Pablo Canela una vida para el cuatro y el violín
Carlos Giménez Lizarzado
Historiador y editor
Nace Pablo Canela en el Tocuyo, 25 de febrero de 1914; aún en Venezuela, sus centros urbanos giraban en torno a los quehaceres de la tierra, del ganado y el comercio. El cultivo por excelencia era el café, la gran mayoría de los hombres se dedicaban a este producto que gozaba de una importante demanda en el mercado internacional. Para otros, era el cultivo de la caña que también tenía su demanda en los mercados regionales y del exterior. De allí que la dedicación era para la tierra y la búsqueda del sustento familiar.
El ambiente en que se desarrolla Canela como artista de los instrumentos de cuerdas, es un medio donde la mayor distracción del hombre es cantar y ejecutar un instrumento. Este joven de los años 30 y 40 del siglo XX, no tenía televisión ni radio; su diversión era el entorno rural adornado por vegetación de montaña o de cardones y tunas. Tampoco tiene una academia para estudiar música, sino que se educa por sí mismo en la medida que va observando su medio y detallando la musicalidad existente entre las cosas de la naturaleza que le rodea.
Autodidacta y barbero en su pueblo natal, se dará a conocer por su Gavilán Tocuyano, Ramoncito en Cimarrona, el Burro de la Manea y Dulce Melodía. Son composiciones desprendidas del mismo lenguaje de su medio y que él lleva a sus instrumentos para expresarnos a través de ritmos y melodías, la cotidianidad del hombre rural. Es diversión, pero también creación y sentido de identidad con el pueblo en que nace y se vive toda la vida.
El primer colegio y banda para El Tocuyo
Además de la geografía que incide en su música, Pablo Canela conocido también como el Emperador del Cuatro, tendrá un maestro en José Ángel Rodríguez López, un tocuyano perteneciente a esa escuela de hombres nacidos para triunfar y hacer de los jóvenes de su pueblo alumnos de la música.
Con su orquesta Euterpe, Rodríguez López fundará su propia academia para enseñar a tocar arpa, el cuatro, la bandolina, las maracas y el violín, instrumento este que desde temprana edad, Canela aprendió a dominar.
Encontramos en estos hombres la continuidad de la tradición musical de los pueblos de Carora, Quibor y el Tocuyo. Hay que recordar la labor pionera de Saturnino Rodríguez, quien había sido alumno de Egidio Montesinos y se dedicara a la música, así funda en Quibor una Cátedra de Música y en El Tocuyo el primer Colegio de Música, y en 1884 crea la Banda Bolívar, escuela natural para esa generación de músicos encabezada por José Ángel Rodríguez López, Jesús María Falcón, Juan Antonio Gil Garmendia, Rafael Rodríguez Veracochea y Cruz Terán, entre otros.
Ya para 1950, el autor de El Gavilán Tocuyano había creado su escuela de Música en El Tocuyo, donde recibía a los niños del poblado y junto a la tarea de enseñar a tocar, se dedicaba a crear el Taller para elaborar instrumentos de cuerdas, fundamentalmente el cuatro. Esta vocación de maestro tanto en la ejecución como en la formación de los aspirantes para el cuatro, el arpa o el violín, la continuará en Barquisimeto. En 1955, se dedicó a la fabricación de estos instrumentos y dictó cursos y talleres para educar en el arte de la música.
En esta misma época funda en el Club Comercio de la capital larense la Primera Escuela para Cuatro, a la cual, así como a la Escuela de Arte Infantil, entregó su vida para explorar esa vocación musical a los barquisimetanos; quizás en esta tarea de enseñar que asumió Canela, explica en parte por qué se ha dicho que los habitantes de estas tierras tienen inclinación natural para la música y principalmente para hacer del cuatro el acompañante permanente en los quehaceres de diversión, distracción o en los actos de promesas para algún santo o simplemente espantarlas penas.
La Pelea, un taller de cuatro y violín
Para los años 1960 y 1970, bastante avanzada la cultura del petróleo y establecidos nuevos hábitos urbanos popularizados por la radio, la televisión y el cine, encontramos que frente a la fuerte penetración de los valores extraños y del consumo, muchos de nuestros pueblos mantienen el encanto musical que se desprende del cuatro, de la bandolina, del arpa o el violín, manifestación que se observa en fiestas públicas, patronales o en los clubes privados de la sociedad larense.
Esto significa visión de pertenencia, no simplemente a una tradición sino al sentido que el hombre encuentra entre estos instrumentos y lo que ellos representan en la historia de los pueblos que a través de la música tienen memoria y presente. En esta misma época de la televisión y el surgimiento de otras distracciones, Pablo Canela anda con el conjunto de los hermanos Báez, dando conciertos por todo el Estado así como por el país. Era el gusto vivo todavía de una vocación por esa “musicalidad adornada de ritmos” que Canela ponía a vibrar a cuantos oyeran su violín.
En su Escuela Taller La Pelea, Pablo Canela contribuye a este sentido de pertenencia, pues no sólo enseña, también fabrica y repara el arpa, el violín, el cinco y cuatro, con sus manos y con la inteligencia desarrollada en el campo de la música. Así lo encontramos afianzando la tradición y estimulando a la sociedad larense para el cultivo en la ejecución de estos instrumentos como parte de la tradición cultural.
Premios por la formación de valores
El Maestro Canela, en vida, se hizo merecedor de la Estrella de Venezuela y del Ampíes de Oro de Venezuela, premios que no lo alejaron de su gente sino que lo fortalecieron en la extraordinaria labor de educar, formar y difundir composiciones populares, que manifiestan símbolos, creencias y valores de eso que denominó Aquiles Nazoa el “ Poder Creador del Pueblo”.
Este docente de la música que no pasó por las aulas de la universidad, dedicó toda su vida a educar hasta su muerte, ocurrida en Barquisimeto un 23de agosto de 1981. El Ministerio de Educación le había otorgado su jubilación.
Los larenses tenemos en este baluarte del violín, otra razón para afianzarnos en la tradición y la historia musical de la región, que significa trabajo, tierra y hombre, fundamentos totalmente vigentes para apuntar hacia el desarrollo integral de nuestro país.
Que sus recordados Celosa, Ramoncito en Cimarrona y El Gavilán Tocuyano, nos sirvan de enlace con hombres como Pablo Canela, quienes a pesar de los obstáculos materiales y académicos han aportado su dedicación y disciplina para construir desde la música, un ideal de sociedad, en la cual la tradición y la originalidad constituyan la base para darle sentido de continuidad a nuestra cultura nacional.
Excelente ver este tipo de información para el conocimiento de nuestra hermosa tierra: Lara
Gracias Venessa, te enviamos un abrazo gigante. Estamos en todas las redes sociales como @CorreodeLara. Síguenos, será un honor para nosotros