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La Toma de Puerto Cabello en las memorias de Boussingault

Elvis López
Miembro correspondiente de la Academia de Historia del estado Carabobo

 

Puerto Cabello se convirtió en 1823 en último bastión del Ejército Realista, siendo derrotados por los Patriotas al mando de José Antonio Páez


La toma de Puer­to Cabel­lo sim­boliza para los porteños una epopeya lit­er­aria. Sin embar­go, su con­no­tación mil­i­tarista, muchas veces lim­i­ta­da a lo ocur­ri­do entre el 7 y el 8 de noviem­bre de 1823, tiende a dar­le a este suce­so defin­i­to­rio de nues­tra Ges­ta de Inde­pen­den­cia un mist­i­cis­mo herói­co, lejos de la impor­tan­cia que real­mente rep­re­sen­ta para nues­tra historia.

Cabe destacar que la batal­la en la sabana de Carabobo, fue una vic­to­ria con­tun­dente del ejérci­to patri­o­ta pero, el resto del ejérci­to español huyó a la plaza de Puer­to Cabel­lo camino de San Este­ban, donde se atrincher­aron estratégi­ca­mente por más de dos años, con­tem­p­lan­do una posi­ble reor­ga­ni­zación de sus fuerzas con ayu­da externa.

Para enten­der tan com­ple­ja situación, apartán­dose de las banal­i­dades capri­chosas sin los ele­men­tos de juicios que reviste el revi­sion­is­mo históri­co, trae­mos a men­ción, el rela­to de Jean Bap­tiste Boussin­gault, tes­ti­go pres­en­cial durante el sitio real­iza­do con­tra Puer­to Cabello. 

 

 

 

 

 

 


Jean Bap­tiste Boussin­gault (1801–1887)

 

 

 

 

 

 

 

En su natal Fran­cia, Jean Bap­tiste, aprendió la explotación de la min­ería, y como exper­to, fue con­trata­do por Fran­cis­co Anto­nio Zea en París, a nom­bre del gob­ier­no colom­biano para estu­di­ar los sue­los de Colom­bia. En el tran­scur­so de su vida, hizo aportes desta­ca­dos en quími­ca, al estu­dio de la agrí­co­la, el petróleo y a la met­alur­gia. Llegó a Venezuela 1822 en com­pañía del geól­o­go peru­ano Mar­i­ano Rivero, y tuvo la opor­tu­nidad de ser tes­ti­go excep­cional de algunos episo­dios de la Guer­ra de Independencia.

Durante la men­ciona­da toma de Puer­to Cabel­lo se con­tabi­lizaron 156 fal­l­e­ci­dos, 56 heri­dos y 539 pri­sioneros en el ban­do español, en el patri­o­ta murieron 10 sol­da­dos y 30 quedaron heridos

En los días del sitio a Puer­to Cabel­lo acom­pañó a José Anto­nio Páez, y da poca impor­tan­cia a lo ocur­ri­do, pero describe aspec­tos rel­e­vantes que, per­miten jun­to a otras fuentes, hac­er un análi­sis de lo ocur­ri­do, de acuer­do a su tes­ti­mo­nio “Los episo­dios del blo­queo de Puer­to Cabel­lo, muy pocos intere­santes, por cier­to, no mere­cen ser tenidos en cuen­ta”. Clara­mente su juicio, esta­ba lejos de enten­der el sig­nifi­ca­do sus­tan­cial para las armas repub­li­canas la toma de esta plaza mil­i­tar y, por otra parte, puede tomarse tam­bién su opinión, a que no fue como tal, una batalla.

Afir­ma: “La plaza fuerte era vig­i­la­da por lanceros y por infantes que ocu­pa­ban una línea muy exten­sa. La mis­e­ria de los siti­adores habría sido igual a la de los siti­a­dos, si los primeros no hubier­an esta­do bien apro­vi­sion­a­dos de víveres. Páez vis­ita­ba con fre­cuen­cia la línea, solo o acom­paña­do de algunos ofi­ciales. Si nos aprox­imábamos demasi­a­do, los españoles dis­para­ban una descar­ga, cuyo efec­to se lim­ita­ba a cubrirnos de tier­ra y a dañar nue­stros uni­formes, como decía Johnston.

José Anto­nio Páez

Páez se exponía inútil­mente, pues en la noche la tropa llev­a­ba a cabo ron­das para sor­pren­der a las patrul­las españo­las, trayen­do algunos pri­sioneros cuan­do no los pasa­ba su tiem­po en los ranchos”.

En una larga exposi­ción detal­la aspec­tos impor­tantes para enten­der el éxi­to de la toma, sobre todo, la drás­ti­ca situación de caren­cia en que se encon­tra­ba los siti­a­dos y la ali­mentación de los sol­da­dos. Comen­ta tam­bién, lo que sucedía a quienes caían pri­sioneros, y las razones del uso de la ves­ti­men­ta del com­po­nente mil­i­tar acan­to­nan­do en la plaza.

Expli­ca: “Esa tarde fui a ver al coro­nel Usler, un alemán que, me parece, comand­a­ba la briga­da irlan­desa y vi traer a tres ofi­ciales supe­ri­ores cap­tura­dos entre Valen­cia y Mara­cay; se hal­la­ban en esta­do lam­en­ta­ble, prác­ti­ca­mente muer­tos de ham­bre: los pusi­mos bajo llave dán­doles todas las seguri­dades de que no serían fusilados.

En efec­to, la guer­ra se había reg­u­lar­iza­do después de una entre­vista entre Bolí­var y Moril­lo, la cual tuvo lugar en el pueblo de San­ta Ana: la Guer­ra a Muerte había terminado.

Sin embar­go, la vida de un pri­sionero qued­a­ba a merced de los vence­dores. Los ofi­ciales españoles declar­a­ban que la penuria era grande en los fuertes de Puer­to Cabel­lo y que los víveres falta­ban, lo cual no era el caso entre nosotros. 

Un gra­cioso sar­gen­to decía: “No ten­emos man­era de bañarnos, eso es todo”. Y en efec­to, el baño y el arreg­lo hacían fal­ta como puede ver­i­fi­car­lo al acom­pañar al coro­nel Usler a una inspec­ción de la briga­da irlan­desa: hom­bres fuertes, casi desnudos, sin camisas, sin guer­rera y con pan­talones chi­rosos, ¡que hom­bres tan andra­josos! Tenían cha­cos cor­ta­dos de viejos som­breros de paja. 

Castil­lo San Felipe de Puer­to Cabello

Las armas en buen esta­do y después de todo la salud no deja­ba nada que desear, los sol­da­dos eran robus­tos porque goz­a­ban de bue­na comi­da, com­pues­ta de carne, que­so, azú­car, bananos y maíz; los de con­sti­tu­ción débil habían desa­pare­ci­do y no qued­a­ba más que una tropa aguer­ri­da, for­ma­da por los que habían resis­ti­do, “el equipo se gas­ta ráp­i­da­mente en cam­paña, el vesti­do que resiste mejor es la propia piel” decía un sol­da­do de la más harapientos.

Esto es cier­to en los cli­mas cáli­dos, como Valen­cia, donde la tem­per­atu­ra se ele­va de 25º a 30º, pero que ven­ga el frío y por más que resista la piel, el hom­bre sucumbe. Tómese estas últi­mas pal­abras para desmi­ti­ficar el paso de los lanceros semi desnudos como estratagema.

CorreodeLara

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