CrónicasSemblanzas

José Prudencio Padilla, el héroe proscrito

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

El almi­rante José Pru­den­cio Padil­la, prócer de la Inde­pen­den­cia de Venezuela y Colom­bia, no tuvo mejor suerte que el gen­er­al Manuel Piar: ambos fueron mil­itares de una condi­ción y una destreza úni­ca envidi­a­ble. Tam­bién fueron par­dos, una etnia social rel­e­ga­da para la época.

Pero quienes han leí­do medi­ana­mente sobre la Batal­la Naval del Lago de Mara­cai­bo, oblig­a­to­ri­a­mente se encuen­tran con el vic­to­rioso almi­rante Padil­la y su figu­ra endure­ci­da por la guer­ra. Sí, Padil­la tuvo que ser un hom­bre regio, de voz pro­fun­da, un tipo dis­ci­plina­do, creyente de la libertad.

La his­to­ri­ografía reg­is­tra su nacimien­to en Camarones, un cor­regimien­to de Rio­hacha, La Gua­ji­ra, en el Vir­reina­to de Nue­va Grana­da, el 19 de mar­zo de 1784. Pero en Venezuela, a pesar de que Padil­la cap­i­taneó la flota repub­li­cana en la Batal­la del Lago que der­rotó a la escuadra real­ista del almi­rante Ángel Labor­de y per­mi­tió que el últi­mo Capitán Gen­er­al de Venezuela, el canario Fran­cis­co Tomás Morales accediera a capit­u­lar defin­i­ti­va­mente en Mara­cai­bo el 3 de agos­to de 1823, la his­to­ri­ografía ofi­cial­ista vene­zolana con­denó, tan­to a Piar como a Padil­la, como expa­tri­a­dos de una memo­ria nacional y patrióti­ca donde el epi­cen­tro de todo es el Mito Bolívar.

Así lo sostiene el his­to­ri­ador Ángel Rafael Lom­bar­di Boscán, direc­tor del Cen­tro de Estu­dios Históri­cos de LUZ, en su estu­dio sobre el almi­rante Padil­la, pub­li­ca­do en CorreodeLara.com, quien además sostiene que ambos “son héroes malditos”, y ese adje­ti­vo pey­ora­ti­vo, no se lo otor­ga él, sino las rival­i­dades del momen­to, la con­spir­ación que se tramó en con­tra de las haz­a­ñas que lograron tan­to Piar y Padil­la, sin embar­go, la his­to­ria les prepararía una segun­da muerte más abom­inable: el olvido.

Almi­rante José Pru­den­cio Padilla

Entre los datos que la his­to­ri­ografía vene­zolana se ha encar­ga­do de igno­rar, nos con­seguimos con intere­san­tísi­mos episo­dios como que el almi­rante Padil­la com­bat­ió en la épi­ca Batal­la de Trafal­gar el 22 de octubre de 1805; cayó pri­sionero de los ingle­ses, luego fue lib­er­a­do y volvió a España en 1808. Después retornó a su patria para com­bat­ir en la ges­ta inde­pen­den­tista de la Gran Colombia.

El 24 de junio de 1821 comandó la batal­la de la lla­ma­da Noche de San Juan, que dio como resul­ta­do la inde­pen­den­cia defin­i­ti­va de Carta­ge­na, colo­can­do en humil­lante reti­ra­da a los prin­ci­pales gen­erales del has­ta aho­ra inven­ci­ble Impe­rio Español.

En 1823, el vicepres­i­dente gen­er­al Fran­cis­co de Paula San­tander lo designó como coman­dante de la Cam­paña de Mara­cai­bo o la Cam­paña de Occi­dente des­de Rio­hacha has­ta Venezuela.

El 24 de julio de ese año, Padil­la después de desple­gar hábiles estrate­gias, logró alcan­zar la vic­to­ria frente al castil­lo de San Car­los, en la Batal­la Naval del Lago de Mara­cai­bo, con­sigu­ien­do der­ro­tar a la escuadrilla real­ista en la Pun­ta de Pal­ma, per­mi­tien­do así, la der­ro­ta defin­i­ti­va del últi­mo bastión real­ista en Venezuela.

Con este res­o­nante tri­un­fo Padil­la ascendía a la cúspi­de del Olimpo, o por lo menos así debió ser, sin embar­go, con el últi­mo bar­co real­ista huyen­do, tam­bién se disi­pa­ba la estela de este héroe que nos legó lib­er­tad, una lib­er­tad que se le atribuye a la Batal­la de Carabobo, pero que real­mente sucedió en el Lago.

Entonces, tan­ta glo­ria no podía poseer un solo hom­bre, y menos un par­do y tam­poco un hom­bre que sim­pa­ti­z­a­ba con el par­tido san­tanderista, por lo que, en 1828, días después de la con­spir­ación sep­tem­b­ri­na donde se devela el com­plot de San­tander y otros adep­tos al inten­tar asesinar al Lib­er­ta­dor en el Pala­cio de Gob­ier­no, algunos altos ofi­ciales y políti­cos del momen­to, con­vencieron a Bolí­var, sin prue­bas, de la par­tic­i­pación del almi­rante Padil­la en la asonada.

Inmedi­ata­mente al gen­er­al vene­zolano Mar­i­ano Mon­til­la, coman­dante de Armas de Carta­ge­na, quien man­i­festa­ba abier­ta­mente una frenéti­ca rival­i­dad con­tra Padil­la, (se habla tam­bién que la aira­da ren­cil­la devenía de un asun­to de fal­das, pues Mon­til­la man­tenía una relación amorosa extra­mat­ri­mo­ni­al con una jamaiquina, una mula­ta que había traí­do de Kingston, y que ésta se había enam­ora­do del almi­rante Padil­la, mula­to como ella), por lo que se le ordenó proce­sar al convicto.

Padil­la esta­ba con­fi­na­do en una maz­mor­ra por el lev­an­tamien­to de ofi­ciales en Carta­ge­na que se oponían a fir­mar un doc­u­men­to en el cual con­fir­marían el apoyo a una Con­sti­tu­ción prop­ues­ta por Simón Bolívar.

El gen­er­al Mar­i­ano Mon­til­la hizo cap­turar a Padil­la en su casa y lo envió pre­so a Bogotá. Mon­til­la le odi­a­ba y le tenía celos.

Un expe­d­i­to con­se­jo de guer­ra fue mon­ta­do y Padil­la con­de­na­do a muerte por fusil­amien­to el 2 de octubre de ese año 28. Su cadáver col­ga­do en la Plaza de la Con­sti­tu­ción, (hoy de Bolí­var), en Bogotá. “Eso como escarmien­to” ‑fue el pre­tex­to ofi­cial- “para pre­venir futuras con­spir­a­ciones”. Y la his­to­ria macabra se repetía, repro­ducien­do el caso del glo­rioso gen­er­al Manuel Piar.

 

Batal­la Naval del Lago, eje­cu­ta­da el 24 de julio de 1823

Asien­ta el inves­ti­gador Rodol­fo Zam­bra­no Moreno, en su artícu­lo José Pru­den­cio Padil­la, el héroe Caribe, que los jesuitas, mis­eri­cor­diosa­mente des­de las arcadas del segun­do piso del Cole­gio de San Bar­tolomé, musita­ban la Oración de los Agon­i­zantes, mien­tras las eje­cu­ciones se desar­rol­la­ban. Los padres fran­cis­canos les brindaron los últi­mos con­sue­los espir­i­tuales a los reos antes de partir.

El gen­er­al Rafael Urdane­ta, fir­mó la sen­ten­cia que muchos han cal­i­fi­ca­do como la ven­gan­za. “Aquí los líos de fal­das no se dirim­ieron en due­lo a pis­to­las, ni a sabla­zos; bas­taron unas sibili­nas y letales esto­cadas judi­ciales, con deshon­ra, degrada­ciones mil­itares y con­fis­cación de bienes inclu­i­da.”, ano­ta Zam­bra­no Moreno.

La Cofradía de los Her­manos de la Vera-Cruz, con túni­cas de pen­i­tentes y capirotes descol­gar­ían, después, los cuer­pos de los eje­cu­ta­dos, que eran tres esa mañana. Cuen­tan que Padil­la, con 6 dis­paros en su humanidad, se nega­ba a morir, entonces el coman­dante del pelotón de fusil­amien­to, le ases­tó un tiro de gra­cia ya agonizando.

Bolí­var escribió a Pedro Briceño Mén­dez lamen­tan­do y con­fe­san­do su remordimien­to por la sen­ten­cia arbitraria:

«(…) Yo no he podi­do des­oír el dic­ta­men del con­se­jo con respec­to a un ene­mi­go públi­co, cuyo cas­ti­go se habría rep­uta­do por ven­gan­za cru­el. Yo estoy arrepen­ti­do de la muerte de Piar y de Padil­la, y de los demás que han pere­ci­do por la mis­ma causa; en ade­lante no habrá jus­ti­cia para cas­ti­gar al más atroz asesino, porque la vida de San­tander es el perdón de las impunidades más escan­dalosas. Su crimen se purifi­cará en el crisol de la anar­quía, pero lo que más me ator­men­ta todavía es el jus­to clam­or con que se que­jarán los de la clase y de Padil­la. Dirán con sobra­da jus­ti­cia que yo he sido en favor de ese infame blan­co, que no tenía los ser­vi­cios de aque­l­los famosos servi­dores de la patria. Esto me deses­pera, de modo que no sé qué hac­erme».

Traza Lom­bar­di Boscán, que Simón Bolí­var decretó que sus retratos, medal­las y con­dec­o­ra­ciones fue­sen destru­idas, así como que su nom­bre fuese bor­ra­do de lis­tas, reg­istros, archivos y cualquier otro doc­u­men­to”. Esto lo dice un Almi­rante colom­biano en un tra­ba­jo de títu­lo provo­cador: “El asesina­to judi­cial de un héroe”.

Mien­tras a “nue­stro héroe maldito” lo sen­ten­cia­ron a muerte — prosigue‑, a San­tander le con­mu­taron la pena de muerte y fue lle­va­do al exilio. Padil­la era y ha sido un per­son­aje suma­mente incó­mo­do, por ello, en las cel­e­bra­ciones de la Batal­la Naval, ni esta batal­la, ni Padil­la, entran en una lóg­i­ca de his­to­ria patria, de hero­i­ci­dad, de epopeya en torno a la figu­ra de Bolí­var; esa es una his­to­ria con­stru­i­da en Cara­cas, soslayan­do al Zulia, que arras­tra un peca­do históri­co, porque era una región real­ista, al igual que Coro y Guayana, queda­do así al mar­gen de la his­to­ria de Venezuela.


Fuente: Lom­bar­di Boscán, Ángel Rafael. El almi­rante José Pru­den­cio Padil­la (1784–1828). www.CorreodeLara.com. 1 de abril de 2020.
Zam­bra­no Moreno, Rodol­fo. “José Pru­den­cio Padil­la, el héroe Caribe”. Huel­las. Revista de la uni­ver­si­dad del Norte, no. 85–87. Abril-diciem­bre de 2010.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Un comentario en «José Prudencio Padilla, el héroe proscrito»

  • Yo lle­vo en mi sub­con­sciente que la inde­pen­den­cia mil­i­tar de Venezuela fue en 1823. Tan­to es así que incon­scien­te­mente creo que la batal­la de Carabobo fue en 1823. A la batal­la del lago de Mara­cai­bo la aso­cio con Rafael Urdane­ta. Padil­la nun­ca sonó en mi infancia.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *