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El cabo José Dorantes también fue héroe de la Independencia

Historiadores y cronistas suelen destacar las acciones de mariscales, almirantes y generales, exaltar sus proezas de mando al frente de los ejércitos, pero sin las heroicidades y arrojo de los soldados de brigadas y regimientos, no pueden ganarse las batallas. Sin soldados no hay generales ni medallas.

Uno de esos sol­da­dos desta­ca­dos fue el cabo primero del ejérci­to lib­er­ta­dor, José Dorantes, naci­do en Quí­bor, cap­i­tal del munici­pio Jiménez del esta­do Lara, a quien el desa­pare­ci­do cro­nista de Irib­ar­ren, Ramón Querales iden­ti­fi­ca como Juan José Dorantes y aclara que jamás se con­sigu­ió su par­ti­da de bautismo, aunque él estima­ba que nació cer­ca de 1805.

Es posi­ble que Querales tuviera una con­fusión entre un Juan José y un José Bernar­do, porque según tradi­ciones orales, José Bernar­do nació en 1794 y murió el 22 de mar­zo de 1884 a la edad de 90 años en el Bar­rio San Rafael, donde por decre­to del Con­ce­jo Leg­isla­ti­vo larense fue con­stru­i­da una plazuela, con un bus­to en su hon­or, frente a la comis­aría poli­cial. Una par­ro­quia de este munici­pio tam­bién hon­ra su nombre.

Se le señala como parte de las tropas que en 1810 comandó el mar­qués del Toro con­tra Coro y com­bat­iente en las batal­las de Los Hor­cones y Arau­re, en 1813. Tam­bién tuvo la glo­ria de estar con el Lib­er­ta­dor en la batal­la de Carabobo, el 24 de junio de 1821 como su cor­ne­ta de órdenes.

Muy joven debió incor­po­rarse a las tropas patri­o­tas, quizás ado­les­cente, nada extraño porque eso ocur­ría en ple­na guer­ra cuan­do los menores se sum­a­ban como ayu­dantes y has­ta sol­da­dos. Lo cier­to es que Dorantes, un negri­to de baja estatu­ra “pelo chichar­rón”, como lo describen se hizo cor­ne­ta y así sirvió a las órdenes del Lib­er­ta­dor y lo acom­pañó has­ta 1830 cuan­do el ejérci­to patri­o­ta regresó a Venezuela. Al regre­sar a Quí­bor, después de la muerte del Lib­er­ta­dor, el cabo José Bernar­do Dorantes con­ta­ba anéc­do­tas de las andan­zas con el ejérci­to patri­o­ta y de las batallas.

Bolívar en paso por Quíbor

El pro­fe­sor qui­boreño Manuel Her­rera con­tó que según la tradi­ción oral qui­boreña en Quí­bor recuer­dan cuan­do Bolí­var pasó por este pueblo el 16 de agos­to de 1821 de Bar­quisime­to a El Tocuyo y acam­pó al lado del camino real, a la entra­da del pueblo. A oril­las de la que­bra­da Atarigua ordenó un alto para dar des­can­so a la tropa y de beber a los cabal­los. Los qui­boreños le habrían dado a Simón Bolí­var cáli­do recibimien­to y le agradecieron con­tar como cer­cano sol­da­do, cor­ne­ta de sus órdenes, a un hijo de esta tier­ra, el cabo primero José Bernar­do Dorantes.

Lo que sí está bien doc­u­men­ta­do es que el cabo primero Dorantes forma­ba parte de la guardia del Lib­er­ta­dor como cor­ne­ta del Escuadrón de Granaderos a Cabal­lo de la Guardia de Su Exce­len­cia, y esta­ba como cen­tinela en su res­i­den­cia en Bogotá la fatídi­ca noche del 28 de sep­tiem­bre de 1828 cuan­do los ene­mi­gos de Bolí­var inten­taron asesinarlo por envío del gen­er­al Fran­cis­co de Paula San­tander y fue sal­va­do por Manuela Sáenz quien le cubrió la huida.

Un ciu­dadano francés, Agustín Hor­ment, se abal­anzó con­tra la puer­ta y apuñaló al cabo Dorantes, quien sobre­vivió a las heri­das de gravedad no mor­tales. Los con­ju­ra­dos sor­prendieron a los cen­tinelas y los acuchillaron, entre ellos a Dorantes, quien no pudo impedir la entra­da de los asesinos encabeza­dos por el tris­te­mente céle­bre teniente coro­nel Pedro Caru­jo, quien al man­do de un pelotón de sol­da­dos irrumpió a la res­i­den­cia con la aviesa mala inten­ción de asesinar al Lib­er­ta­dor. La con­ju­ra fra­casó y Simón Bolí­var se salvó. De allí a Manuela Sáenz la lla­maron “La lib­er­ta­do­ra del Libertador”.

Juan José Peralta

CorreodeLara

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