Crónicas

La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)

Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ
@lombardiboscan

Tuvo todos los indi­cios de una ver­dadera insur­rec­ción de carác­ter social cla­sista y aun políti­co. (…) José Leonar­do Chiri­no, a la cabeza de unos 350 alza­dos, negros, zam­bos e indios marchó sobre Coro, pasaron por las armas a var­ios blan­cos pudi­entes y que­maron hacien­das. Reclam­a­ban la supre­sión de los impuestos, el establec­imien­to de la ley de los france­ses, es decir la Repúbli­ca, la igual­dad de todos los ciu­dadanos, la abol­i­ción de los priv­i­le­gios y la lib­er­tad de los esclavos y la entre­ga del gob­ier­no a un cacique indí­ge­na. Der­ro­ta­dos por las autori­dades, fueron sev­era­mente cas­ti­ga­dos: Chiri­no, juz­ga­do por la Real Audi­en­cia, fue con­de­na­do el 10 de diciem­bre de 1796 a ser des­cuar­ti­za­do; su com­pañero José de la Cari­dad González fue asesina­do en las calles de Coro. Esta rebe­lión de corte haitiano va a dejar muchas secue­las en todas las agru­pa­ciones de esclavos y va a man­ten­er un esta­do de agitación en local­i­dades como Cumaná, Caru­pano, Cari­a­co, Río Caribe y Mara­cai­bo”. Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela de la Fun­dación Polar (1988)

Entre 70.000 y 100.000 esclavos negros fueron uti­liza­dos en las planta­ciones y hacien­das vene­zolanas en la víspera de la Declaración de la Inde­pen­den­cia en 1811

Mano de obra esen­cial para man­ten­er el gran auge que la pro­duc­ción agrí­co­la había alcan­za­do en ese entonces bajo los estí­mu­los de una con­stante deman­da inter­na­cional, sobre todo del cacao. El man­tu­a­na­je criol­lo estu­vo encar­ga­do de su some­timien­to y con­trol, pero tuvo que sopor­tar con­stantes ame­nazas de rebelión.

El escla­vo negro en la colo­nia ocupó el niv­el social más bajo y fue con­sid­er­a­do prác­ti­ca­mente como un obje­to, una mer­cancía. Mien­tras que las leyes españo­las otor­garon algún tipo de pro­tec­ción al indí­ge­na, en el caso del escla­vo de col­or no hubo may­or con­sid­eración. La dinámi­ca amo-escla­vo estable­ció las prin­ci­pales pre­rrog­a­ti­vas. Una de las claves para enten­der la sociedad colo­nial vene­zolana del siglo XVIII es su ver­ti­cal­i­dad y rigidez social bajo con­sid­era­ciones no sólo de tipo económi­co sino esen­cial­mente raciales.

Los blan­cos en la cúspi­de de la sociedad siem­pre man­tu­vieron a raya a par­dos, mes­ti­zos y a la gente de col­or, rel­e­ga­da de los prin­ci­pales priv­i­le­gios y los esca­sos dere­chos que otor­ga­ban las leyes colo­niales. Siem­pre se les temió y com­bat­ió; acti­tud que es una de las claves para enten­der la estrecha alian­za de intere­ses entre criol­los y penin­su­lares por res­guardar el sta­tus quo y reprim­ir cualquier inten­to por mod­i­ficar el entra­ma­do social que clara­mente les favorecía.

En 1795 las costas vene­zolanas esta­ban ya bajo la influ­en­cia de la pro­pa­gan­da rev­olu­cionar­ia angloamer­i­cana y france­sa. Pero los suce­sos de Haití en 1791, donde Tou­s­siant L´Ouverture se había sub­l­e­va­do con­tra los hacen­da­dos france­ses, al pare­cer sirvieron de estí­mu­lo para que un grupo de esclavos negros en la ser­ranía de Coro se insur­rec­cionaran con­tra sus amos bajo la consigna de la “ley de los franceses”.

El pro­gra­ma reivin­dica­ti­vo de los alza­dos care­ció de hor­i­zonte políti­co, sólo se aspiró a la lib­er­tad de los esclavos y la supre­sión de los impuestos; nun­ca sus pro­mo­tores pusieron en duda la legit­im­i­dad del sis­tema colo­nial ni la autori­dad del Monarca.

La lucha que ini­cia­ron fue con­tra sus opre­sores direc­tos, a quienes asesinaron, como en el caso del hacen­da­do José de Tellería. Los alza­dos en un número de 350 hom­bres y bajo el lid­er­az­go de José Leonar­do Chiri­no, José Cari­dad González y Juan Cristo­bal Acos­ta fueron fácil­mente der­ro­ta­dos luego de que estos hubiesen saque­a­do las hacien­das de sus amos.

El odio racial estu­vo pre­sente y remar­có una de las fac­etas, quizás la más lla­ma­ti­va, de la con­flic­ti­va sociedad colo­nial vene­zolana que durante los tre­scien­tos años no estu­vo exen­ta de este tipo de actos. 

La rebe­lión de esclavos negros en la ser­ranía de Coro ha sido con­sid­er­a­da por la his­to­ri­ografía de corte nacional­ista vene­zolana como un autén­ti­co prece­dente de la Inde­pen­den­cia y con una supues­ta reper­cusión nacional.

En real­i­dad, fue un hecho local y region­al cau­sa­do por la legí­ti­ma aspiración de unos hom­bres por reco­brar a toda cos­ta la lib­er­tad de que se les privó. No obstante la “his­to­ria patria” los ha con­ver­tido en már­tires den­tro de la larga lucha por la lib­er­tad en con­tra de la tiranía del Rey español y su opro­bioso régimen. 

Exis­tió una pre­ocu­pación por las for­mas, por cumplir los pro­ced­imien­tos legales estable­ci­dos. A pesar de las medi­das de sen­ten­cia de muerte que se lle­varon a cabo en el sitio de una man­era ejec­u­ti­va, se inten­tó su justificación: 

“… y pre­scin­di­en­do de los reos que fueron degol­la­dos por sen­ten­cias a la voz, y escritas dadas por el mis­mo Teniente en el cita­do día 12 y sigu­ientes sin for­mal­i­dad de pro­ce­so, cuan­do no se podía ten­er seguri­dad en las cárce­les, y se rece­la­ba que con­tin­u­ase la insur­rec­ción como se ha hecho pre­sente a su Majestad…”.

La sev­eri­dad de las san­ciones y cas­ti­gos. El cas­ti­go, los sup­li­cios y las penas de muerte eje­cu­tadas públi­ca­mente, como en los casos de los cabecil­las José Leonar­do Chiri­no en 1795 y José María España en 1799, tenían que dis­uadir por su impre­sión a los testigos.

Hoy la descrip­ción de una con­de­na a muerte de este tipo puede pare­cer­nos atroz, pero en real­i­dad se seguían los usos y cos­tum­bres del Antiguo Rég­i­men en la apli­cación de la justicia:

“… que el zam­bo libre José Leonar­do Chiri­nos, pre­so en uno de los cal­abo­zos del Cuar­tel del Batal­lón Vet­er­a­no de ésta ciu­dad, es real prin­ci­pal con­vic­to y con­fe­so de la expre­sa­da sub­l­e­vación, y por tan­to le con­den­a­ban, y con­denaron a muerte de hor­ca que se eje­cu­tará en la Plaza prin­ci­pal de ésta Cap­i­tal, a donde sería arrastra­do des­de la Cár­cel Real, y ver­i­fi­ca­da su muerte se le cor­taría la cabeza, y las manos, y se pon­dría aque­l­la en una jaula de hier­ro sobre un palo de veinte pies de largo en el camino que sale de ésta mis­ma ciu­dad por tier­ras para Coro, y pasa por los Valles de Aragua, y las manos serán remi­ti­das a la expre­sa­da ciu­dad de Coro para que una de ellas se clave en un palo de la propia altura y se fije en la inmediación de la Adu­a­na lla­ma­da de Cau­cara­jo camino de Curimagua (…), y la otra en los pro­pios tér­mi­nos en la altura de la Sier­ra donde fue muer­to Don Josef de Tellería …” .

Más que una rebe­lión, según la doc­u­mentación españo­la de la época, el alza­mien­to devi­no en saqueo y destruc­ción sobre las hacien­das de los propi­etar­ios blan­cos de la comarca:

“… la Casa de ésta, la de Don Miguel de Urbina, y la de Don Josef de Arcaya, que eran veci­nas, fueron incen­di­adas, escapán­dose del furor el Don Josef de Arcaya por los montes, y un hijo del Don Miguel Urbina nom­bra­do Don Manuel que por ausen­cia de su Padre asistía en la Hacien­da y fue el primero que dio parte de tan des­gra­ci­a­da esce­na: aque­l­la propia noche hicieron hor­ri­bles estra­gos en la Hacien­da de San Uris, población vecina …” .

Mien­tras la ver­sión vene­zolana es román­ti­ca y enal­te­cedo­ra con­vir­tien­do a José Leonar­do Chiri­no en un héroe y már­tir, la doc­u­mentación españo­la de la época es muy clara en tildar­lo a él y a sus seguidores como delin­cuentes y facinerosos. Una vez más el tema bor­giano del “traidor y el héroe” que se inter­cam­bian de acuer­do a los fines de quienes ter­mi­nan obte­nien­do el monop­o­lio y con­trol de la memo­ria y el olvi­do en el tiem­po presente.

CorreodeLara

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