La ignorancia ha negado a Casta J. Riera reconocimiento a sus méritos
Si alguien en esta Capital Musical de Venezuela merece que le pongan su nombre a un bulevar es Casta Joaquina Riera, una desprendida educadora falconiana quien desde su arribo a estas tierras aprendió y enseñó valores de ciudadanía y sembró cultura y educación, tareas nobles aún no reconocidas en el grado que lo merece.
Sólo la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado ha creado un premio a la tarea secretarial de sus trabajadoras con el premio “Casta J. Riera”, venezolana sin par, porque el Consejo Legislativo creó desde 2002 una orden con su nombre para reconocer a intelectuales y personajes de la cultura y aún no ha sido conferida, por lo cual su descendencia ha solicitado su activación.
Hija de Solón Riera y Joaquina Camacho quien falleció al dar a luz, Casta Joaquina Riera, nació en Churuguara, capital del municipio Federación del estado Falcón el primero de julio de 1910 y siendo una niña la trajeron al Barquisimeto pueblerino de los tiempos del tirano general Juan Vicente Gómez donde habría de cumplir una fecunda labor como educadora, periodista radial y promotora cultural aún no reconocida.
“Todo cuanto hizo lo realizó sin ayuda de nadie, sacrificando su propio peculio y su propia comodidad, y lo hacía con extraordinaria generosidad, sin discriminaciones ideológicas. De nada valieron contra ella ni la incomprensión, ni las mezquindades humanas; poco a poco fue imponiéndose en un medio para ese entonces sumamente difícil. Y se dedicó con fe y voluntad a despertar conciencias, a fortalecer voluntades y a sembrar en la gente joven el deber de ser útiles a la comunidad, a luchar por un noble ideal y a darse con amor a la obra que nos hace dignos para justificar nuestra presencia en la tierra. Fue dulce y tierna con los niños, respetuosa con los ancianos, amiga y compañera leal con sus amigos, generosa con todos, realizó su obra cultural en silencio. Jamás se le oyó una crítica, menos una ofensa”, la describió el Ateneo de Churuguara –que lleva su nombre– en una de sus publicaciones.
En honor a su maestro, el fotógrafo y educador oriundo de la trujillana Carache Sinforiano Mosquera Suárez, en 1937 fundó el Instituto de Comercio “Mosquera Suárez” donde las estudiantes aprendían los secretos de la oficina y la administración, profesionales requeridas en la región por su diploma.
Cuentan que para enseñar mecanografía le tapaban las letras a las teclas de la maquina manual, para que aprendieran a escribir sin ver el teclado.
Refiere Carlos Eduardo López en una de sus publicaciones de la Fototeca, que “del Instituto “Mosquera Suárez” egresaron 36 promociones en las áreas de secretariado comercial, mecanografía y taquigrafía. Los salones del instituto sirvieron de escenario a diversas manifestaciones culturales: recitales de poesía, exposiciones, y conferencias”.
En 1939 creó la Asociación Cultural “Mosquera Suárez” y desde allí impulsaría importantes espacios educativos y culturales de la ciudad. Creó el Salón de Lectura “José Ramón Alvarado”, referente durante 23 años en cuanto a la singularidad de la biblioteca con la cual contaba.
Fundó la revista “Alas” en 1940 donde abogó por el derecho de la mujer al voto y en sus páginas promovió a los noveles poetas de entonces, Julio Garmendia, Hermann Garmendia, Rafael Cadenas, Alberto Anzola y Antonio Urdaneta, entre otros y ese mismo año convocó un Concurso Nacional de Cuentos con una nutrida participación.
Por más de dos décadas mantuvo en Radio Barquisimeto su programa dominical “Panorama Cultural” con una visión universal de la cultura, a partir de la ciudad, labores reconocidas en 1968 con el Premio “Mujer de Venezuela”.
Es corto el espacio para enumerar muchas más acciones de Casta J. Riera, como se la conoció, de inconmensurable obra en la ciudad y por eso es una dolencia que por ignorancia se le hayan regateado los merecidísimos reconocimientos a su labor, aunque muchas veces se premia con medallas y menciones a trepadores y arribistas, por ser alborotadas obras del compromiso político o social.
Por Juan José Peralta
Periodista
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