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Alfredo Sadel se casó con Rosita Rodríguez en el Palacio de Miraflores

 

Juan José Peralta
Periodista



La madrugada del 28 de junio de 1989 comenzó muy temprano en Caracas con la noticia del fallecimiento del Gran Tenor de Venezuela, Alfredo Sadel, quien días atrás, el 24 de mayo, se había despedido de su público en un histórico concierto de gala con la Orquesta Sinfónica Venezuela. 

¿Saben por qué estoy aquí?, pre­gun­tó al públi­co. “Quería ver­los”, respondió, con el mis­mo nudo en la gar­gan­ta de quienes fueron a su des­pe­di­da en la sala que le habían nega­do en varias opor­tu­nidades, a la que llegó en sil­la de ruedas. 35 días después con­movió al con­ti­nente entero al saberse la muerte aque­ja­do por un cáncer óseo.

Su par­ti­da coin­cidió con el Día Nacional del Teatro y los actos cel­e­bra­to­rios fueron sus­pendi­dos por dos mezquinos días de due­lo dec­re­ta­dos por el gob­ier­no de Car­los Andrés Pérez, en revan­cha porque Sadel se había ale­ja­do de Acción Democrática.

Caraqueño sanjuanero

Sadel nació en una casa sin número, entre Cruz de La Vega y Palo Grande, en la pop­u­lar par­ro­quia caraque­ña de San Juan y de mucha­cho siem­pre quiso casarse en la igle­sia San Juan, frente a la plaza Capuchi­nos, vin­cu­la­da a su infancia. 

En 1961 tuvo que acep­tar la invitación del pres­i­dente Rómu­lo Betan­court y se casó en la capil­la del Pala­cio de Miraflo­res con Rosi­ta, una de las hijas de Val­more Rodríguez. Sadel acep­tó la peti­ción del pres­i­dente y se tomó como una def­er­en­cia para él.

La razón era que Val­more Rodríguez, fun­dador de Acción Democráti­ca con Betan­court, le había pedi­do que velara por sus hijos. Los padri­nos de la boda fueron, además de Betan­court, el ex pres­i­dente y escritor Rómu­lo Gal­le­gos, autor de Doña Bár­bara y el gob­er­nador de Cara­cas, Ale­jan­dro Oropeza Castillo.

El man­datario así lo decidió por medi­das de seguri­dad. El año ante­ri­or sobre­vivió a un aten­tan­do orga­ni­za­do por el dic­ta­dor domini­cano Rafael Leonidas Tru­jil­lo y ya esta­ba en la calle la guer­ril­la comu­nista inspi­ra­da y pro­movi­da por el dic­ta­dor cubano Fidel Cas­tro des­de la Habana.

Un padri­no en peligro
En la parte derecha de la ima­gen –así la encon­tré– ape­nas se ve al padri­no, el pres­i­dente Betan­court quien decidió la boda en Miraflo­res por las ame­nazas a su gob­ier­no. Sobre­vivió a un inten­to de mag­ni­cidio, tres alza­mien­tos mil­itares, var­ios inten­tos de golpes de esta­do y la sub­ver­sión guer­rillera de la izquier­da comunista.

Cono­ci­do como El Tenor Favorito de Venezuela, Alfre­do Sadel fue el más grande can­tante de nue­stro país en todos los tiem­pos y el primer gran ído­lo de masas. Grabó más de dos mil can­ciones en unos 200 dis­cos de 78 Rev­olu­ciones por min­u­to y unos 130 dis­cos de larga duración edi­ta­dos en diver­sos país­es. La Fun­dación que lle­va su nom­bre los recopiló en tec­nología dig­i­tal, en una serie denom­i­na­da Doc­u­men­tos Alfre­do Sadel, para que su voz y su memo­ria estén para siem­pre pre­sentes en el acer­vo cul­tur­al venezolano.

En 1999, su hijo, el cole­ga peri­odista Alfre­do Sánchez real­izó el doc­u­men­tal “Alfre­do Sadel: aquél can­tor”, uno de los tra­ba­jos más com­ple­tos sobre su vida, donde mues­tra esce­nas inédi­tas como las recogi­das en Esta­dos Unidos, en los años ’50 del siglo pasa­do, en el famoso Show de Ed Sullivan.

En su voz, Sadel cuen­ta his­to­rias de su vida artís­ti­ca como can­tante y actor, por­menores de su evolu­ción, con­tadas tam­bién por grandes fig­uras de la músi­ca mundi­al como Plá­ci­do Domin­go, Lucho Gat­i­ca, Miguel Aceves Mejías, Celia Cruz, Lib­er­tad Lamar­que y Simón Díaz, entre otros.

La madru­ga­da del 28 de junio de 1989, de 59 años, muy joven aún, Alfre­do se marchó a la inmor­tal­i­dad. Aquel día la gente sal­ió a las calles de Cara­cas para rendirle un últi­mo adiós a su ído­lo. Con­tó José Emilio Castel­lanos en El Nacional que el día de su entier­ro una mul­ti­tud acom­pañó el féretro has­ta la sede de la gob­er­nación, frente a la Plaza Bolí­var, donde le harían un homenaje.

Ese mis­mo día vela­ban en la Can­cillería al ex emba­jador Valen­tín Hernán­dez y a las afueras de la Casa Amar­il­la, se encon­tra­ba una com­pañía de para­da para rendirle hon­ores al ex diplomáti­co y ex min­istro de Energía. Al apare­cer la mul­ti­tud acom­pañan­do los restos mor­tales de Sadel, cubier­to con la ban­dera de Venezuela, el ofi­cial vac­iló unos segun­dos para luego dar una orden a su tropa: ¡Firmes! ¡Para hon­ores a Sadel! ¡Al hom­bro, arm! Y la ban­da lo des­pidió con el him­no nacional.

Sadel le can­tó a Rosi­ta, Fre­nesí, el chachachá del com­pos­i­tor mex­i­cano Alber­to Domínguez Bor­rás, lle­va­do a bolero 

CorreodeLara

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