Juan Guillermo Iribarren: epónimo de la venezolanidad
Carlos Giménez Lizarzado
Historiador y editor
El gentilicio venezolano como esencia que ha cohesionado nuestra nación desde finales del siglo XVIII y puesto en alto relieve con el mismo inicio de la independencia política, se forjó en un largo tiempo histórico-social fraguado a lo interno del régimen imperial español en especial en el dominio de Carlos III.
En aquel proceso de configuración del ser mestizo hispanoamericano y por ende del venezolano, había jugado un rol determinante la acción pobladora y educativa cristiana de los franciscanos, agustinos, capuchinos, dominicos, jesuitas y mercedarios; con ellos y a pesar de sus disputas doctrinarias se fue dando la integración territorial de las antiguas provincias coloniales organizadas y delimitadas por la metrópoli española.
La crisis de la monarquía a partir de 1808 con las abdicaciones de Bayona, debilitó el sistema colonial y puso en evidencia los intereses autonómicos de las provincias hispanoamericanas integradas a la metrópoli, que se solapaban en nombre de la soberanía de Fernando VII.
En 1781, el Intendente José de Abalos, había expuesto en una memoria enviada a Carlos III, las tendencias separatistas de las colonias españolas lo que colocaba en ciernes el derrumbe del imperio. El “liberalismos español” se abre paso entre el caribe y el atlántico, cuaja en las mismas instituciones del sistema colonial como la Intendencia de Ejercito y Real Hacienda, Real Audiencia y Real Consulado de Caracas.
Alejandro de Humboldt en sus observaciones por el territorio venezolano y al caracterizar la atmosfera cultural e intelectual de la Caracas de 1799–1800, visualiza también la inevitable vocación de las elites criollas por la autonomía. (Un estudio de rigor documental e interpretativo puede verse en Reinaldo Rojas, El 19 de abril de 1810 y otros estudios sobre la independencia. Barquisimeto, Quinta edición, Fundación Buría, 2010)
Si bien es cierto, que el ideal emancipador desarrollado en las colonias españolas se explica por un conjunto de factores externos, fundamentalmente geopolíticos, del Siglo de la ilustración y de la expansión del utilitarismo inglés, cuya enseñanzas en la igualdad natural de los hombres y el espíritu democrático representativo serán confrontadas por hombres como Francisco de Miranda, Juan German Roscio, Francisco Iznardi, Miguel José Sanz, Andrés Bello, Simón Rodríguez y Simón Bolívar quienes elaboraron sus propios proyectos de soberanía en el mencionado contexto de la Ilustración, no es menos cierto, que el ideal libertario en nuestros territorios adquirió una singularidad dada por el complejo mestizaje que tuvo lugar en Venezuela tanto en el siglo XVIII como en el mismo proceso de la independencia. Esta singularidad es adquirida al calor de las luchas escenificadas por las huestes españolas, las rebeliones de los negros esclavos y el imberbe ejército formado a lo largo y ancho del territorio que hoy llamamos Venezuela.
De los ejércitos que enfrentan los intentos militares de España por mantener bajo dominio a sus antiguas colonias, jugaron un papel protagónico los formados en los llanos venezolanos. Conocidas son las heroicas acciones de los soldados que combatieron en Las Queseras del Medio, Boyacá, Carabobo, Bomboná, Junín y Ayacucho, para citar las más estratégicas batallas, pues, un numeroso de pequeños combates explican la formación de los ejércitos que bajo la dirección de Bolívar, Páez, Sucre, Urdaneta, Piar y Mariño, hicieron posible la independencia política de las colonias que estuvieron bajo el dominio de la metrópoli española; a partir de 1818, es significativa la influencia militar y organizativa de la Legión Británica, prevista en 1817 como acuerdo entre el ex oficial del ejército británico H.C. Wilson y Luis López Méndez, residente en Londres como representante del supremo gobierno de las provincias unidas de Venezuela, sería un cuerpo o regimiento de caballería compuesto de seiscientos hombres, “que han de llamarse Húsares rojos de Venezuela”.
El Ejército Libertador del Llano
Como lo ha denominado Miguel Acosta Saignes, el Ejército Libertador del Llano desempeñó un papel fundamental en ese proceso que fraguó la venezolanidad, esencia que surge en la compleja confrontación militar, política e intelectual de la independencia. El llanero vendría a expresar el sentimiento de identidad, ‑sintetizado en Patria y Llanura-, constituyendo una verdadera escuela para la preparación y formación de los comandos militares protagonistas de las distintas batallas ocurridas en Hispanoamérica, que en conjunto impulsaban la emancipación. Nuestro ideal libertario se catalizó por la relación hombre mestizo y medio natural. Mestizaje que se inicia desde que el hijo del español nacido en América asimiló el entorno geográfico y la atmósfera sociocultural de la tierra en que vive. Los “blanqueados jurídicamente” no dejarán de ser criollos. Esto explicaría en parte la acción de muchos blancos criollos en la gesta de la independencia.
Con razón ha señalado Laureano Vallenilla Lanz, que en “Venezuela aun los que nacemos en las cordilleras y las costas tenemos algo de llanero”. De manera que la alusión no sería a una realidad geográfica bien delimitada por la naturaleza como lo es el Llano, sino a la síntesis histórica que engendró el sentimiento de independencia e igualdad que caracteriza al ser de la venezolanidad.
De allí que el Ejército Libertador del Llano encarnó la espiritualidad de una nación que estaba en génesis, ya que sin la resistencia y audacia de este ejército hubiese sido imposible la cristalización de la emancipación política de las naciones que conforman una gran parte del continente latinoamericano.
En este sentido, hay que recordar como rasgo natural del hombre nacido en el llano la observación hecha por Agustín Codazzi en 1841, cuando señaló: “Acostumbrados desde su juventud a domar el potro, a luchar con el toro, a pasar a nado los ríos caudalosos y a vencer en singular combate al caimán y al tigre, los llaneros se acostumbran a despreciar los peligros”. Este es el primer carácter psicológico que explica el amor natural a la libertad y a vencer los obstáculos del medio como condición para la vida.
El Libertador Simón Bolívar sintetizó la simbiosis entre el carácter libertario de los hombres de nuestras tierras y el medio. En el congreso de Bolivia señaló: “La naturaleza salvaje de este continente expele por sí sola el orden monárquico: Los desiertos convidan a la independencia”.
Así lo entendieron los mestizos nacidos y criados en los Llanos. Se podía ser hijo de español o blanco criollo, pero al encenderse el ideal independentista en otras latitudes del mundo, aquí en Venezuela encontró fertilidad y maduró rápidamente pues la libertad se fraguaba en los largos trescientos años de dominación colonial. De manera que la venezolanidad es la esencia que surge en el proceso de emancipación con importantes hitos entre 1810 y 1821. Por eso quienes realizaron acciones intelectuales y militares en este complejo proceso expresan en distintas dimensiones la venezolanidad.
Del mencionado Ejército Libertador del Llano formó parte transcendental la figura de Juan Guillermo Iribarren; nacido en Araure el 25 de marzo de 1797, es reconocido por los barquisimetanos como su epónimo, hecho que se vincula a las relaciones geohistóricas y culturales entre los distintos espacios geoeconómicos que surge desde la colonia y que forman la totalidad del territorio venezolano, pues la libertad no tiene fronteras, y este principio hermanó a los distintos hombres que acompañaron a Sucre, Mariño, Urdaneta, Páez y Bolívar a la cruenta contienda por la independencia hispanoamericana.
Iribarren hijo de español y perteneciente los blancos criollos, “blanqueado jurídicamente” como lo demuestra Francisco Cañizales Verde en su obra: “Vida y hazaña de Iribarren”, 1994, tempranamente y por convicción habrá de sumarse y enaltecer al Ejército del Llano. Aunque formado por la rigurosidad de la familia y en el encerramiento del Seminario Tridentino, este joven venezolano a los 18 años internalizó el significado de la Independencia. Resolución que no era producto de codicia o capricho sino que se conjugan en el héroe el carácter del llanero y su condición de blanco por disposición jurídicas. Su resolución lo hará acreedor rápidamente de triunfos y reconocimientos en los campos de pelea.
La llamarada de libertad
“En los llanos surgía una intensa llamarada de libertad y hacia allá dirigió su empecinado propósito emancipador. Se pone en contacto con la naturaleza indómita, asimila con prontitud los más fuertes trabajos y agobiantes tareas de aquella geografía subyugadora y bárbara: Los usos y habilidades de singular esfuerzo físico lo hacen denominador de horizontes y, de esta manera vitaliza en ímpetu y destreza con los más osados centauros llaneros”, apunta el historiador Francisco Cañizales Verde.
No es sólo una simulación, hay que recordar como naturaleza de los jóvenes de entonces nacidos en el llano, que el primer reto de domar es la naturaleza, hecho que cultiva tempranamente en el carácter del hombre ser audaz, osado y emprendedor.
El joven Iribarren buscó el espíritu de la libertad que desde los movimientos pre-independentistas estaba echando raíces en nuestra patria, pero además de su carácter ya tenía el ideal libertario. En la carrera militar del epónimo es digna de acción que lo templará como extraordinario “emancipador”.
Iribarren: hombre resuelto, osado, intrépido
Su actuación en Banco Largo en 1817, garantizará esta posición estratégica para el desarrollo de las otras acciones militares que organizaban Bolívar y Páez para la independencia de Venezuela. Aquí el general Páez le obsequió un escudo de oro con el lema “Arrojo Asombro”. No sólo el Centauro llanero reconocía y estimulaba al joven militar, sino que en denominación Arrojo, se expresa el carácter psicológico y natural del llanero. Hombre resuelto, osado, intrépido, valor en el peligro y convencido de la causa libertaria a la que se había sumado.
El héroe de las Queseras del Medio, José Antonio Páez, ha subrayado en su “Autobiografía” que sin los triunfos obtenidos por su oficiales, capitanes y coroneles en Palmarito, Mata de la Miel, Mantecal, Yagual y Mucuritas, no hubiese sido posible ocupar las zonas estratégicas del Apure, campo fundamental tanto para los patriotas como para el ejército español, ya que este espacio garantizaba alimentos para las tropas.
Igualmente recuerda Páez que sin los éxitos obtenidos en los combates señalados, hubiese sido imposible la liberación de la Nueva Granada que se logró con la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819, combate donde también tuvo protagónica acción Juan Guillermo Iribarren. Un año antes ya el Libertador lo había condecorado con la “Orden de los Libertadores de Venezuela”, reconocimiento que Bolívar daba a quienes mostraban una conducta heroica, leal y decidida a favor de la patria, conducta que ha estrenado el guerrero en Ospino, Yagual, Mucuritas y Banco Largo.
En la estrategia de la Batalla de Carabobo donde se lograra una derrota casi definitiva del ejército español, se conjugó la disciplina y formación del Ejército Libertador del Llano con la capacidad coordinada y organizada por Bolívar. Los distintos héroes venezolanos que aquí participaron, entre ellos Juan Guillermo Iribarren, constituyeron eslabones fundamentales para el triunfo definitivo de la causa patriótica. Una vez más se demostró que la guerra no era guiada por instintos salvajes, sino por el espíritu libertario que caracterizó el ejército llanero, cuyos integrantes adquirieron y forjaron disciplina en la fundación de la nación.
Hombres que por hazañas hemos definido como excepcionales, definición imprecisa, pues lo que nos demuestra con la acción del arrojo es el carácter del deber, responsabilidad y valor en la construcción de una república asentada en valores y principios cívicos. En un mundo virtualmente homogéneo y una sociedad que estimula el consumo desmedido en nombre de la pretendida mundialización, es necesario ratificar esa venezolanidad que forjaron los ejércitos llaneros, que es decir los valientes venezolanos e hispanoamericanos. Esa esencia que se fraguó con el ejemplo y arrojo de cada uno de los que acompañaron a Bolívar, Sucre, Soublette, Urdaneta, Mariño, Páez y Juan Guillermo Iribarren, quienes a pesar de su condición militar no dejaron de darle relevancia al poder civil como garantía del proyecto republicano, los es muy válido para repensar nuestro país y la ciudad que en medio de la anarquía se juega a la destrucción y pérdida de la República Cívica-Democrática.
La imposición del deber en nuestro tiempo exige el arrojo de un epónimo como Juan Guillermo Iribarren, que expresa tanto la epónima de Barquisimeto como la venezolanidad. Sólo podemos “competir” si tenemos conciencia de la identidad y conocemos el enorme patrimonio espiritual que nos han legado jóvenes como Iribarren. El arrojo del tiempo presente es el de organizar y formar ciudadanos cohesionados por tejidos institucionales y sociales en los principios democráticos y una cultura cívica para construir y hacer un país con sentido de futuro. Miguel de Unamuno nos recuerda: “… sólo queremos saber de dónde venimos para mejor poder averiguar adónde vamos”.