cualquier movil­i­dad y eran reser­va­dos a los más peli­grosos a quienes nun­ca deja­ban salir de las cárce­les. De ellos hablare­mos en próx­i­ma entrega.

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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