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Macario Yépez no participó en el asesinato del gobernador Aguinagalde

 

Juan José Peralta
Periodista


Para algunos historiadores el asesinato del prócer de la independencia Martín María Aguinagalde, gobernador de la provincia de Barquisimeto, en julio de 1854 en su residencia por partidarios del general Páez, es uno de los antecedentes de la guerra federal, también llamada guerra larga o guerra de los cinco años que asoló al país entre 1859 y 1863, el más largo y costoso enfrentamiento armado posterior a la independencia.

En 1854 gob­ern­a­ba a Venezuela el gen­er­al José Gre­go­rio Mon­a­gas quien recibió la pres­i­den­cia de manos de su her­mano José Tadeo, ambos lib­erales aunque lle­garon al poder con apoyo de los con­ser­vadores u oli­gar­cas encabeza­dos por el caudil­lo llanero gen­er­al José Anto­nio Páez.

Esta repúbli­ca vivía con­vul­sion­a­da por la políti­ca des­de que nació en 1830, cuan­do Páez sep­a­ró al depar­ta­men­to Venezuela de la Gran Colom­bia, con­vocó una con­sti­tuyente y por primera vez se con­for­mó como nación libre y sober­ana. Antes fue cap­i­tanía gen­er­al y así estu­vo en guer­ra has­ta for­mar parte de la Gran Colom­bia, el sueño de Simón Bolí­var pero los vene­zolanos no esta­ban de acuer­do con el Lib­er­ta­dor. Esa es otra crónica.

Tratado de Coche

La guer­ra fed­er­al, ésta cos­tosa con­frontación que oca­sionó la muerte de unos 200 mil vene­zolanos entre sí, con­cluyó con la fir­ma del Trata­do de Coche en 1863 por el gen­er­al Juan Crisós­to­mo Fal­cón, líder de los vence­dores lib­erales fed­er­al­is­tas y el caudil­lo José Anto­nio Páez, líder de los der­ro­ta­dos con­ser­vadores u oligarcas.

Icóni­ca plaza Macario Yépez de Bar­quisime­to, ubi­ca­da en el sitio de la Cruz Blan­ca, hoy Urban­ización Nue­va Segovia, en donde la imá­gen de la Excel­sa Div­ina Pas­to­ra hace su primera para­da en su acos­tum­bra­da visi­ta a la ciudad

Origen de la guerra 

Cuan­do el cen­tau­ro llanero fue elegi­do pres­i­dente para el primer perío­do de cua­tro años, la pugna entre los con­ser­vadores del caudil­lo con los lib­erales fue de con­frontación. Los primeros des­de el poder a quienes se acus­a­ba de man­ten­er la mis­ma estruc­tura de la colo­nia. Los lib­erales querían repar­to de tier­ras y cese de la esclav­i­tud, además de una estruc­tura fed­er­al. Ese fue el ori­gen de la guerra.

El asesinato del gobernador

Ese ambi­ente de con­frontación en Bar­quisime­to llevó al asesina­to del gob­er­nador Martín María Aguina­galde cuan­do almorz­a­ba con su ami­go José Par­ra, quien cor­rió la mis­ma suerte. Su cuña­do Pedro Planas resultó heri­do y sobre­vivió al crimen.

Padre Rald­i­riz. Fuente CorreodeLara.com

Nar­ró Juan Pablo Lara que al mediodía de aquel 12 de julio se escuchó un griterío por la plaza con estru­en­dos de cohetes. Él tomó una espa­da del cin­turón que esta­ba sobre una sil­la y Aguina­galde empuñó dos pis­to­las y salieron a hac­er frente al grupo de alboro­ta­dos que entró en tro­pel a la casa del gobernador.

Entre otros com­plota­dos iden­ti­fi­ca­dos después como “unos pobres dia­b­los”, José María Vásquez, Neme­sio López y Tor­cu­a­to Pérez, con fras­es soe­ces entraron a la fuerza al despa­cho y apuñalaron al man­datario y su amigo.

Acusan a Macario Yépez

Se acusó a un grupo de oli­gar­cas y líderes con­ser­vadores de acaudil­lar y pro­mover la con­spir­ación con­tra el man­datario, entre quienes ase­gura­ban esta­ba el sac­er­dote Macario Yépez. Las inves­ti­ga­ciones y los tes­ti­gos rec­haz­aron la calum­nia con­tra el cura quien en juicio cel­e­bra­do fue absuel­to de toda culpa.

El 14 de enero de 1856 Yépez tra­jo des­de San­ta Rosa la ima­gen de la Div­ina Pas­to­ra a Bar­quisime­to para pedirle deten­er la epi­demia del cólera que afecta­ba a la población. Yépez murió de tifus que degen­eró en cólera el 16 de junio de ese mis­mo año.

Su ini­cia­ti­va de traer a la ima­gen des­de San­ta Rosa la repi­tió el padre José María Raldíriz al año sigu­iente quien ini­cio la tradi­ción que todos los 14 de enero con­vo­ca a los larens­es a la pro­ce­sión de la Div­ina Pas­to­ra que repite aque­l­la fecha.

Los Aguina­galde

El apel­li­do Aguina­galde suele crear errores entre los despre­venidos pues provo­ca rara con­fusión entre dos caroreños de acción desta­ca­da en la región, el mil­i­tar y políti­co Martín María Aguina­galde, con su pari­ente el médi­co y pen­sador políti­co Ilde­fon­so Riera Aguina­galde.

Con­viene aclarar que al primero lo asesinaron en su casa –donde  fun­ciona­ba la gob­er­nación, como se acos­tum­bra­ba entonces– en la car­rera 19 con la calle 22, donde una pla­ca en la pared recuer­da que allí el gob­er­nador fue apuñal­a­do por par­tidar­ios del gen­er­al Páez.

En su hon­or fue bau­ti­za­do con su nom­bre un salón del viejo Pala­cio de Gob­ier­no con­stru­i­do en 1930 por el gen­er­al Eusto­quio Gómez en la car­rera 19 con calle 25, a tres cuadras del hor­ren­do crimen políti­co que causó hon­do impacto en el Bar­quisime­to de entonces. Había naci­do en Caro­ra el 12 de noviem­bre de 1793. 

Muy joven par­ticipó Aguina­galde en el ejérci­to patri­o­ta, des­de 1813 a las órdenes de los gen­erales José Félix Ribas y Rafael Urdane­ta.  Final­iza­da la guer­ra se incor­poró a la políti­ca y fue diputa­do y luego senador por la provin­cia de Bar­quisime­to para ser elegi­do después gob­er­nador, car­go en el cual fue asesina­do. Sus restos yacen en la capil­la del Cristo de la igle­sia de San Juan Bautista de Caro­ra, la cap­i­tal del munici­pio Torres.

Naci­do en hog­ar caroreño el 1º de febrero de 1832, hijo de Manuel Riera y Fran­cis­ca Aguinalde, los primeros pasos en la for­ma­ción educa­ti­va de Ilde­fon­so estu­vieron sig­na­dos por su tío mater­no fray Ilde­fon­so Aguina­galde, edu­cador y reli­gioso larense del siglo XIX expul­sa­do de Caro­ra por la godar­ria por su cris­tian­is­mo mil­i­tante e ideas liberales.

Egre­sa­do de la Uni­ver­si­dad de Cara­cas como médi­co, Ilde­fon­so Riera Aguina­galde al año sigu­iente se suma a las mili­cias fed­erales y más tarde es fun­cionario de con­fi­an­za del mariscal Juan Crisós­to­mo Fal­cón. Con­flic­tos con el pres­i­dente Anto­nio Guzmán Blan­co lo lle­varon a la cár­cel donde pro­du­jo impor­tantes ano­ta­ciones del cris­tian­is­mo mil­i­tante y pen­samien­to lib­er­al inspi­radas en la for­ma­ción de su tío y su for­ma­ción religiosa.

Los tex­tos eran remi­ti­dos a su her­mano, el cura Andrés Manuel Riera Aguina­galde, quien cada domin­go los leía y después le comenta­ba para su sat­is­fac­ción. El rescate, cuida­do y difusión de su obra escri­ta se debe al human­ista caroreño, don Cecilio Zubil­la­ga Per­era, quien siem­pre mostró gran afec­to por su paisano y respeto por su pro­duc­ción intelectual.

Su obra políti­ca de pen­sador está espar­ci­da en car­tas y artícu­los en los diar­ios de su tiem­po. Fal­l­e­ció en París el 24 de mar­zo de 1882, donde sus restos esper­an por su repatriación.

CorreodeLara

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