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A 70 años del derrocamiento de Rómulo Gallegos

 

Milagros Socorro
Periodista e historiadora


En 1916, Rómulo Gallegos escribe uno de sus mejores relatos cortos, “El piano viejo”, donde narra la historia de unos hermanos enemistados entre sí. De los cinco, solo una, Luisana, vive en la que fuera la casona familiar, que ninguno de los hermanos frecuenta, principalmente para no coincidir con los demás. “Menuda, feúcha, insignificante”, Luisana se afana en mantener la casa pulcra. Terminados los quehaceres domésticos, la hermana soltera y buena se sienta al viejo piano para tocar aires tan sencillos como ella. El instrumento está desvencijado. Muchas teclas ya ni suenan y hay una que “rompiendo las armonías, daba su nota a destiempo, cuando la mano dejaba de hacer presión sobre ella; o no sonaba, quedándose hundida largo rato”. Cuando venía a sonar era como un tilín perdido y ella misma sonreía y pensaba “¡Oigan a Luisana!

El desen­lace del cuen­to se pone en mar­cha cuan­do Luisana cae muer­ta sobre el piano, oprim­ien­do pre­cisa­mente aque­l­la tecla que solo viene a sonar cuan­do es lib­er­a­da… o lo hace a destiem­po, mucho después de ser pulsada.

El 14 de diciem­bre de 1947, Rómu­lo Gal­le­gos fue elegi­do Pres­i­dente de la Repúbli­ca con 871.764 de los 1.183.764 sufra­gios. Se impu­so, en la primeras elec­ciones con voto uni­ver­sal (inclu­idas, y esto inédi­to en cualquier elec­ción, las mujeres) que se real­iz­a­ban en Venezuela.

El 15 de febrero de 1948, el autor de “Doña Bár­bara” (1929) tomó pos­esión del  car­go. “Quiero ser el Pres­i­dente de la con­cor­dia”, dijo ese día ante el Congreso.

El 19 de noviem­bre de 1948, El Nacional pub­licó una entre­vista entre el jefe del Esta­do y el jefe de redac­ción del diario, Miguel Otero Sil­va, quien apun­tó que el Pres­i­dente lo había recibido “en pija­ma y pantu­flas”, detalle que ilus­tra­ba –o pre­tendía hac­er­lo- lo tran­qui­lo que se encon­tra­ba Gal­le­gos, pese a las mur­mu­ra­ciones del día ante­ri­or. De hecho, el títu­lo de la nota fue: “Total­mente infun­da­dos los rumores alarmistas”.

El 24 de noviem­bre de 1948, “los mil­itares”, dice Simón Alber­to Con­salvi, bió­grafo de Gal­le­gos, “dieron su artero golpe. El gob­ier­no con­sti­tu­cional fue der­ro­ca­do. En la mañana de aquel funesto día, efec­tivos de las Fuerzas Armadas al man­do del teniente coro­nel Hernán Albor­noz Niño allanó la quin­ta ‘Marisela’ en Los Palos Grandes, res­i­den­cia de Gal­le­gos. En la tarde de ese mis­mo día 24, el Pres­i­dente fue con­duci­do pri­sionero a la Acad­e­mia Mil­i­tar por el coman­dante Raúl Cas­tro Gómez, direc­tor de la ya nom­bra­da insti­tu­ción”. El gob­ier­no elegi­do en las urnas había dura­do meses, de febrero a noviembre.

El 5 de diciem­bre de 1948, el depuesto pres­i­dente Gal­le­gos tuvo que irse de Venezuela . “Sal­go del país”, dejó dicho en una comu­ni­cación, “expul­sa­do por las Fuerzas Armadas que se han adueña­do del gob­ier­no de la Repúbli­ca y de las cuales he sido pri­sionero des­de la mañana del miér­coles 24 de noviem­bre de 1948. No he renun­ci­a­do a la Pres­i­den­cia de la Repúbli­ca a que me llevó el voto del pueblo en la jor­na­da democráti­ca de las elec­ciones efec­tu­adas el 14 de diciem­bre del año anterior”.

Fue elec­to Pres­i­dente de la Repúbli­ca en diciem­bre de 1947, con­vir­tién­dose en el primer man­datario en la his­to­ria vene­zolana en ganar en unos comi­cios por votación popular

Regresó a Venezuela diez años después, el 2 de mar­zo de 1958, sem­anas después de la caí­da de la dic­tadu­ra de Pérez Jiménez, quien había sido uno de los con­ju­ra­dos de noviembre.

El sába­do 5 de abril de 1969, Rómu­lo Gal­le­gos murió en Cara­cas. Y el 14 de junio de 2016, su tum­ba en el Cemente­rio Gen­er­al del Sur fue pro­fana­da. Los crim­i­nales se lle­varon el már­mol que cubría el mau­soleo y los restos de los cuer­pos del expres­i­dente y su famil­ia. Se igno­ra el paradero de las reliquias.

–¿Cómo pudo ser der­ro­ca­do el gob­ier­no de Rómu­lo Gal­le­gos, sin dis­parar un solo tiro, sin una sola mov­i­lización de respal­do, sin acti­var las orga­ni­za­ciones sindi­cales y agrarias, sin resisten­cia de los mil­itares de men­tal­i­dad democráti­ca? –se pre­gun­ta Rafael Simón Jiménez, en su libro “El pleito entre los dos Rómu­los- Ver­dades descono­ci­das sobre el golpe del 24 de noviem­bre de 1948” (Cara­cas, 2014).

Entre las respues­tas que ati­na el his­to­ri­ador bar­inés sobre­sale el hecho de que “AD era un par­tido resque­bra­ja­do en su unidad. […] Existía además una ten­den­cia anti­betan­curista que rode­a­ba a Gal­le­gos, y que lo insta­ba a deslin­darse del pres­i­dente de AD. Las rela­ciones del pres­i­dente de la Repúbli­ca no eran bue­nas, no solo con Rómu­lo Betan­court, a quien había insta­do a aban­donar el país, sino con otros miem­bros desta­ca­dos del par­tido como Val­more Rodríguez, figu­ra históri­ca de AD y pres­i­dente del Con­gre­so Nacional. […] Dis­tan­ci­a­dos e inco­mu­ni­ca­dos los dos líderes civiles máx­i­mos, el pres­i­dente Gal­le­gos y el ex pres­i­dente Rómu­lo Betan­court, las ini­cia­ti­vas de Acción Democráti­ca para enfrentar la cri­sis políti­ca y el even­tu­al golpe mil­i­tar, se resen­tirán de coheren­cia, pues entre el primer man­datario y su gabi­nete, y el par­tido de gob­ier­no, sur­gen dis­tin­tas apre­cia­ciones sobre la real­i­dad de la situación y la man­era de superarla”.

En entre­vista para esta nota, Rafael Simón Jiménez dice que en la tra­ma que con­cluye con el golpe de Esta­do y der­ro­camien­to de Gal­le­gos se entre­cruzan var­ios hechos, entre los que desta­ca el pro­pio pres­i­dente-escritor que “afer­ra­do inflex­i­ble­mente a con­vic­ciones morales, se nie­ga a nego­ciar con el alto man­do mil­i­tar”, en con­traste con Betan­court, quien sí esta­ba dis­puesto a ced­er a las exi­gen­cias de los uni­for­ma­dos para alle­garse a un acuer­do que per­mi­tiera man­ten­er el poder.

–Por cier­to –dice Jiménez- un dato anecdóti­co de las vísperas del 24 de noviem­bre es que el det­o­nante del golpe es un tit­u­lar de Últi­mas Noti­cias que proclam­a­ba: ‘Tre­scien­tos mil tra­ba­jadores par­alizarían el país si se aten­ta con­tra la con­sti­tu­cional­i­dad”. Los mil­itares habían esta­do nego­cian­do con diri­gentes de AD, en la casa de la mamá de Del­ga­do Chal­baud has­ta la madru­ga­da del día ante­ri­or, y se habían estable­ci­do acuer­dos par­ciales, pero la apari­ción de ese tit­u­lar es toma­do como una rup­tura de cualquier posi­bil­i­dad de entendimien­to, por lo que se dio luz verde al golpe.

Para el escritor e his­to­ri­ador Rafael Arráiz Luc­ca, el golpe mil­i­tar con­tra Gal­le­gos “evi­den­ció que un sec­tor deter­mi­nante de las fuerzas armadas no quería el juego democráti­co. Dos fuerzas, dos tradi­ciones históri­c­as, debat­en en Venezuela des­de la fun­dación de la Repúbli­ca en 1811: una fuerza cen­tral­ista y otra de incli­nación fed­er­al. Los mil­itares se han ubi­ca­do en una y otra. Esas dos tradi­ciones se entrete­jen con otras dos, la autori­taria y la democráti­ca. En algu­na medi­da, estas líneas siguen vivas en nue­stro país”. Inter­ro­ga­do por la man­era en que aque­l­los suce­sos nos inter­pelan hoy, 70 años después, Arráiz responde: “Nos dicen que la democ­ra­cia tiene que ser un proyec­to com­par­tido por los mil­itares. Debe ser el proyec­to de todos”.

Al final de “El piano viejo”, cuan­do los her­manos ene­mis­ta­dos se reú­nen para el funer­al de Luisana, se tra­ban en dis­cu­siones tan crispadas que lle­gan a sacar armas. Y cuan­do están a pun­to de entre­garse a la vio­len­cia frat­ri­ci­da, sue­na de pron­to “un suave sonido, dulce, aunque destem­pla­do”. Se había solta­do aque­l­la tecla que aho­ra venía a envolver­los en una atmós­fera de rec­on­cil­iación. Y alivio.

Foto de por­ta­da: Rómu­lo Gal­le­gos. Fotografía del Archi­vo de Fotografía Urbana

CorreodeLara

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