La batalla de Tinaquillo y el fin de “Matiitas”
Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador
Cuando Salazar miró
que ya Guzmán lo mataba
dijo ¡Qué vamos a hacer¡
el que la debe, la paga.
(Romance de “El Encarbonado”)
Era el 10 de mayo de 1872 cuando en una montaña, a orillas de un riachuelo llamado Palmarito, en las inmediaciones de Tinaquillo, donde había llegado para calmar la sed luego de días de huir con los despojos de su tropa fue capturado el hombre más peligroso de Venezuela: el general Matías Salazar.
Luego de traicionar, conspirar y ser perdonado por el dictador Guzmán Blanco, el general Salazar, quien había llegado a ser el segundo al mando, gobernador y jefe civil de Carabobo, Diputado y el más estelar de todos los oficiales de Guzmán había intentado una “revolución” entrando desde Colombia, pero tras sufrir varias derrotas había logrado llegar hasta las tierras donde todavía era un verdadero caudillo: la región de Carabobo-Cojedes.
Guzmán, conocedor de la audacia y capacidad militar de su viejo compañero movilizó a todos los generales liberales que fueron cercando poco a poco a Matías, conocido como “Matiitas” o “El Encarbonado”: Desde Bejuma, La Hoya, Tinaquillo, Monte Vermón, El Naranjal, la Sierra, Manrique, Tinaco y San Carlos, El Naipe, Agualinda, son los lugares donde se empieza a cerrar la tenaza para capturar al audaz militar.
Las guerrillas de Salazar salen de las tupidas montañas de Cojedes y Carabobo dando golpes de mano contra el ejército guzmancista y desaparecen en la espesura de los bosques. Pero Guzmán moviliza más y más tropas para cerrar la tenaza e incluso personalmente se traslada a Carabobo con tropas de Caracas que se incorporan a la cacería. “El Encarbonado” Salazar está desesperado, escaso de agua, comida y provisiones e intenta una acción temeraria, una más de las que le son características.
En Tinaquillo se encontraba acantonado el general guzmancista León Colina con un batallón de unos ochocientos hombres. El 29 de abril, a eso de las tres de la madrugada, entra al pueblo un arriero llevando lo que parece piara o manada de cerdos. Los soldados soñolientos que hacen de centinelas no le hacen mayor caso al campesino hasta que se dan cuenta de que los supuestos marranos no son otra cosa que una partida de soldados semidesnudos en cuatro patas, que con sus machetes les caen encima decapitándolos en minutos. Se inicia así la brutal batalla entre una pequeña partida de aguerridos macheteros de Matiitas y el batallón gubernamental. Caen cabezas por las calles de Tinaquillo y suenan algunos disparos. El general Colina es sorprendido mientras duerme en su chinchorro y Salazar al tratar de descabezarlo lo hiere de un machetazo en la cara. El caos reina en las fuerzas del gobierno que en la oscuridad creen ser atacados por un poderoso ejército, pero no se rinden. La lucha encarnizada se prolonga hasta el alba, pero cuando sale el sol se dan cuenta que los atacantes que han causado tantos estragos son apenas una partida de unos cuantos valientes, que a medida que va aclarando son eliminados. Salazar corre y para salvar su vida se lanza por un barranco con algunos de los suyos.
Guzmán escribe al ejecutivo en Caracas:
“El tremendo combate de Tinaquillo ha sido para la reacción encarbonada un desastre tan decisivo…”
Apenas sobreviven 40 hombres de Salazar que van a ser perseguidos por miles de soldados del gobierno. Ríos, montañas y bosques son peinados por las tropas del gobierno que van capturando a los pocos sobrevivientes. Incluso la mula de Matiitas es alcanzada por las tropas y el Encarbonado tiene que huir a pie. Hasta que diez días después, el 10 de mayo, no puede escapar de sus captores.
Trasladado a Tinaquillo, amarrado y cabizbajo es encerrado en un calabozo improvisado.
Guzmán y sus generales armarán un proceso judicial por un delito que no existe: “traición a la causa liberal” y en la pantomima de juicio el general Salazar será condenado a muerte en un país donde no existe la pena capital.
El 17 de mayo de 1873 el general Matías Salazar, acompañado de un sacerdote, es conducido a pie por la calle principal de Tinaquillo hasta Taguanes donde es degradado y fusilado ante todo el ejército liberal.
Fuentes:
Carrillo Moreno, José. “Matías Salazar”. Ediciones Garrido. Caracas. 1954
Rondón Márquez. “Guzmán Blanco, El Autócrata Civilizador” Imprenta Garacía Vicente Madrid. 1952