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Fue la primera mujer concejal de Cabudare

 

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista


Educado­ra ejem­plar y primera dama con­ce­jal en la his­to­ria con­tem­poránea del munici­pio Palave­ci­no, así fue cal­i­fi­ca­da esta luchado­ra mujer, en un jus­to y sin­cero reconocimien­to con­feri­do por la Alcaldía y la Bib­liote­ca Mae­stro Héc­tor Rojas Meza, el 24 de junio de 2002. Afir­ma ser una mujer que siem­pre ha sortea­do las difi­cul­tades con persistencia

Aura Rosa Agüero Man­zanares de Rojas es su nom­bre com­ple­to. Se define como una mujer deci­di­da, dili­gente, dota­da de grandes prin­ci­p­ios y sobre todo, una servi­do­ra voca­cional. Tra­ba­jó toda su vida, como maes­tra en el día y en la noche, como enfer­mera. Ase­gu­ra con con­vic­ción que jamás desa­tendió los com­pro­misos del hog­ar como atañe a toda madre.

Proviene de una famil­ia muy tra­ba­jado­ra. Lo cual la enorgul­lece. Su Padre, Don Ricar­do Agüero, era ori­un­do de Sarare, y se estable­ció en el Cabu­dare de ayer, en los albores del siglo pasado.
 
Poco tiem­po tran­scur­rió para que el prog­en­i­tor se le conociera, en todo el pueblo y sus per­ife­rias, como el bar­bero de Cabu­dare. Doña Colum­ba Man­zanares, la matrona, tenía la gran respon­s­abil­i­dad de los que­hac­eres del hog­ar, de la edu­cación de los hijos.
 
Aura Rosa vino al mun­do a prin­ci­p­ios de abril de 1924, en pleno cen­tro de la cap­i­tal palaveci­nense, en una pequeña casa ubi­ca­da en la calle Real, actu­al aveni­da Libertador.
 
Aura Rosa en fran­ca reflex­ión sobre el por­venir de la incip­i­ente juven­tud. Esta abne­ga­da mujer se marchó a otras instan­cias, y des­de el cielo nos mira

 La buena mano de la comadrona

Luego de dos años de estu­dios, Aura Rosa Agüero se graduó de Asis­tente de Enfer­mería en el Hos­pi­tal Cen­tral de Bar­quisime­to. El doc­tor Otto Alvizu, direc­tor de la mater­nidad Luisa Cáceres de Aris­men­di, le con­cedió el cer­ti­fi­ca­do que le per­mitía aplicar inyec­ciones y asi­s­tir nacimientos. 
 
“El primer par­to que socor­rí fue en la mon­taña, y a pesar de los nervios todo sal­ió bien. Pasa­do el tiem­po, acudí al alum­bramien­to de mi her­mana Car­men, aquí en Cabu­dare, en cal­i­dad de ayu­dante y ter­miné asis­tién­dola en dos oportunidades”.
 
Aura Rosa es recono­ci­da en el pueblo por su bue­na mano para colo­car inyec­ciones, tan­to es así que, a sus 81 años de edad, aún prac­ti­ca esta leg­en­daria fae­na. En sus ini­cios cobra­ba un bolí­var, aho­ra ha aumen­ta­do la tar­i­fa a mil. Para ese entonces cada inyec­ta­do­ra costa­ba un medio.
 

Al pre­gun­tar­le si todavía inyecta­ba bien, soltó una larga car­ca­ja­da para comen­tar, con ingen­ua vanidad, que a su casa lle­gan per­sonas de todas partes, a solic­i­tar sus ofi­cios.

“Aquí viene mucha gente, has­ta de Bar­quisime­to, y yo mis­ma los he escucha­do decir: yo voy para que Doña Aura, porque a ella, ni se le siente la mano. Yo inyec­to a
mucha gente, el que tiene pla­ta me paga y el que no tiene con que, cómo le digo que no, eso es una injus­ti­cia, además ese es mi deber”. 

En sus tiem­pos de moza, colaboró en muchas jor­nadas rurales de vac­u­nación infan­til, ya que la mor­tal­i­dad de los infantes, alcan­z­a­ba cifras espeluz­nantes. “Nos íbamos en Jeep a Loma Redon­da, El Plac­er, El May­al, a todos esos pueb­los lejanos, a vac­u­nar con­tra la paráli­sis infan­til y otras enfermedades”.

 Del aprendizaje a la enseñanza

Aura Rosa aprendió las primeras letras de la maes­tra Jose­fi­na Salas, en la escuela Eze­quiel Bujan­da, quizá esta viven­cia mar­có su incli­nación por la docen­cia. Egresó, en 1944, de la Casa del Mae­stro de la cap­i­tal del esta­do Lara, para comen­zar a impar­tir clases en El Palac­i­ero, comu­nidad rur­al enclava­da en la puer­ta hacia los llanos, en una casona colo­nial de tejas vie­jas y gigan­tescos ventanales. 

En la puer­ta de su hog­ar está el pequeño epí­grafe que ates­tigua su per­durable vocación

El inmue­ble era propiedad de Don Miguel Gar­cía. Se atendían cuarenta y cin­co niños, des­de las ocho de la mañana has­ta las once, el primer turno, y el segun­do, des­de la una de la tarde has­ta las cuatro. 

Per­maneció en ese lugar cin­co años, con un salario infe­ri­or a los sei­scien­tos bolí­vares men­su­ales, remu­neración que recibía de la Pre­fec­tura de Los Ras­tro­jos, que esta­ba a car­go del señor Aníbal Palacios.

“Para lle­gar a la escuela era una trav­es­ía, cam­ina­ba una hora, des­de Zan­jón Col­orado has­ta El Palac­i­ero, por una car­reteri­ta de granzón”.

De allí fue trans­feri­da a La Mon­taña, luego pasó a Cabu­dare, a dar clases en la escuela que la for­mó y del cual cosechó una gran expe­ri­en­cia. Allí se quedó por espa­cio de diez años, para pos­te­ri­or­mente pasar a la escuela Val­more Rodríguez, donde estu­vo otro dece­nio. Con­sigu­ió su esper­a­da y mere­ci­da jubi­lación, como maes­tra munic­i­pal, hace diecin­ueve años.

Su amor llegó entre versos y serenatas 

Era intol­er­a­ble para la época que una mujer cam­i­nara sola por la calle, y menos si excedían las seis de la tarde. El espa­cio tele­vi­si­vo fue refle­jo del rol social que cumplía la mujer común de ese tiem­po. Pero muy con­trari­a­mente a las restric­ciones, a los tabúes y las miradas de puri­tanos, a Aura Rosa, el amor de su vida le llegó temprano.

Enciende en lla­mas su corazón las ser­e­natas y ver­sos que declam­a­ba Pedro Rojas Val­bue­na, músi­co con­sagra­do. Lle­ga­ba a eso de las diez u once de la noche a declarar, con prosas su amor eter­no. Aura Rosa lo cono­ció des­de que era niña, en el Cabu­dare pueblo, pero no fue has­ta los catorce años, cuan­do comen­zó a obser­var­lo con otros ojos.

El romance se ofi­cial­izó y años más tarde, en octubre de 1950, inter­cam­biaron los anil­los en la igle­sia San Juan Bautista de su pueblo natal. La Rosa de Pedro sostiene, que el día de su boda es el recuer­do más agrad­able de toda su vida. De este mar­avil­loso idilio nacieron siete hijos y de éstos vinieron catorce nietos y seis bisnietos.

Era cosa de hombres

Aura Rosa traspasó las fron­teras al lograr salir de ese que­hac­er hog­a­reño, de las cos­turas y el bor­da­do, de la coci­na, de cuidar a los hijos, has­ta apartó un tiem­po la noble fun­ción de maes­tra, para inser­tarse en la esce­na políti­ca y retum­bar con su voz las reivin­di­ca­ciones de la mujer, ganan­do espa­cios pro­hibidos por la sociedad machista de entonces, al ganar un escaño como con­ce­jal, la primera que tuvo este Dis­tri­to, en las primeras elec­ciones de los albores democráticos.

“En políti­ca no existía espa­cio para la mujer. Ni pen­sar­lo siquiera. Era cosa estric­ta­mente para los hombres”. 

Los sufra­gios se realizaron en diciem­bre de 1958, con la par­tic­i­pación de AD, COPEI, URD, UPA, Par­tido Social­ista de Venezuela. Fueron ofi­cial­mente nom­bra­dos los nuevos con­ce­jales, en mar­zo del sigu­iente año. 

 

En la grá­fi­ca de 1959, la direc­ti­va del naciente Con­ce­jo Munic­i­pal, Aura Rosa Agüero es la segun­da de izquier­da a derecha, de pie, Eurípi­des Ponte, en un discurso

Seis ediles por Acción Democráti­ca y uno por URD, inte­graron el primer con­ce­jo par­tic­i­pa­ti­vo en la his­to­ria con­tem­poránea del país, cor­re­spon­di­en­do la pres­i­den­cia del nue­vo Ayun­tamien­to cabu­dareño, a Julio Álvarez Casamayor.

En la primera Vice-pres­i­den­cia, estu­vo Eurípi­des Ponte, segun­da Vice-pres­i­den­cia a car­go de Juan Irene Vásquez, por URD, y como vocales fungieron, Juan de Dios Meleán, Aura Rosa Agüero, Pablo González, José Ramón Marín y Miguel Pacheco como sec­re­tario, sin ret­ribu­ción mon­e­taria alguna. 

Con un irriso­rio pre­supuesto se instaló la cámara edili­cia. Aura Rosa tuvo un papel acti­vo en el Ayun­tamien­to, demostran­do con hechos la vocación de servi­do­ra públi­ca que siem­pre la caracterizó. 

A esa nue­va direc­ti­va se le atribuye, entre otros logros, una línea de auto­bus­es que cubría la ruta entre Bar­quisime­to y Cabu­dare, la adju­di­cación de los ter­renos de la hacien­da La Mata para la con­struc­ción de vivien­das y el aseo urbano, que si bien se recogía con una car­reta tira­da de mulas, era un ade­lan­to de suma impor­tan­cia, ya que este ser­vi­cio antigua­mente no existía.

Sí, Aura Rosa Agüero de Rojas, llegó a ser la primera mujer con­ce­jal que tuvo el munici­pio Palave­ci­no y llegó a ocu­par la primera Vice-pres­i­den­cia del Con­ce­jo Municipal. 

Tam­bién ha recibido dis­tin­tos reconocimien­tos por parte de la Alcaldía, de la Fed­eración de Mae­stros, de diver­sos gru­pos cul­tur­ales y uno como ciu­dadana ejem­plar del Municipio.

Pero esta mujer, tes­ti­mo­nio del tiem­po y firme eje­cu­to­ra de sus ide­ales, mantiene viva la esper­an­za de un mejor por­venir para las gen­era­ciones futuras. Su lucha per­vive, ejem­p­lo fran­co y exten­di­do de la mujer venezolana. 

A su memo­ria. Es este nue­stro más pequeño tributo

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

4 comentarios en «Fue la primera mujer concejal de Cabudare»

  • Es un breve resumen de lo que fue una gran mujer! Muchas gra­cias por este tributo!!!

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  • Exce­lente Repor­ta­je soy Nieto de la Maes­tra Aura Rosa Aguaro de Rojas.

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    • Gra­cias Fred­dy, claro te recuer­do de niño. Te hice una foto a un lado de tus pri­mos y jun­to a tu abuela Aura en la sala de su casa. Sea dig­no de ser su nieto y de lle­var su san­gre. Fue una mujer digna y humana. Agrade­ci­do con ella por dar­le tan­to a Cabu­dare. Atte Luis Per­o­zo Padua

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