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El Cine Teatro de Cabudare, un lugar de historia

 

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista


Para 1920, en una antigua casona de Cabudare, funcionó el Cine Teatro Sucre. Era sin duda alguna el atractivo del momento y el sitio de encuentros del pueblo.

El viejo inmue­ble esta­ba fab­ri­ca­do de pare­des de adobe y ladril­los, con techum­bre de tejas, ven­tanales de pol­los y por­tones de madera, corre­dores espa­ciosos y un inmen­so patio cen­tral.

Era la casa de don Fran­cis­co Alvara­do, aunque ésta era propiedad de Manuel Via­ca­ba (padre), ubi­ca­da en la calle San­ta Bár­bara con una calle sin nom­bre (hoy Juan de Dios Meleán) en donde se encuen­tra actual­mente un esta­cionamien­to munic­i­pal diag­o­nal a la plaza Bolívar.

Facha­da del Cine Teatro Juares de Cabu­dare. Foto Diario EL IMPULSO 21 de enero de 1976

El Juares de Cabudare

Exis­tió otra casa con sim­i­lares car­ac­terís­ti­cas situ­a­da en la esquina norte-este, en la aveni­da San Juan Bautista, hoy aveni­da Lib­er­ta­dor, entre las calles Bernal y Juares (antes corre­dores sin nom­bre), que perteneció a don Clemente Hernán­dez, uno de los com­er­ciantes con­sus­tan­ci­a­do con los prob­le­mas del pueblo. 

En la cita­da casa, fun­cionó con inter­va­l­os, entre los años 1926 y casi al final de 1937, el Cine Teatro Juares, propiedad de don Pom­peyo Val­bue­na, que tam­bién sería el taquillero y quien elab­ora­ba los cartelones para la propaganda. 

Poseía un pal­co y una galería. En el cen­tro tenía una casil­la de madera en donde esta­ban situ­a­dos los dos proyec­tores que usa­ban car­bón, oper­a­dos por su hijo Hora­cio Val­bue­na y Ernesto Agüero, a cuyas mág­i­ca fae­na se incor­po­rará más tarde Julio Álvarez Casamay­or, tes­ti­go de excep­ción que nar­ró esta cróni­ca para la his­to­ria del munici­pio Palavecino. 

El motor a gasoli­na que le daba fuerza al dinamo para gener­ar la cor­ri­ente eléc­tri­ca al cine, era aten­di­do por Fran­cis­co Oviedo. Fungían como porteros Wens­es­lao Men­doza y Poli­car­po Rodríguez (padre). 

Las fan­tás­ti­cas imá­genes en blan­co y negro que salían de la lente, se proyecta­ban en un telón que medía cin­co met­ros de largo por tres de ancho aproximadamente. 

La magia del cine

La noche del 21 de julio de 1928, se inau­guró la luz eléc­tri­ca públi­ca en Cabu­dare, gra­cias al dinamo que pro­ducía energía para el cine. 

Este era mudo, más tarde cuan­do por fin se pudo repro­ducir el sonido, era en inglés, proyec­ciones que se hacían gen­eral­mente los fines de sem­ana, y las series se pro­ducían los lunes, jueves y viernes.

La ima­gen mues­tra las ruinas de lo que fue el Cine Teatro Juares de Cabu­dare el 22 de junio de 1977

Las entradas casi siem­pre tenían un val­or de un bolí­var con 50 cén­ti­mos en el pal­co; galería 75 cén­ti­mos; los niños paga­ban solo la mitad del pre­cio. El alquil­er de la pelícu­la tenía un val­or fijo de 30 bolí­vares y otras oscil­a­ban entre 40 has­ta 80.

Entre las pelícu­las que más se recuer­dan en Cabu­dare, destac­aron Som­bra de Glo­ria, Loquil­las Mis­te­riosas, Los Tres Mos­queteros, Hijos de Dios, Hijos de Nadie, El Vagabun­do de Amores, Ricardi­to con los Diez, Los Mis­er­ables, El Conde de Mon­te­cristo, La Mona, La Cabaña del Tío Tom, El Hom­bre Sereno.
 
Al ter­mi­nar la fun­ción, el Teatro Cine Juares, trans­mitía El Apache, un corte cómi­co que se hizo tradi­ción. Algunos artis­tas de moda en el momen­to fueron Rodol­fo Valenti­no, Dolores del Río, Juan Cen­tel­la, Charles Chap­lin, entre otros. En la sala prin­ci­pal, se instaló un botiquín y una mesa de bil­lar, que pertenecía a don Vir­gilio Sil­va Sigala.
 

Chucherías de la época

En la calle hoy Miguel Bernal, jus­to en la pared del tem­p­lo San Juan Bautista, se colo­ca­ba mesas con anafres para coci­nar las apeti­tosas arepi­tas tostadas, empanadas, amasi­jos, café, ven­di­das por Fran­cis­co Men­doza, Augus­to Gómez, Con­cep­ción de Hoy, Juan de Jesús Lan­dae­ta, María de los Reyes Benítez, Isabel Melén­dez y otros en difer­entes épocas.
 
En la grá­fi­ca se divisa el car­tel del Cine Teatro Juares a la izquier­da y en el cen­tro de la aveni­da una pan­car­ta que anun­cia la pelícu­la mex­i­cana El Jinete

En julio de 1929, se instaló diag­o­nal al cine (hoy Edi­fi­cio El Sol) la primera bom­ba de gasoli­na, que perteneció a Ismael María Rojas, así como un botiquín ameniza­do por Pedro Manuel Guédez alias El Palomo.

 
A par­tir de las siete de la noche, un par­lante colo­ca­do en la parte alta de la facha­da del cine, deja­ba escapar ale­gres y gratas com­posi­ciones musi­cales de una orques­ta en vivo, tales como: Juliana, Cor­ral­i­to Español, el Taller de Bor­da­do, Florin­da, Capul­li­to de Alelí, Mi Rin­conci­to, Besos y Cerezas, Yo y Mi Bar­rio, La Chi­ca más Boni­ta y el Alma Llanera.
 
Pero el Cine Teatro Juares, no solo difundía pelícu­las, tam­bién se real­iz­a­ban otras pre­senta­ciones en esce­na con ilu­sion­istas, paya­sos, maromeros, magos, can­tantes, come­dias y diál­o­gos, cor­ri­das de toros con “enani­tos”.
 

La trágica noche

Entre 1938 y el 39, se mod­ern­izó el espa­cio para insta­lar el cine par­lante en la mis­ma casona, man­te­nien­do el mis­mo nom­bre pero como el señor Vig­ott como propi­etario, que tra­jo un cin­e­mató­grafo de dos proyec­tores que uti­liz­a­ba car­bón para su fun­cionamien­to.
 
La sala fue divi­di­da en dos con una pared rudi­men­ta­ria con tabiques y papel per­iódi­co. Julio Álvarez Casamay­or, que era el proyec­tista, tenía un salario men­su­al de 40 bolívares.
 
En 1939, un sába­do en la noche, cuan­do se proyecta­ba la serie Los Mis­te­rios de los Aires, pasadas las nueve de la noche, los espec­ta­dores fueron sor­pren­di­dos por un voraz incen­dio en el cuar­to de proyec­ción que ráp­i­da­mente se propagó debido a la gran can­ti­dad de pelícu­las alma­ce­nadas, que de por sí era un mate­r­i­al alta­mente inflam­able, cau­san­do daño irrepara­ble a los equipos, destruyen­do el techo de la sala y otras áreas, cuyo inten­to de apa­gar el fuego fue inútil.
 
El públi­co despa­vorido aban­donó las insta­la­ciones y varias per­sonas sufrieron que­maduras. El trági­co y funesto acon­tec­imien­to dejó como sal­do el fal­l­ec­imien­to del oper­ador y su hijo de pocos meses de naci­do, quien dor­mía en la sala de proyecciones.
 
La causa del incen­dio fue gen­er­a­da por la cola de un cig­a­r­ril­lo lan­za­do a través del posti­go de una ven­tana con acce­so a la calle, por un joven que no pudo entrar a la función.
 

Las caras del cinema cabudareño

El primer cine estu­vo en manos de Pom­peyo Val­bue­na Giménez, luego Manuel Aldana, más tarde Domin­go Macías Fuentes y Juan Var­gas, que sería el últi­mo dueño tan­to de la casona como de la empre­sa Teatro Cine Juares, has­ta que cer­ró sus puer­tas al final en la déca­da de los 50.
 
Pero Cabu­dare tam­bién tuvo un cine itin­er­ante, fun­da­do por Enrique Per­láez, el cual recor­rió todos los caseríos del entonces dis­tri­to Palavecino.
 

Fotos: Diario EL IMPULSO

CorreodeLara

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