CrónicasReportajes

Sobre la histórica Hacienda Agua Viva

 

José Luis Sotillo
Cronista parroquial de Agua Viva


La unidad de producción agrícola Agua Viva, conocida en las actuales circunstancias como Hacienda Agua Viva, fue un importante eje de labores productivas situada en un área geográfica inmersa en el amplio Valle del turbio, según los cuales su establecimiento seria a partir de mediados del siglo XIX; precisamente en una porción de territorio que antes correspondía a los linderos de la antigua Hacienda Tarabana. En una extensión geo-historica llamada Sabanas de Tarabana. 

 De acuer­do a fuentes doc­u­men­tales, la hoy emblemáti­ca y relu­ciente Hacien­da Agua Viva, fue cono­ci­da des­de sus ini­cios como “San­ta Ele­na”; cuyas tier­ras esta­ban ded­i­cadas a la explotación agrí­co­la de la caña dulce; no obstante otros datos doc­u­men­tales acer­ca de sus lin­deros ter­ri­to­ri­ales, rela­tan como para 1836 en el sec­tor cono­ci­do como Tara­bana arri­ba; lin­deros nat­u­rales ante­ri­ores a la hoy hacien­da en cuestión; ini­cial­mente estu­vieron cul­ti­va­dos por planta­ciones no solo de cañame­lar, sino tam­bién por sem­bradíos de cacao, los cuales fueron susti­tu­i­dos en su total­i­dad por los sem­bradíos de caña.

 Nece­sario es agre­gar que de acuer­do al Padrón de Aguas del Dis­tri­to Cabu­dare, fecha­do en la últi­ma déca­da del siglo XIX, en sitios del entorno de Agua Viva, se pre­cisa la exis­ten­cia de méto­dos de riego cono­ci­dos común­mente como bucos o rau­dales, des­ti­na­dos al mis­mo cul­ti­vo de la caña, muchos de los cuales bor­de­a­ban con sus cristali­nas aguas a esta impor­tante unidad agrí­co­la de la zona.

Para nadie es ocul­to que con el establec­imien­to de la hacien­da, en sus espa­cios se acced­ería a estable­cer en las postrimerías del siglo XIX y en la déca­da sigu­iente, la indus­tria papelon­era, labor que sig­nifi­co un auge de espe­cial huel­la en la bonan­za del sitio del caserío “La Agua­vi­va”; y sus alrededores. 

Ya para finales del siglo XIX y primera eta­pa del XX; en las prox­im­i­dades veci­nas a la hacien­da, comen­zaron a lle­gar un sig­ni­fica­ti­vo núcleo de manos labo­riosas prove­nientes de la lejana región de Curarigua. Quienes casi de man­era inmedi­a­ta pasarían tra­ba­jar en el antiguo trapiche que existía con­tiguo a la hacien­da. Y así tam­bién, muchas de estas famil­ias fueron ocu­pan­do algunos ter­renos con casas con­stru­i­da con los méto­dos tradi­cionales de bahareque.

Según tes­ti­mo­nios orales de algunos longevos per­son­ajes del Agua Viva de vie­jas épocas; dan fe de como la vida reli­giosa de su inti­mo entorno estu­vo vin­cu­la­do al pro­pio eje de la hacien­da, ya que años después de la creación de esta unidad pro­duc­to­ra, uno de sus primeros propi­etar­ios Pedro Anto­nio Guedez; dueño de esta típi­ca casa de hacien­da; for­malizaría la edi­fi­cación de un ora­to­rio inter­no en la propia hacien­da, y con ello orde­no eri­gir la ya desa­pare­ci­da Cruz que repos­a­ba a un costa­do del viejo camino a Tere­paima, jus­to en la entra­da del pueblo. Con moti­vo del recibimien­to de la ima­gen de la Humil­dad y Pacien­cia, cuan­do fue traí­da al caserío por primera vez. Esta ima­gen com­pra­da por el pro­pio Pedro Guedez el 27 de octubre de 1870, estu­vo res­guarda­da en el par­tic­u­lar ora­to­rio San­ta Cecil­ia; nom­bre por el que se le cono­ció a la capil­la lev­an­ta­da en el inte­ri­or de la hoy hacien­da Agua Viva.

CorreodeLara

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