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José Luis Sotillo Leer EL IMPULSO era un ritual inquebrantable

 
José Luis Sotil­lo, cro­nista de Agua Viva













A los
15 años, José Luis Sotillo, le atrajo de EL IMPULSO, la columna de Salvador
Macías: Aeropurto,  referencia obligada
para innumerables lectores en donde se enteraban del acontecer político y
social de la capital del país y otras latitudes fuera de la geografía nacional.

“En
estas pági­nas se podía leer ref­er­en­cias políti­cas del plano nacional e
inter­na­cional, traí­das por per­son­al­i­dades que uti­liz­a­ban este puer­to para
viajar. 
Recuerdo
a los par­la­men­tar­ios del extin­to Con­gre­so Nacional, y voceros de distintas
toldas políti­cas que aprovech­a­ban al reportero insta­l­a­do en el Aeropuerto
Jac­in­to Lara, para declarar y denun­ciar”, pre­cisa José Luis.
Era
la eta­pa glo­riosa de los par­tidos políti­cos Acción Democráti­ca, Copei y el MAS,
con con­frontación de sus luchas en el plano de la orga­ni­zación social que de
descalificaciones.
Recalca
que en Aerop­uer­to, salían con­stan­te­mente entre­vis­tas a Orlan­do Fernández
Med­i­na, Guiller­mo Pala­cios, Guiller­mo Luna, María de Lour­des Chios­soni, Macario
González, entre otros referentes.
A
juicio de José Luis, otra de las ref­er­en­cias oblig­adas para los larens­es y en
espe­cial para los Bar­quisimetanos, era la colum­na de Aparta­do para los
Lec­tores, “que cobra­ba espe­cial interés con escritos del pro­fe­sor Nelson
Vil­lacin­da, quien fuera el primer cro­nista de la par­ro­quia Juan de Villegas”.
Las
pági­nas de Opinión igual­mente cau­tiva­ban la aten­ción de José Luis, en
par­tic­u­lar los artícu­los del mae­stro Tito Nuñez Sil­va, con sus Cabañuelas;
tam­bién eran refle­jo de iden­ti­fi­cación los escritos de Cruz Ramón Galíndez,
expar­la­men­tario nacional y san­fe­lipeño de nacimien­to, quien con su ver­bo marcó
pro­ce­sos históri­cos en lo nacional e internacional.
El
hoy cro­nista de Agua Viva, resume que cuan­do era estu­di­ante de bachiller­a­to, se
lev­anta­ba a las nueve de la mañana y como rit­u­al inque­brantable, era dirigirse
al abas­to de la esquina para com­prar EL IMPULSO, que costa­ba un fuerte (cin­co
bolí­vares de los de antes), al que leía desayu­nan­do has­ta entra­da las once y
media de la mañana, hora límite para asearse e irse al liceo.
Hoy,
afir­ma José Luis, el acce­so a los medios dig­i­tales: la WEB, el Twit­ter, el
Face­book, no han desplaza­do su “inque­brantable” interés de leer el EL IMPULSO,
de tin­ta y de papel, sen­tir las fibras de la oja de papel, persibir el olor de
la tin­ta y ver las letras plas­madas en lo físi­co. Es una pasión que la era
dig­i­tal no podrá sepultar.

Aunque
sigue a elimpul­so­com, y retu­itea con afán todas las noti­cias referi­das a política
y todas las que tienen que ver con Palave­ci­no, José Luis no renun­cia a EL
IMPULSO de papel.


Luis Alberto Perozo Padua

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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