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La historia de Faustino Parra, el terror de Yaracuy

Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo

Negro el pelo, 

negro el rostro,

Negro el cabal­lo trotón; 

Negro el big­ote retinto,

Negra la mala intención. 

Negro el revólver certero

Des­de la cacha al cañón. 

Negra como un cuer­vo negro

La pun­ta del corazón. 

Así era Fausti­no Parra 

el que nadie conoció

Fausti­no Par­ra (ima­gen de la web, crédi­to a su autor)

En la primera sem­ana de enero se real­iza en el caserío de Caicara, en Yaracuy, muy cer­ca de Gua­ma, una fes­tivi­dad cono­ci­da como “El Velo­rio de Fausti­no Par­ra”. En la región cen­tro-occi­den­tal del país es muy recor­da­da la leyen­da de Fausti­no Par­ra, par­tic­u­lar­mente entre los creyentes de supercherías. Es jun­to al “Negro Anto­nio” de Carabobo, uno de esos per­son­ajes reales del sub­mun­do del pil­la­je que luego de que ter­mi­nan sus días en el mun­do ter­re­nal (enhorabue­na) son man­tenidos en el recuer­do de los antivalores.

Monumento de Faustino Parra en Caicara de Yaracuy
Mon­u­men­to a Fausti­no Par­ra en Caicara de Yaracuy.

Cuen­tan que Fausti­no nació en 1858, en ple­na guer­ra fed­er­al, muy cer­ca de Gua­ma, en el esta­do Yaracuy, en un caserío lla­ma­do Las Pavas. Anal­fa­be­ta fun­cional, como tan­tos campesinos, ape­nas conocía de escardil­la y machete. Sien­do muy joven, en algún momen­to fue reclu­ta­do para algu­na mon­ton­era de las guer­ras civiles y dio ini­cio a su car­rera de vio­len­cia. Por su carác­ter muy pron­to estu­vo frente a ban­da de guer­rilleros que decidió no luchar ni para el ban­do lib­er­al ni para el con­ser­vador, que eran los que cor­ri­en­te­mente se enfrenta­ban en esos tiem­pos, sino que se con­virtieron en una vul­gar par­ti­da de ban­doleros que delin­quían sin orden ni concier­to para prove­cho propio.

Por muchos años se con­vir­tió en el azote de los ganaderos y agricul­tores de Gua­ma, Cocorote, San Pablo y cam­pos y mon­tañas circunvecinos.

Fausti­no era negro, muy negro, con una blan­quísi­ma den­tadu­ra. Siem­pre and­a­ba bien vesti­do y bien arma­do, de cuchil­lo, revólver y fusil. Has­ta una doce­na de fora­ji­dos lo acom­paña­ban en sus cor­rerías que lo hicieron famoso, auna­do a que era gen­eroso con los más pobres de aque­l­los cam­pos a los que regal­a­ba algu­nas mis­e­rias de sus botines, por lo que ganó la sim­patía y has­ta la com­pli­ci­dad y el encubrim­ien­to de los más miserables.

Los tiem­pos de inesta­bil­i­dad políti­ca y civ­il de la mitad final del siglo XIX ayu­daron a la impunidad del ban­dolero más famoso del Yaracuy. Ningún gob­er­nante dura­ba lo sufi­ciente en el poder como para que se dedicara a meter en cin­tu­ra al cua­trero que tenía más de veinte años asolan­do aque­l­las tierras. 

La capil­la de Fausti­no Parra

Pero el siglo XX se ini­ció con nuevas autori­dades. En Yaracuy empezó a impon­er su autori­dad un tal “coro­nel Morón”, comis­ario o jefe civ­il que le mon­tó cac­ería a Par­ra. Por fin, el 4 de julio de 1904 el coro­nel Morón con sus hom­bres sor­pren­den a Fausti­no. Lo encon­traron dur­mien­do con una mujer en un ran­cho en los alrede­dores de Las Pavas. No le dan opor­tu­nidad de empuñar su Smith & Wes­son nique­la­do de cañón largo, sino que de una vez le caen a macheta­zos. En min­u­tos muere Fausti­no Par­ra y nace su leyenda. 

Como es cos­tum­bre en estos casos, empiezan a decir que lo vieron por aquí o por allá, y que no esta­ba muer­to. Otros ponen velas en el lugar donde lo ajus­ti­cia­ron y algunos dicen que el crim­i­nal es “mila­groso”. Hoy en día no fal­ta en los altares jun­to a otros seres oscuros y has­ta una capil­la hay a la vera de una carretera.

El poeta yaracuyano Manuel Rodríguez Cár­de­nas escribió:

“Pero en una larga noche 

como quien que­ma un carbón 

al negro Fausti­no Par­ra lo mataron a traición. 

Así ter­minó Faustino 

el de la mala intención 

y al que solo le falta­ba para su consagración 

un can­tor que le cantara 

como le he can­ta­do yo”.

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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