Cruz Diez recreó al crepúsculo larense y pintó de policromía un barco y una botella de vino
Juan José Peralta
Periodista
Después del famoso piso del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, la segunda obra que más enorgullece a Carlos Cruz Diez en Venezuela es el Museo al Sol Naciente construido en Barquisimeto como homenaje a sus crepúsculos y sus arreboles.
Así lo ha confesado en varias entrevistas a lo largo de su vida sobre esta policromía creada por el artista plástico venezolano que muestra los distintos matices del sol de acuerdo a la hora en la que se observe.
El próximo año se cumplirán treinta años de este majestuoso regalo de Cruz Diez y nuevo ícono de la ciudad al noreste, en la intersección de las avenidas Los Leones y Herman Garmendia con Libertador, frente al Centro Comercial Las Trinitarias, dando la bienvenida a quienes entran a Barquisimeto por esta vía.
Algunos necios consideraban mejor hacer casas con el dinero gastado en “una obra innecesaria para la ciudad” y criticaron al gobernador Enuman Suárez por la inversión en esta obra, símbolo arquitectónico de la ciudad desde 1989, cuando lo regaló el maestro, artista reconocido en el mundo entero por su obra y sus investigaciones sobre el color.
De 80 metros de diámetro, el Monumento al Sol Naciente está compuesto por 32 paneles dispuestos en forma transversal, gigantesco reloj cinético homenaje a los colores de los atardeceres de la capital musical de Venezuela. Para el desarrollo de la obra, Cruz Diez contó con el apoyo del reconocido arquitecto barquisimetano Henry Faroh. Se conoce que obras de jardinería, caminerías y espacios para la recreación no se concluyeron y es lo único que molesta al artista. Menos mal no lo ha visto cuando lo convierten en pesebre con horrorosas piezas.
Artista universal
Orgullo de la cultura universal, uno de los máximos representantes a nivel mundial del op art o arte óptico, el artista caraqueño ha aportado al arte una nueva forma de conocimiento sobre el color, ampliando su universo perceptivo.
Carlos Cruz Diez nació en Caracas en agosto de 1923 y junto con Jesús Soto es uno de los artistas cinéticos venezolanos más importantes del mundo. Diseñador gráfico y artista plástico, inició estudios en 1940 en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y desde su época estudiantil colaboró en el diario La Esfera realizando viñetas humorísticas y en la revista Tricolor como ilustrador. Al culminar estudios como profesor para artes manuales y aplicadas en 1945, ya trabajaba como director de arte para la Creole Petroleum Corporation.
Las obras que realizo en el ambiente urbano y en el hábitat, están concebidas como un discurso plástico generado en el tiempo y en el espacio, creando situaciones y acontecimientos cromáticos que cambian la dialéctica entre el espectador y la obra”. La reflexión plástica de Cruz Diez ha modificado las nociones sobre el color en el arte. La mayor parte de sus investigaciones tienen origen en lo que él denomina soportes para acontecimientos cromáticos. Su obra pone en evidencia que el color, al interactuar con el observador, se convierte en un acontecimiento autónomo capaz de evolucionar en el tiempo y el espacio real, como se aprecia en esta obra de Barquisimeto.
Pintó un barco
Finalizando agosto de 2010, la periodista Cristina Rafalli, del portal Prodavinci lo entrevistó en París a propósito de la publicación de su libro Vivir en Arte de singular subtítulo Recuerdos de lo que me acuerdo. “Es un relato de vida que transparenta con absoluta nitidez la historia del país que fue Venezuela”, señala la periodista, quien debió esperar varios días al artista porque se fue a Inglaterra a la inauguración de una obra encargada por la Bienal de Liverpool, la Tate Liverpool, el Museo Nacional de Liverpool y la Comisión para el Centenario de la Primera Guerra Mundial. Cruz-Diez diseñó una Inducción Cromática a doble frecuencia, para el casco de la Edmund Gardner Ship, una embarcación inglesa de 1953, conservada por el Museo Marítimo de Merseyside,
Esta obra –narró Rafalli– evoca la noción desarrollada por el pintor inglés Norman Wilkinson (1878–1971), autor de diferentes camuflajes para los barcos de guerra de la flota británica, quien ideó variadas tramas geométricas de complejidad lineal para convertir a las embarcaciones en objetos indescifrables para los submarinos, “no por un efecto visual de ocultamiento sino porque el diseño producía imágenes confusas que hacían imposible dilucidar la forma y el movimiento que llevaba”. Esta astucia llamada DazzleCamouflage (camuflaje por deslumbramiento) Cruz Diez lo retomó en una reinterpretación del recurso de Wilkinson.
Sin tratarse, en lo absoluto, de un libro teórico, también es posible leer en él anécdotas que conectan con la reflexión artística: “Llevaba días enfrascado en los experimentos que desembocaron en mi primera Fisicromía, cuando una mañana, luego de varias horas organizando las bandas de cartón coloreadas sobre un bastidor, observé satisfecho el efecto que tanto había imaginado: la aparición y desaparición de variados ‘climas de color’. Trasladé el bastidor hasta un rincón del estudio, lo apoyé contra una pared y tomé distancia para observar el fenómeno. Enseguida llamé a Mirtha y a los niños para que observaran el primer resultado de mi investigación. Jorge llegó corriendo y Mirtha y Carlitos, que venían detrás, no tuvieron tiempo de ver la obra; Jorge, en medio del entusiasmo, no vio el bastidor y le dio una soberana patada. Las bandas de colores volaron en todas direcciones coloreando el ambiente como en una explosión de fuegos artificiales. (…) Ya adulto, le comenté a Jorge la anécdota y lo mucho que agradezco su oportuna patada, toda vez que a partir de ese momento comencé a reflexionar sobre el color en el espacio”.
Vivir en arte, Recuerdos de lo que me acuerdo, fue editado por la Fundación Cruz Diez y disponible en librerías de Venezuela y versión electrónica en formato Kindle a través de Amazon. “Me reí mucho acordándome de las cosas amables de la vida. Cuando terminaba de trabajar me ponía a escribir. Si me acordaba de algo durante el día lo anotaba en un papel y luego lo desarrollaba. Me tomó alrededor de tres años hacer el libro”.
La última travesura
Cruz Diez ha sido un atrevido artista al incorporar su obra a espacios urbanos y son travesuras artísticas apreciables al aire libre o en ambientes abiertos, no son obras de museos y su última travesura conocida es la creación de una colección de botellas de vino ilustradas con sus policromías.
A fines de octubre la periodista Carolina Contreras escribió en El Universal que la famosa obra del maestro Carlos Cruz Diez “Cromointerferencia de color aditivo”, conocida mundialmente por ser parte del Aeropuerto Internacional de Maiquetía, llega ahora al mundo de la enología, pues las Bodegas Otazu, de Navarra, España, decidieron engalanar sus botellas de cabernet sauvignon con una de las obras más conocidas de la referencia en el cinetismo.
Desde el 30 de octubre, la nueva cosecha de este vino, viene con una etiqueta diseñada con un extracto de la “Cromointerferencia” y estará en estas botellas por 30 años. El investigador gastronómico y periodista Miro Popic explicó en su cuenta de Instagram: cada nueva cosecha tendrá una nueva etiqueta que luego se convertirá en un vitral de coleccionistas y lo catalogó “un hecho único y especial que une a la enología y a las artes plásticas. Vino de España, arte de Venezuela”.
Según la página web The Drinks Bussiness, el vino Vitral de Otazu se vendió por 2.000 euros cada botella de una producción de 688 botellas a partir de uvas de vendimia de 2013. El artista también creó una caja de madera triangular para el nuevo producto. Muchas de las botellas fueron vendidas antes de salir al mercado, en su mayoría a clientes de China, donde estas bodegas tienen amplio mercado.