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La masificación del Tamunangue 

Freddy Torrealba Z. 
Historiador y escritor

Todo fenó­meno humano, entre estos el arte, está suje­to a cam­bios en su desar­rol­lo. Se tra­ta de un hecho insoslayable que se pre­sen­ta en su mar­cha. El Tamu­nangue es una creación cul­tur­al con­ce­bi­da por hom­bres del medio rur­al en un con­tex­to social, económi­co y políti­co en ince­sante cam­bio que arran­ca durante la Con­quista. En con­se­cuen­cia, no puede escapar al mis­mo y man­ten­erse impoluto.

En su evolu­ción se apre­cian momen­tos que deter­mi­nan su devenir para bien o para mal. Uno de esos momen­tos este­lares acon­tece en la déca­da de los años 40 cuan­do pasa a ser el cen­tro de aten­ción de inves­ti­gadores, medios masivos de comu­ni­cación y el públi­co en el país. Especí­fi­ca­mente nos refe­r­i­mos a la Feria Exposi­ción de Bar­quisime­to en diciem­bre de 1940 y el Fes­ti­val de las Tradi­ciones en febrero de 1948 en Cara­cas. En ambos even­tos saltó del ais­lamien­to provin­ciano a la masi­fi­cación para exhibirse como un espec­tácu­lo faran­d­ulero en teatros, clubes, cen­tros sociales, tele­visión y radio, entre éstas la Radio Tocuyo en 1953 propiedad de Car­los Arbeláez y Anto­nio Oviedo.

Toma­ba defin­i­ti­va­mente la ciu­dad cuan­do pasábamos de una sociedad tradi­cional a una de masas con sus efec­tos en la cul­tura. Asumía el carác­ter de espec­tácu­lo obvian­do la fun­ción de rito reli­gioso. Se entra­ba en el res­bal­adi­zo mun­do del con­sum­is­mo y la cul­tur­al indus­tri­al del entreten­imien­to que en Venezuela daba sus primeros pasos. Aho­ra era acogi­do en el seno de los arri­ba que siem­pre lo vieron con desdén.

El 20 de diciem­bre de 1940 se real­iza la Feria Exposi­ción de Bar­quisime­to. A par­tir de este momen­to se ini­cia un pro­ce­so de cam­bios en su eje­cu­ción que según la pos­tu­ra con que se le vea pueden resul­tar pos­i­tivos o neg­a­tivos. En esta ocasión no fue real­iza­da por campesinos sino por jóvenes de la alta sociedad de Bar­quisime­to y El Tocuyo debida­mente entre­na­dos. Pero en lugar de cel­e­brar el tradi­cional rito lo que hicieron fue fes­te­jar. Lo ocur­ri­do nos lo rela­ta Rafael Domin­go Sil­va Uzcategui (1981):

“Sin embar­go, pre­ciso es con­venir en que aquél no era el autén­ti­co Tamu­nangue del pueblo. Ya ni tenía la ser­e­na ele­gan­cia aris­tocráti­ca que le impri­men las gentes del cam­po, a pesar de que en esa ocasión lo bail­a­ban per­sonas de alta aris­toc­ra­cia. Las lin­das bailado­ras son­reían, a veces mira­ban a una ami­ga. En una pal­abra, tan­to damas como caballeros esta­ban bai­lan­do. Era imposi­ble ‑y sería mucho exi­girles- que en aquel momen­to tuvier­an en la mente la idea de que esta­ban real­izan­do un rito, idea que si lle­va el pueblo incul­ca­da por tradi­ción en su mente.”

Lo que Sil­va Uzcátegui defendía era el Tamu­nangue fol­clóri­co apren­di­do por medio de la prác­ti­ca oral y reit­er­a­da. El arte del pueblo dis­tin­gui­do por lo espon­ta­neo y prísti­no en su esce­nario nat­ur­al apre­cia­ble en la ves­ti­men­ta bucóli­ca de sus par­tic­i­pantes. Pos­te­ri­or­mente es fre­cuente el uso del pan­talón blue jean. Ello a man­era de ref­er­en­cia de sus inevita­bles cambios.

Luego en febrero de 1948 ven­dría El Fes­ti­val de las Tradi­ciones orga­ni­za­do por el escritor Juan Lis­cano con moti­vo de la asun­ción pres­i­den­cial del mae­stro Rómu­lo Gal­le­gos. Esta vez los tamu­nangueros fueron uni­for­ma­dos con el liqui liqui llanero y se repi­tió lo suce­di­do en la cap­i­tal larense. Con pos­teri­dad ven­drán las pre­senta­ciones en la radio y tele­visión con sus par­tic­u­lares códi­gos cada medio a los cuales tiene que adaptarse.

Estábamos en la Venezuela pos­gomecista, uno de cuyas novedades era la sociedad de masas según lo sostiene Ger­mán Car­rera Damas. Un mod­e­lo de sociedad con una inten­sa movil­i­dad social, cul­tur­al, políti­ca y económi­ca. En ese dinámi­co pro­ce­so se inserta­ba la dan­za sin poder obviar dichos cam­bios que afecta­ban su nat­u­raleza en cuan­to a con­tenido y forma.

Don Ismael González Bra­cho bai­lan­do tamu­nangue en el viejo esta­dio Julio Hernán­dez Moli­na, esta­do Por­tugue­sa. Foto:  colec­ción Jaime González. Cir­ca 1960

Esos cam­bios le fueron impuestos des­de el exte­ri­or y no pro­duc­to de lo tradi­cional o espon­tá­neo a su inte­ri­or. Ese pro­ce­so no se detendría has­ta el extremo de obser­var en el atuen­do de sus par­tic­i­pantes el uso del pan­talón blue jean muy ale­ja­do de lo nacional.

Pero es evi­dente que atrás qued­a­ba el Tamu­nangue negroide, reli­gioso y campesino pres­en­ci­a­do por Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui, Fran­cis­cos Tamayo y Julio Ramos en caseríos y hacien­das de Curarigua y El Tocuyo. Uno de sus may­ores ves­ti­gios era el cer­e­mo­ni­al reli­gioso y a la vez la sen­su­al­i­dad del negro. Por una parte, la dan­za gan­a­ba en difusión, espa­cios y más públi­co, pero al pre­cio de sac­ri­ficar par­cial­mente su orig­i­nal­i­dad. Podría decirse que esos acon­tec­imien­tos mar­caron un antes y un después del Tamu­nangue: el tradi­cional negroide y campesino ver­sus el masi­vo del espectáculo.

Es una eta­pa en que afronta la dura prue­ba de dejar de ser un sim­ple val­or de uso. Aho­ra se tra­ta de aden­trarse en el com­peti­do y com­ple­jo mun­do del con­sumo donde man­da el val­or de cam­bio o mer­cancía. No por casu­al­i­dad hubo quienes vieron la opor­tu­nidad para hac­erse de un buen dinero lo que pre­cisa­mente mueve a la cul­tura de masas a través de un vas­to apara­to comunicacional.

Pero la músi­ca fol­clóri­ca al igual que la cul­ta o académi­ca no tienen un masi­vo con­sumo por la baja deman­da. Ocurre que inclu­so var­ió el públi­co al que aho­ra se dirige. Ya no es el tradi­cional campesina­do sino el que señala Arnold Hauser “pre­dom­i­nan­te­mente urbano, semi­lustra­do y ten­dente a la masi­fi­cación”. Sus exi­gen­cias son otras con las cuales tiene que lidiar la ban­da de tamunanguistas.

Uno de los ries­gos de la masi­fi­cación cul­tur­al es sin duda el de las apli­ca­ciones que desnat­u­ral­izan las obras por la pér­di­da de iden­ti­dad. Lo ocur­ri­do con el Tamu­nangue era inevitable. Afor­tu­nada­mente estas apli­ca­ciones fueron muy leves sin afec­tar­la en esen­cia. Algo sim­i­lar sucede cuan­do por ejem­p­lo se ver­siona una can­ción de un género a otro como la sal­sa. Los cam­bios son per­cep­ti­bles de inmediato. 

Prome­sa Tamu­nangue de Segun­do Cama­cho. Sanare, esta­do Lara. Foto: Colec­ción Álvaro Gar­cía Cas­tro. 1977

Pos­te­ri­or­mente en la déca­da de los 90 la Uni­ver­si­dad Cen­tro Occi­den­tal Lisan­dro Alvara­do tuvo la loable ini­cia­ti­va de efec­tu­ar una grabación en ver­sión sin­fóni­ca. La expe­ri­en­cia fue recogi­da en un CD tit­u­la­do el Tamu­nangue, Sones de Negros con la inter­ven­ción artís­ti­ca del grupo Caro­ta, Ñema y Taja y la orques­ta de Cámara de la UCLA acom­paña­dos por otros músi­cos y can­tantes invi­ta­dos. El nom­bre alude a su pasa­do y presente.

Dicha obra para nada empaño la dan­za, sino que por el con­trario la exaltó. Por supuesto que otra vez esta­mos ante los nece­sar­ios cam­bios que una recreación musi­cal de esa mag­ni­tud requiere. La vari­able fue la inte­gración de instru­men­tos de la orques­ta sin­fóni­ca que en nada lo desvalora. 

Ele­var­lo a la cat­e­goría de músi­ca académi­ca epi­cen­tro de diver­gentes pun­tos de vista entre los par­tidar­ios de la músi­ca fol­clóri­ca y la lla­ma­da músi­ca cul­ta. Pero al final ganó la dan­za. Es la tec­nología dig­i­tal al ser­vi­cio de la causa de la cul­tura pop­u­lar en esta era de la glob­al­ización electrónica.

Resul­ta cues­ta aba­jo man­ten­erse al mar­gen de fenó­menos como el de la cul­tura de masas y el influ­jo de los diver­sos medios de comu­ni­cación que car­ac­ter­i­zan a la pos­mod­ernidad. Es lo que ha ocur­ri­do con el Tamu­nangue a cuyas puer­tas han toca­do estos hechos de las nuevas man­i­festa­ciones de la cul­tura de sig­no glob­al. El quid del asun­to es como nos encuen­tra para afrontar­lo, pero nun­ca evadir­lo. Esta­mos en la pos­mod­ernidad con la mutante comu­ni­cación dig­i­tal de la mul­ti­me­dia en que el fol­clor aho­ra es uni­ver­sal, como lo sostiene Eze­quiel Ander-Egg.


(*) Este es un capí­tu­lo del libro por pub­licar: La dimen­sión mul­ti­cul­tur­al del Tamunangue

CorreodeLara

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