José Gregorio Hernández, beato y maestro de generaciones
Mario R. Tovar G.
Historiador y escritor
“Los venezolanos miramos el pasado desde nuestro presente”
Dr. Reinaldo Rojas
(El Impulso: 24-06-2009; p.D8)
Este 29 de junio se conmemoran 102 años de la muerte del “Médico de los Pobres”, Dr. José Gragorio Hernández, quien vino al mundo en la población trujillana de Isnotú, el 26 de octubre de 1864, en el seno de un hogar conformado por sus padres don Benigno Hernández Manzaneda, comerciante y doña Josefa Antonia Cisneros. Como bien lo destaca el historiador José Rafael Lovera en la revista Desafío de la Historia (Marzo; 2008; p.51), en 1874, ya fallecida su madre, se levantó un inventario de los bienes de la comunidad conyugal que, por supuesto, incluyó el fondo de comercio.
Para entonces José Gregorio tenía diez años y ese inventario nos acerca a lo que fue parte del ambiente familiar de su infancia. Dentro de este contexto, el escritor Marcel Carvallo Ganteaume, señala que después del fallecimiento de su madre en 1872, José Gregorio, con apenas trece años, fue enviado por su padre a Caracas para que prosiguiera su formación, dejando atrás el pueblo de Isnotú, el calor humilde y austero del hogar presidido por la autoridad del padre, donde la religión católica signaba todos o casi todos los actos de la vida.
Una vez instalado en la capital del país, se inscribe en el “Colegio Villegas” regentado en ese entonces por su director Guillermo Tell Villegas, donde estudiaban para la época unos 120 alumnos, según las investigaciones del historiador Tomás Polanco Alcántara; reconocida institución que utilizaba el método mayéutico aplicado por Sócrates en la antigüedad, caracterizado por hacer pensar, discutir y a meditar todo lo que afectara los sentidos de los niños. Tiempo después, siendo un aventajado estudiante del primer año de filosofía, el propio José Gregorio, es nombrado como profesor de aritmética de una de las secciones escolares, cargo que ejerció con gran competencia.
Posteriormente contando con apenas 17 años, ingresa a la Universidad Central de Venezuela, egresando de ella en 1888 con el título de doctor y un año después, gracias a una beca concedida por el gobierno nacional, se va a París para perfeccionar sus conocimientos durante dos años.
Tras retornar al país, se dedica a crear un laboratorio de fisiología experimental en el Hospital Vargas de Caracas, donde inicia una larga trayectoria profesoral, científica y médica, que sólo interrumpe en tres ocasiones para atender el llamado de Dios, cuando decide abandonar su profesión entre 1908–1914, para internarse en primer lugar en el convento de la Cartuja de Farneta, en Italia, durante diez meses dedicado a una profunda piedad, entre rezos, cilicio, trabajo duro y aislado del mundo, sólo entre monjes y en segundo lugar, ya de regreso al país, al ser admitido en el Seminario Diocesano, donde apenas dura un mes, empresa que debió abandonar debido a su delicado estado de salud.
Sin embargo, como bien lo dice Enmanuel Amodio, la vida le tenía destinado otro destino, El Ejecutivo Nacional cierra la Universidad por un tiempo indefinido en octubre de 1912, y se desencadena la tercera crisis religiosa en el Dr. Hernández, quien vuelve a viajar a Europa, esta vez para ingresar en el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano de Roma, con el fin de estudiar latín y teología. Tampoco este proyecto llegó a buen término a causa de una enfermedad pulmonar, que le obliga a abandonar de nuevo la carrera sacerdotal en 1914.
Regresa a Venezuela después de una temporada en París y retoma sus actividades docentes y médicas hasta 1917, cuando viaja a Estados Unidos y a Europa para asistir al Primer Congreso Médico Panamericano de 1895 y con ello, proseguir su actualización médica.
Al Dr. José Gregorio Hernández se le considera el padre de la medicina experimental en nuestro país y además fue un médico respetado por su ojo clínico, por su habilidad diagnóstica, terapéutica y capacidad de atención a sus enfermos a quienes visitaba periódicamente, recorriendo la ciudad a pie
La generosidad le acompañó en todo momento, hasta el punto de no cobrar a sus enfermos más pobres y procuraba asegurar las medicinas de sus pacientes, pagándolas de su propio bolsillo, como todo un filántropo, al tiempo que ejerció la docencia en la Universidad Central de Venezuela durante 23 años y cuatro meses, dictando un total de 32 cursos, hasta su trágica muerte ocurrida el 29 de junio de 1919.
En suma, el Dr. José Gregorio Hernández fue un maestro de generaciones, quien practicó en vida el magisterio, la ciencia, la honradez y la abnegación. Actualmente es nuestro nuevo Beato, aunque para todos sus devotos, el Dr. José Gregorio Hernández alcanzó ya la santidad.