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Jacinto Lara, de héroe independentista a probo magistrado

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Fue gob­er­nador de la Provin­cia de Bar­quisime­to en el peri­o­do 1843–1848


Entre el bul­li­cio y la algar­abía que se for­mó en Cara­cas aquel 19 de abril de 1810, desta­ca­ba la voz ‑agu­da y áspera- de Juan Jac­in­to Lara Melén­dez, un caroreño de 32 años que inte­gra­ba la Sociedad Patrióti­ca y era un fer­viente aus­pi­ci­ador de la Independencia.

Había naci­do en Caro­ra (hoy esta­do Lara) el 28 de mayo de 1778, quien des­de joven se ded­i­ca­ba al com­er­cio de gana­do en el Cen­troc­ci­dente de la Cap­i­tanía Gen­er­al de Venezuela.

Después de los suce­sos de aquel Jueves San­to, Lara se incor­poró a las mili­cias y com­bat­ió a las órdenes del gen­er­alísi­mo Fran­cis­co de Miran­da. En 1812 sien­do teniente coro­nel, sirvió bajo las órdenes direc­tas de Simón Bolí­var, al año sigu­iente tomó parte en la batal­la de Cúcu­ta con­tra el coro­nel Ramón Cor­rea; en 1813, acom­pañó a Bolí­var en la Cam­paña Admirable, desta­can­do en Niq­ui­tao, Los Hor­cones y Taguanes en julio de ese año, descol­lan­do en el sitio a Puer­to Cabel­lo y en las batal­las de Bár­bu­la, Trincheras y Vigirima.

El día que cumplió 36 años fue uno de los primeros en entrar en com­bate en la primera batal­la de Carabobo, el 28 de mayo de 1814, pasan­do a las órdenes del gen­er­al Rafael Urdane­ta en las acciones en el occi­dente del país, par­tic­i­pa en la reti­ra­da has­ta la Nue­va Grana­da, donde se suman a las tropas dirigi­das por el Lib­er­ta­dor, marchan­do has­ta San­ta Fe de Bogotá para enfrentar a Manuel Bernar­do Álvarez, operación con­clu­i­da en diciembre.

Fotograba­do en colec­ción del inves­ti­gador Juan José Per­do­mo inser­to en: Bar­alt y Díaz. Resumen de la his­to­ria de Venezuela. Curazao. 1887.

Con otros repub­li­canos se incor­po­ra a las fuerzas del gen­er­al José Anto­nio Páez, en los llanos de Apure, luchan­do en El Yagual, Mucu­ri­tas y la toma de San Anto­nio de Apure.

Degollina de los capuchinos

El 7 de mayo de 1817, 18 misioneros y dos enfer­meros fueron traslada­dos a una laja cer­ca del tem­p­lo de San Ramón de Caru­achi, en la Guayana vene­zolana, allí fueron degol­la­dos uno por uno, luego que­ma­dos y sus restos lan­za­dos al río Caroní, de la eje­cu­ción sumaria respon­s­abi­lizaron al entonces teniente coro­nel Juan Jac­in­to Lara y al capitán Juan de Dios Monzón. Otros siete capuchi­nos lograron escapar con algunos indios car­ga­dos de ropa, dinero, pólvo­ra y fusiles que ter­mi­naron en las manos de los realistas.

El desa­pare­ci­do peri­odista y cro­nista Juan José Per­al­ta, rela­ta que el Esta­do May­or repub­li­cano había resuel­to trasladar los capuchi­nos a Div­ina Pas­to­ra, pueblo más al inte­ri­or de la provin­cia en caso de que los real­is­tas avanzaran.

No obstante, el ofi­cial a car­go, quien desconocía la geografía local, entendió “se les enviara con la Div­ina Pas­to­ra”, es decir, con la Vir­gen María y los eje­cu­taron. Esa fue la jus­ti­fi­cación, por tan­to, fueron absuel­tos de todo car­go. Los autores mate­ri­ales fueron indios de las misiones.

La degol­li­na fue con­sid­er­a­da una ven­gan­za por los crímenes de los real­is­tas en la Casa Fuerte de Barcelona el 7 de abril de ese mis­mo año, donde asesinaron a niños, mujeres, ancianos y enfer­mos allí refu­gia­dos y las eje­cu­ciones que hizo Moril­lo en Nue­va Grana­da; sin embar­go, fue repu­di­a­da y cal­i­fi­ca­da como hecho san­guinario y cru­el, innece­sario e indig­no de la causa republicana.

Sucre y sus esta­do may­or en Pich­in­cha, en donde destacó Jac­in­to Lara

Se fue al Sur por la libertad

Estu­vo Lara entre el esta­do may­or que acom­pañó Bolí­var en la der­ro­ta de Pablo Moril­lo en Cal­abo­zo en 1818.

Jun­to al gen­er­al Fran­cis­co de Paula San­tander ven­ció a Car­los Toirá, favorito del vir­rey Juan de Sámano en Casanare en 1819 como sub­jefe del Esta­do May­or del Ejérci­to Lib­er­ta­dor. En 1821, Lara es nom­bra­do gob­er­nador de San­ta Mar­ta y Carta­ge­na de Indias.

Escribe el his­to­ri­ador Car­los Giménez Lizarza­do que, durante la cam­paña del sur se unirá a Sucre para dar la más grande de las con­tien­das del Ejérci­to repub­li­cano, la Batal­la de Ayacu­cho. Se cerra­ban veinte años de guer­ras y allí esta­ba Lara, ase­gu­ran­do la con­tinuidad de la independencia.

Gobernador de provincia

Cuan­do es requeri­do para asumir el man­do de la Provin­cia de Tun­ja, el Lib­er­ta­dor resalta sus cual­i­dades mil­itares y admin­is­tra­ti­vas, expresando:

El 26 de enero de 1827, Lara es apre­hen­di­do en Lima, donde comand­a­ba la División Colom­biana Aux­il­iar del Perú, al tri­un­far allí una con­spir­ación con­tra el Lib­er­ta­dor, pro­movi­da por el vicepres­i­dente de la Gran Colom­bia, Fran­cis­co de Paula San­tander. Es expul­sa­do a Colombia.

Cumpl­i­das sus obliga­ciones de hom­bre de Esta­do, regre­sa enfer­mo a su pueblo natal y aun así por exi­gen­cia de Bolí­var es nom­bra­do Inten­dente y coman­dante Gen­er­al del Depar­ta­men­to Orinoco has­ta 1829, cuan­do nue­va­mente vuelve a Carora.

Su obra civil

En 1843, con moti­vo de la muerte del gob­er­nador Bern­abé Planas en Bar­quisime­to el 30 de enero de 1843, se prac­ti­caron elec­ciones para la des­i­gnación del nue­vo gob­er­nador de la provin­cia, sien­do el gen­er­al Lara el abanderado.

El cro­nista Eliseo Sotel­do apun­ta que, durante la gestión de Lara, «fue cuan­do por primera vez se vieron en Bar­quisime­to, esos her­mosos tor­neos cívi­cos, hubo gran movimien­to en la pren­sa, pues cir­cu­laron muchos per­iódi­cos, muchísi­mas hojas sueltas y var­ios folletos».

Añade que el gen­er­al Lara «se encar­gó de la Gob­er­nación el 8 de diciem­bre, car­go que desem­peñó por cua­tro años», has­ta enero de 1848.

El senador larense Pedro París Mon­tesinos describe que, en el peri­o­do del gob­ier­no civ­il de Lara, «fue de cier­ta cal­ma, pues dis­min­uyeron las revueltas caudil­lis­tas, pese a que se car­ac­ter­izó por una agu­da cri­sis económi­ca y fis­cal en la nación».

En sus fun­ciones como gob­er­nador, «el gen­er­al Lara hizo un gob­ier­no pro­gre­sista y pro­tec­tor de los dere­chos de los ciu­dadanos”, ano­ta Sil­va Uzcátegui, adi­cio­nan­do que “con las escue­tas rentas, dotó a Bar­quisime­to de una Casa de Gob­ier­no, amplia y cómo­da para que en ella fun­cionaran varias ofic­i­nas públicas».

Otras obras real­izó Lara, como el embel­lec­imien­to de la lagu­na de La Mora, con la siem­bra de unos cien árboles, que estu­vo situ­a­da en los espa­cios de la actu­al Plaza Juan de Villegas.

Reparó algu­nas calles de Bar­quisime­to, Cabu­dare, Yaritagua, Siquisique y Caro­ra según describe su informe a la Diputación Provin­cial de los años 44 y 45. Refiere el man­u­scrito que se eje­cu­taron rel­lenos en las calles de los cruces de la Lagu­na de Los Álam­os (cen­tro de la ciudad).

En mate­ria san­i­taria, enfren­tó Lara la epi­demia ‘mal de Lázaro’, encar­e­cien­do a los leg­is­ladores “pre­v­er la dotación pre­supues­taria para la con­struc­ción de un Lazare­to (hos­pi­tal). Libró dura batal­la san­i­taria con­tra la viru­ela sis­tem­ati­zan­do “una cam­paña de vac­u­nación como úni­co preser­v­a­ti­vo de la hor­ro­rosa epidemia”.

Autor­izó entonces a la Jun­ta Supe­ri­or San­i­taria dispon­er de 400 pesos para pagar vac­u­nadores en las cabeceras de los can­tones y par­ro­quias: Puer­to Cabel­lo, San Felipe, Yaritagua y Cabu­dare, sitios que sufrieron la enfer­medad en todo su rigor.

El gob­er­nador tam­bién se pre­ocupó por con­frontar el prob­le­ma de dónde enter­rar a los muer­tos exponien­do a los leg­is­ladores: «la provin­cia no tiene un solo cemente­rio en buen esta­do y los pocos exis­tentes exi­gen reparos más o menos considerables».

Se que­jó igual­mente de la caren­cia de mer­ca­dos públi­cos y de la insu­fi­cien­cia de las patrul­las rurales. Reg­uló los jue­gos de azar y dotó a las pobla­ciones de alum­bra­do públi­co, y en cuan­to a las cárce­les en su men­saje de 1845 establece: «se hace ya muy notable su fal­ta en algu­nas parroquias».

En cuan­to a la edu­cación públi­ca, hizo con­sid­era­ciones como la división en dos las escue­las de las cabeceras de can­tón, dotan­do de 40 pesos men­su­ales a cada pre­cep­tor con la obligación de enseñar a 40 niños.

A los 81 años de edad, el 25 de febrero de 1859 muere con el cuer­po ago­ta­do, pero con el alma en paz por los trib­u­tos que rindió a la lucha por la for­ma­ción de la Repúbli­ca vene­zolana. El 24 de julio de 1911 sus restos mor­tales fueron traslada­dos des­de Bar­quisime­to e inhu­ma­dos en el Pan­teón Nacional.

En agos­to de 1881, el Gran Esta­do del Norte de Occi­dente pasa a denom­i­narse esta­do Lara. Y será el 28 de mayo que se recuerde la trayec­to­ria mil­i­tar y civ­il del gen­er­al Juan Jac­in­to Lara Melén­dez, gra­cias a las dili­gen­cias del Dr. Juan Car­mona en cal­i­dad de diputa­do, quien con hon­ra solic­itó en 1925, la magna cel­e­bración de esta fecha ante el par­la­men­to larense.


Fuentes: Juan José Per­al­ta. A Jac­in­to Lara cul­paron de la degol­li­na de veinte frailes capuchi­nos en el Caroní. www.CorreodeLara.com
Car­los Giménez Lizarza­do. Jac­in­to Lara, dimen­siones del mil­i­tar repub­li­cano. www.CorreodeLara.com
Pedro Paris Mon­tesinos. El Gob­er­nador gen­er­al en jefe Jac­in­to Lara. Asam­blea Leg­isla­ti­va del esta­do Lara. Bar­quisime­to 1993
Jorge Ramos Guer­ra. Sobre la Vida y Obra del gen­er­al Juan Jac­in­to Lara, héroe epón­i­mo del esta­do Lara. Dis­cur­so de Orden 1993

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