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Juan Bautista Rodríguez fue fusilado cerca de Barquisimeto

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

El dolor oca­sion­a­do por los gril­letes apre­tan­do sus muñe­cas humedecía sus ojos. Durante la primera hora como pri­sionero, pade­ció un inso­portable hormigueo que le dur­mió las extrem­i­dades entre los bra­zos y las muñe­cas; pron­to dejó de sen­tir las manos, y la sed deli­rante anun­ció que el tor­tu­oso dolor de los golpes y las ataduras, ter­mi­narían con su suplicio.

Lo trasladaron des­de Quí­bor, en donde había naci­do el 2 de junio de 1794, has­ta Bar­quisime­to en una trav­es­ía sin fin. A ratos lo baja­ban del cabal­lo y llev­a­ban a ras­tras. El gen­er­al trata­ba con esfuer­zo sobre­hu­mano cam­i­nar con may­or celeri­dad para no caer y ser arrastra­do por la mula que antes le había servi­do con afán.

Amar­ra­do de mano a mano de la cola de la bes­tia, era guia­do por sol­da­dos afec­tos al gob­ier­no con­sti­tu­cional de José Gre­go­rio Mon­a­gas. La car­a­vana mor­tal se detu­vo a varias leguas del pueblo para entre­gar el pri­sionero ya con vis­i­bles mues­tras de su hora postrera.

Serie de Net­flix Bolí­var, el Lib­er­ta­dor. Ima­gen referencial

Comprometidos con la revolución

Des­de hace algún tiem­po, el Par­tido Con­ser­vador urdía una rev­olu­ción con ori­entación paecista, con el propósi­to de der­ro­car el Gob­ier­no de José Gre­go­rio Mon­a­gas, quien jun­to a su her­mano José Tadeo, instau­raron en Venezuela un rég­i­men despótico.

Fig­ura­ban entre los con­spir­adores con­ser­vadores, Rudecin­do Fréitez, Juan de Dios Ponte, Ramón Per­era, Andrés Guiller­mo Alvizu, Anto­nio María Pine­da, los pres­bíteros José Macario Yépez y José María Raldíriz, Basilio Roque, Ramón Vilaró, Can­de­lario Varela, Juan Bejara­no, Mar­i­ano Isa­va Alcalá, los Ama­r­al, entre otras reser­vas morales de la sociedad barquisimetana

Enter­a­do el gob­ier­no de Mon­a­gas, se tomaron medi­das vio­len­tas para aplas­tar la con­ju­ra, lla­man­do al ser­vi­cio de la Repúbli­ca a nota­bles hom­bres leales a la Con­sti­tu­ción como el gen­er­al Juan Bautista Rodríguez, a quien se le entregó la Coman­dan­cia de Armas de la insur­rec­ta provin­cia barquisimetana.

Rodríguez era un prócer de la Inde­pen­den­cia, héroe de Ayacu­cho y Tar­qui, y pos­te­ri­or víc­ti­ma de per­se­cu­ción y odio como con­se­cuen­cia de los celos de los neogranadi­nos con­tra los vene­zolanos durante los amar­gos años del movimien­to separatista.

El 1° de julio de 1854, se pub­li­caron carte­les en cada pueblo de la vas­ta provin­cia, en donde se orden­a­ba “pre­sen­tar ante el jefe políti­co de cada Can­tón, toda clase de ele­men­tos de guer­ra en poder de par­tic­u­lares”. Rodríguez con­sigu­ió armar a 900 sol­da­dos y se acan­tonó en Barquisimeto.

José Gre­go­rio Mon­a­gas, Macario Yépez y Martín María Aguinagalde

Violento fue el asalto

El 12 de julio de ese año, a las 11 de la mañana, Martín María Aguina­galde, gob­er­nador de la Provin­cia de Bar­quisime­to com­partía ameno almuer­zo en su casona de la calle del Lib­er­ta­dor, ‑donde fun­ciona­ba el despa­cho gubernamental‑, con José Par­ra, jefe políti­co de Cabu­dare; Cosme Urru­tia, sec­re­tario del despa­cho; el Dr. Agustín Agüero, Sin­foroso González Aguirre, Pedro Planas, José Anto­nio Tor­re­al­ba, Indale­cio C. Here­dia; cuan­do escucharon una det­onación, que no era otra que una señal para que José María Vásquez y Neme­cio López, al man­do de una hor­da de facinerosos, irrump­iesen en el lugar.

El expe­di­ente judi­cial que se for­muló el 9 de sep­tiem­bre de 1854 advierte que el gob­er­nador Aguina­galde “cor­rió a refu­gia­rse en su Despa­cho, abrió las gave­tas del escrito­rio, tomó dos pis­to­las, dis­puesto a enfrentarse con los inva­sores…” a pesar de esto los crim­i­nales le dieron muerte en ple­na dis­pu­ta después de una cert­era puñal­a­da. Otro de los asaltantes, le traspasó el cuel­lo con una daga.

El cadáver amor­ta­ja­do del gob­er­nador fue con­duci­do a escon­di­das al cemente­rio de Bar­quisime­to. Ese fatídi­co día tam­bién fue asesina­do José Par­ra y grave­mente heri­do Pedro Planas con al menos ocho heri­das de cuchillo.

Escribe Sotel­do que las calles de Bar­quisime­to se llenaron de con­ju­ra­dos; la gente cor­ría de un lado a otro bus­can­do escon­der­se, se cerra­ban al uní­sono puer­tas y ven­tanas, retratán­dose el pavor en los sem­blantes de quienes pres­en­cia­ron el hor­ror que acabó con la legal­i­dad. En los dos cuar­te­les que res­guard­a­ban la ciu­dad, los amoti­na­dos gri­ta­ban vivas a la espan­tosa revolución.

Serie de Net­flix Bolí­var, el Lib­er­ta­dor. Ima­gen referencial

Jefe de la Revolución Armada

El gen­er­al Juan Bautista Rodríguez, quien esta­ba almorzan­do en la casa del señor Gumercin­do Giménez, frente al despa­cho del gob­er­nador, tras escuchar las det­ona­ciones y pos­te­ri­or algar­abía, sal­ió pre­cip­i­tada­mente al cuar­tel con su espa­da en mano. En el camino var­ios rev­olu­cionar­ios inten­taron deten­er­lo, pero se abrió paso con fer­oz habilidad.

En de la puer­ta del cuar­tel se encon­tra­ba Miguel Boquil­lón, coman­dante sub­l­e­va­do que, con pis­to­la “amar­tilla­da” per­suadió a Rodríguez espetándole:

-No se meta en esto gen­er­al, porque lo mato.

Rodríguez le impugna: “Pícaro, tú eres el que va a morir”, inten­tan­do desar­mar­lo con el sable, sin embar­go, fue alcan­za­do con una bala que le rosó el hom­bro izquier­do, even­to que no impidió al vet­er­a­no de la ges­ta inde­pen­den­tista acer­tara una esto­ca­da en el pecho de su oponente.

Es rodea­do por un escuadrón al man­do del coman­dante Vásquez que le per­suade clau­dicar. Fue con­duci­do a su ofic­i­na en donde lo seducen para que se una a los com­plota­dos como jefe del movimien­to. Se nie­ga indignado.

Le devuel­ven sus armas en señal de armisti­cio y lo invi­tan a la casona del licen­ci­a­do Diego Luis Tro­co­nis, situ­a­da frente al cuar­tel. Allí se encuen­tra con Tro­co­nis, Ponte, Fréitez, el padre Yépez y otros con­ju­ra­dos, apun­ta Soteldo.

En aque­l­la reunión, los con­fab­u­la­dos con­ven­cen a Rodríguez que acepte la jefatu­ra mil­i­tar de la rev­olu­ción, toda vez los Mon­a­gas “lle­varán a cabo la unión colom­biana”. Invo­can su patri­o­tismo y le con­ven­cen de ser el sal­vador de la Repúbli­ca. Acep­tó sin condi­ción alguna.

Redac­tan un man­i­fiesto por la “Restau­ración”, nom­bran­do un Gob­ier­no pro­vi­so­rio al frente del doc­tor Rudecin­do Fréitez; como gob­er­nador de la Provin­cia fue nom­bra­do Juan Bejara­no; jefe políti­co, Dr. Vicente Cabrales; y tesorero Miguel Domínguez.

Fusil­amien­to del gen­er­al Juan Bautista Rodríguez. Ima­gen referencial

Con­duci­do al patíbulo

El ejérci­to de la Restau­ración se dividió en dos cuer­pos: el primero coman­da­do por Anto­nio J. Vásquez, que par­tió vía Yaracuy; y el más numeroso al man­do del gen­er­al Rodríguez, que se encam­inó hacia los llanos de Cojedes. Ambos cuer­pos de ejérci­to fueron der­ro­ta­dos por las fuerzas con­sti­tu­cionales al frente de los gen­erales José Lau­ren­cio Sil­va (antiguo edecán del Lib­er­ta­dor); y José Trías, en los sitios de Beju­ma y El Chaparral.

El Ejérci­to del Gob­ier­no Con­sti­tu­cional tomó pos­esión de la rebelde Bar­quisime­to cua­tro días después de haber aniquila­do a los insur­rec­tos. El 7 de agos­to fue nom­bra­do Gob­er­nador de la Provin­cia Gumercin­do Giménez.

El gen­er­al Juan Bautista Rodríguez fue cap­tura­do en su natal Quí­bor el 13 de agos­to de ese año 54; y con­duci­do a Bar­quisime­to el 14, por el coman­dante José Lean­dro Martínez. En el camino, recibió una misi­va en donde le orden­a­ban fusilar al pri­sionero, manda­to que se negó cumplir has­ta que, en el sitio de la Lagu­na de Piedra, a pocos kilómet­ros de Bar­quisime­to, lo alcanzó un capitán de apel­li­do Her­rera que llev­a­ba órdenes sev­eras de eje­cu­tar al pri­sionero en donde fuera que lo encontrara.

Rodríguez escuchó los ale­gatos de su sen­ten­cia sin demostrar remordimien­to ni temor alguno. Inter­rumpió a su ver­dugo pidién­dole que le per­mi­tiera ir a Cara­cas para con­tar­le la ver­dad de los hechos al pres­i­dente Mon­a­gas, “no para econ­o­mizar unos días de vida, sino para encar­ar­lo”. Su deman­da fue nega­da de tajo.

-Ten­emos orden deter­mi­nante de fusilar­lo, mi gen­er­al. A lo úni­co que podemos acced­er es bus­car un sacerdote‑, le explicaron.

Rodríguez con res­olu­ción les pre­gun­tó: ¿Y tienen ust­edes órdenes para eso?

-Si no es así, ¡entonces cum­plan con su deber! Se arrodil­ló; elevó una ple­garia, sacó un pañue­lo y se vendó los ojos. Con voz de man­do dio la orden que cegaría una vida de vir­tudes. Su cuer­po se desplomó.


Fuente: Graterol, Daniel. «Ras­gos biográ­fi­cos del ilus­tre prócer de la Inde­pen­den­cia nacional gen­er­al de división Juan Bautista Rodríguez». En: Boletín del Cen­tro de His­to­ria Larense. Bar­quisime­to, núm. 45, enero-mar­zo, 1967
Sotel­do, Eliseo. «Ano­ta­ciones históri­c­as de la ciu­dad de Bar­quisime­to. 1801–1854». Tipografía Aguil­era Bar­quisime­to, 1901.
Per­o­zo Pad­ua, Luis Alber­to. «Vio­len­to fue el asesina­to del gob­er­nador Martín María Aguina­galde» en www.CorreodeLara.com

CorreodeLara

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