El enredado suceso ocurrido a Manuel Antonio Carreño en Cabudare
Omar Garmendia
Cronista
En apostilla anterior habíamos comentado que el autor del “Manual de urbanidad y buenas maneras” Manuel Antonio Carreño se encontraba en Cabudare con su familia entre 1850 y 1852 al frente de sus negocios.
El acontecimiento es narrado por el propio Carreño en un folleto de 18 páginas publicado en 1852 con el sencillo título de “Manifiesto”. De la lectura de ese escrito se establece que un individuo (al que no identifica) se presenta en la población de Cabudare y ofrece en venta unas joyas a Carreño. Este como comerciante que era, se interesa en adquirirlas. Luego de los acostumbrados regateos y la llegada a un ajuste del precio, este se estableció en “la suma de cuarenta y pico de pesos” (pág. 4). La venta se hizo en noviembre de 1851.
Sin embargo, el mismo Carreño, adquiriente de las joyas, y pensando como buen comerciante que era, asume, en el escrito aludido, que tales alhajas no debían ser de metales finos o que aun siéndolas, el dueño ”estaría sumamente apurado y necesitaba venderlas” (pág.4).
Sucedió que en el “Diario de Avisos” de Caracas del 16 de julio de 1851, había aparecido publicada una información bajo el título de “¡¡Gran Robo!!”, donde se manifestaba la sustracción en los Valles de Aragua de un lote de joyas y piezas de orfebrería con alusiones de perlas, oro, diamantes y cubiertos de plata. El denunciante del ultraje a la propiedad privada ofrecía 400 pesos de recompensa a quien proporcionara información para dar con los forajidos causantes del desvalijamiento.
En su escrito, Manuel Antonio Carreño afirma que el hurto fue perpetrado por un par de vivianes nombrados José Antonio Noguera y Rafael Vásquez el 11 de junio en la región nombrada. Uno de ellos (Carreño no dice cuál) es el que se presenta en Cabudare y es el que le ofrece las prendas en venta (no dice cuáles).
A los pocos días, expresa Carreño en su “Manifiesto” de 1852, “se presentó a mi casa el Sr. Clemente Zárraga reclamando las enunciadas prendas con el ofrecimiento de devolverme su importe” (pág. 5). En tono acongojado Zárraga lo convence con lo de la información del aviso de prensa (que no lo muestra) y Carreño accede a devolverle las joyas.
En esos tiempos del honor, la reputación y la rectitud, la palabra valía mucho. Pero nuestro ilustre pedagogo, músico y escritor comete el error de creer en la palabra de Zárraga al no exigirle prueba legal de la propiedad de las joyas. En su escrito, Carreño deja ver que fue objeto de una artimaña para perjudicarlo, puesto que a los días el tal Zárraga se presenta ante un tribunal con unas prendas (que no se sabe si fueron las mismas devueltas por Carreño) e inculpa a nuestro narrador que había pagado menos que lo que había manifestado ante el juzgado (según Zárraga, 17 pesos y 15 pesos por uno de los fiscales).
Manuel Antonio Carreño fue ministro de Relaciones Exteriores y ministro de Hacienda (1861) durante el gobierno de Pedro Gual Escandón, maestro musical y luego en Europa agente artístico de la carrera musical de su hija prodigio Teresa Carreño
Luego de las peripecias y entramados judiciales de rigor, La instancia de más alto rango que quedaba en la ciudad de Valencia lo encuentra culpable y “decretó mi prisión” (pág. 6). El tiempo de presidio en realidad fue relativamente corto, de aproximadamente un mes. En todo caso, el inculpado se presenta el 26 de julio de 1852 con su abogado defensor Vicente Amengual y este logra fácilmente la excarcelación y exculpación de su asistido por lo amañado que había resultado el procedimiento judicial.
Después de esta amarga experiencia sufrida por el recto (y tal vez por eso ingenuo) protagonista de nuestra historia, suponemos que Manuel Antonio Carreño a causa de este acontecimiento no le quedarían ganas de quedarse en Cabudare y por eso se regresa a Caracas, a ocuparse de sus antiguos negocios editoriales y luego alcanzar los éxitos que le esperaban. Llegó a ser ministro de Relaciones Exteriores y ministro de Hacienda (1861), maestro musical y luego en Europa agente artístico de la carrera musical de su hija prodigio Teresa Carreño, quien desde los 8 años tocaba el piano como un ángel. Manuel Antonio Carreño muere en París el 4 de noviembre de 1874.