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El primer ferrocarril

 

Omar Garmendia
Cronista


El primer ferrocarril construido en Venezuela se concibió, curiosamente, para no trasladar pasajeros. Se trataba de la línea Tucacas-Minas de Aroa del Ferrocarril Bolívar, inaugurada en 1877, para acarrear el mineral de cobre de las minas hasta el puerto de Tucacas. Con esto descansaron las más de 1.000 mulas que se utilizaban anteriormente desde unos 40 años atrás, como rústico medio para transportar el mineral por tortuosos caminos de recuas para colocarlo en barcazas en el río Aroa y por esa vía fluvial hasta el puerto de “Las Canoas”, en Boca de Aroa. para luego ser transportado en pequeños bateles hasta Punta Tucacas y de ahí en grandes barcos hasta su destino final que era Inglaterra, tal como lo rememorara John Hawkshaw en 1833.

Para via­jar en tren has­ta Tuca­cas, los bar­quisimetanos debían trasladarse en lomo de cabal­lo o en coche has­ta la estación de La Luz, pequeño pobla­do cabecera del munici­pio Aroa del dis­tri­to Sucre, final de la car­retera que salía des­de Bar­quisime­to. Des­de ahí se toma­ba el tren prove­niente de las Minas de Aroa con des­ti­no a Tuca­cas, pero este no esta­ba prepara­do para el ser­vi­cio de pasajeros, como lo ano­ta­mos ante­ri­or­mente, sino que era un con­voy de tra­ba­jo minero.

Luego se con­struyó un ramal des­de Bar­quisime­to has­ta la Estación El Hacha y con­ta­ba con las esta­ciones Bar­quisime­to, El Cují, Paso de Tacarigua, El Eneal, Dua­ca, Licua, Limonci­to, Caraquitas, Agua Fría, Cayures, San José, El Hacha. En esta últi­ma estación se hacía tras­bor­do al Fer­ro­car­ril Bolí­var con des­ti­no a Tucacas.


 

 

 

 

 


La primera loco­mo­to­ra llegó a las inmedia­ciones de la ciu­dad de Bar­quisime­to, en perío­do de prue­bas, el 30 de sep­tiem­bre de 1890. Cua­tro meses después, el 18 de enero de 1891, fue inau­gu­ra­do el ramal des­de esta ciu­dad has­ta la estación El Hacha por el pres­i­dente de la Repúbli­ca Dr. Raimun­do Andueza Pala­cio. Hubo cin­co días de fiesta.

El romántico tren

Las per­sonas pueden via­jar aho­ra de acuer­do a sus difer­en­cias sociales, esto es, con­forme a la suma que se pague, en primera o segun­da clase. En la prác­ti­ca, tal dis­tin­ción desa­parecía al abor­dar el tren que venía de las minas, pues los pasajeros via­ja­ban en democráti­ca igual­dad a la par que el cobre. Los lunes y los jueves, muy tem­pra­no en la mañana, la estación de Bar­quisime­to se llena de gente que lle­ga en tran­vía de cabal­los y en coches con el fin de recibir o des­pedir a algún pari­ente o ami­go. A las siete de la mañana sale un tren para Tuca­cas. Se almuerza en El Hacha. Se lle­ga a Tuca­cas a las cin­co de la tarde.

Las mujeres y los hom­bres via­jan con sus mejores atuen­dos y lle­van entre los efec­tos del equipa­je una cobi­ja de lana o chamar­ra que se lle­va al hom­bro, que servirá más tarde como colchón para acostarse en el vapor que nave­ga hacia Puer­to Cabel­lo. Las mujeres lle­van el car­riel ter­ci­a­do, infla­do de pañue­los, aban­i­cos, vaso y otros enseres.

Se tard­a­ba mucho tiem­po en el via­je. Demasi­a­do, decían los pasajeros. Los asien­tos de los vagones para pasajeros son lat­erales, de madera. Además, hay paradas donde le parece al con­duc­tor, bien sea para “hac­er vapor” o para com­prar algu­nas “manos” de cam­bu­res y otras granjerías en cier­tos lugares a lo largo de la vía. Hay que lle­var velas para alum­brarse en las noches porque la com­pañía fer­ro­car­ril­era pri­va de luz a los pasajeros, para ahor­rar. En 1880 Manuel María Ponte describe lap­i­dari­a­mente cómo es un via­je en fer­ro­car­ril en ocasión de un via­je que hiciera des­de Cara­cas a El Tocuyo: “El fer­ro­car­ril es como el vapor, malo bajo todo respec­to, suma­mente sucio e inse­guro y reina la desa­ten­ción en toda la línea”.


Fer­ro­car­ril Bolí­var, puente Siquisique. Foto El Cojo Ilustra­do 1908.
Loco­mo­to­ra a su paso por Patepa­lo, en Bar­quisime­to. Foto dig­i­tal­ización Omar Gar­men­dia / FB Gran Fer­ro­car­ril Venezuela
Fer­ro­car­ril Bolí­var. Puente Cow­per en 1908. Foto El Cojo Ilustrado

Tres días y dos noches  

El via­jero que sale de Bar­quisime­to con rum­bo a Cara­cas, ha de per­noc­tar en Tuca­cas, luego de 10 horas de trav­es­ía, sudorosos y cansa­dos. Muchos se alo­jan en el Hotel Unión de Madama Aret. La via­jera Jen­ny de Tal­lenay describe en 1880 los paseos de noche por las trop­i­cales calles del puer­to y sus muelles como “muy román­ti­cas y agrad­ables”, aunque haya sido en una posa­da tosca y cer­ril y con vis­i­tas noc­tur­nas de can­gre­jos (Gorm­sen, 1965, p. 53).

 Al día sigu­iente, a las seis y media de la mañana se embar­ca el via­jero en alguno de los vapores que hacen la trav­es­ía a Puer­to Cabel­lo. Son cin­co horas de via­je en tales bate­les “vom­i­tivos”. Algunos pasajeros tienen que acostarse en las chamar­ras que traían entre sus efec­tos per­son­ales para no marearse. Los más esto­icos per­manecen en cubier­ta, en medio de la car­ga. No hay camarotes, sino un espa­cio común con lit­eras, aire vici­a­do y olores putre­fac­tos a pesca­do y vómitos.

La lle­ga­da a Puer­to Cabel­lo era alrede­dor las 11 de la mañana por lo que se debía de nue­vo per­noc­tar, pues el tren que sale de este últi­mo puer­to hacia Cara­cas lo hacía al día sigu­iente a las ocho. Se lle­ga­ba a Cara­cas a las cin­co de la tarde. El via­je de Bar­quisime­to a la cap­i­tal dura­ba entonces tres días y dos noches, unas 58 horas y media en camino, aunque en real­i­dad con un tiem­po de recor­ri­do fer­ro­car­rilero de 22 horas y media, pues el resto del tiem­po se invertía en las per­noc­tas en Tuca­cas y Puer­to Cabello. 

Dicho esto, no que­da más que decir que en mate­ria de pro­gre­so no existe lo imposi­ble. Via­jar en fer­ro­car­ril y ahor­rarse el esfuer­zo de ten­er que cabal­gar durante días enteros, a veces por sem­anas, con sus noches, recor­rer caminos pedregosos y polvorien­tos, con llu­vias, ríos cre­ci­dos y sol canic­u­lar, dur­mien­do en bar­ra­cas y cotar­ros más o menos incó­mo­d­os o menos agrad­ables, no tiene pre­cio, como los que descri­biera Madame de Tel­lenay en 1880.

Foto desta­ca­da: Estación Fer­ro­car­ril Bar­quisime­to. C. 1900

REFERENCIAS
Hawk­shaw, J. (1975). Rem­i­nis­cen­cias de Sudaméri­ca. Cara­cas, Edi­ciones de la Pres­i­den­cia de la República
Gorm­sen, Erd­mann (1965). Una ciu­dad mer­can­til en Venezuela. Cara­cas: Edi­to­r­i­al Arte

Parte del con­tenido de este artícu­lo proviene del libro de mi autoría “Memo­ria aje­na. Bar­quisime­to, cotid­i­an­idad y cróni­ca” (2018). Bar­quisime­to: La Utopía Conc­retable, Editores

CorreodeLara

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