CrónicasTodas Las Entradas

Los primeros prisioneros norteamericanos ejecutados en Venezuela

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Cuan­do el gen­er­alísi­mo Fran­cis­co de Miran­da zarpó de Nue­va York el 2 de febrero de 1806, en el Lean­der, un bergan­tín de 180 toneladas, arma­do con 18 cañones y pro­vis­to de toda clase de sum­in­istros, inclu­so una imprenta, llev­a­ba cer­ca de 200 hom­bres reclu­ta­dos en Esta­dos Unidos, para una empre­sa cono­ci­da por pocos: la lib­eración de la Améri­ca his­pana comen­zan­do con Venezuela.

Por supuesto, la aven­tu­ra de Miran­da tenía la venia – no oficial‑, del Gob­ier­no norteam­er­i­cano gra­cias a la relación que cul­ti­varon el gen­er­alísi­mo y Thomas Jef­fer­son, que sería el comien­zo de la diplo­ma­cia y las rela­ciones bilat­erales entre la futu­ra Venezuela y la ya vigente nación norteamericana.

Gen­er­alísi­mo Don Fran­cis­co de Miranda

Como ayu­dante de Miran­da forma­ba parte de la trip­u­lación un hijo del coro­nel William S. Smith, sobri­no del pres­i­dente John Quin­cy Adams y nieto del pres­i­dente John Adams.

Para aque­l­los años de la expe­di­ción, una nor­ma legal impedía que de puer­tos norteam­er­i­canos partier­an bar­cos con armas des­ti­nadas a ser ven­di­das a país­es en con­flic­to con naciones que tuviesen bue­nas rela­ciones con Esta­dos Unidos.

Por tan­to, para evadir dicha jurispru­den­cia, los nego­ciantes de pertre­chos y otros enseres, bus­ca­ban un ter­cer puer­to, razón por la cual el gen­er­alísi­mo arribó ofi­cial­mente al puer­to de Jacmel, Haití, el 19 de febrero, en donde días después, el 12 de mar­zo, enar­boló su nue­va ban­dera amar­il­la, azul y roja, como sím­bo­lo de la nue­va Repúbli­ca que se fundaría.

A la nave cap­i­tana le secun­daron dos gole­tas: Bac­chus y Bee que Miran­da arrendó en el puer­to haitiano.

Puer­to de Nue­va York. c. 1880

La aventura del demonio

En la cos­ta vene­zolana, ya el ejérci­to de la coro­na esper­a­ba el arri­bo de la aven­tu­ra expe­di­cionar­ia, pues resul­ta, que el proyec­to de Miran­da se cono­ció en Nue­va York, esce­nario que gen­eró un ambi­ente de ten­sión entre el Gob­ier­no norteam­er­i­cano y el rep­re­sen­tante diplomáti­co de España, el mar­qués de Casa-Iru­jo, cuyos espías acech­a­ban al generalísimo.

Pese a que Casa-Iru­jo hizo has­ta lo imposi­ble movien­do sus ten­tácu­los diplomáti­cos para par­alizar el proyec­to de invasión, las autori­dades norteam­er­i­canas hicieron caso omiso a las con­tin­uas protes­tas de este mar­qués, por lo que decidió entonces enviar a La Guaira, en una nave ráp­i­da, un pliego que rev­e­la­ba ‑en detalle‑, «la aven­tu­ra del demo­nio Miranda».

Muerte para los implicados

El gen­er­alísi­mo fue der­ro­ta­do en Ocumare de la Cos­ta cuan­do al amanecer del 28 de abril, cayeron bajo la acción de dos buques españoles: Argos y Ceres, al man­do del teniente de navío Agustín Blan­co. Después de un breve com­bate, fueron cap­turadas las gole­tas de Miran­da toman­do como pri­sioneros 60 de sus hom­bres, los cuales fueron traslada­dos a Puer­to Cabello.

Miran­da logró huir en el Lean­der a Bonaire, y de allí pasó a Grana­da y luego a Bar­ba­dos. En cuan­to a los pri­sioneros may­ores de 17 años, el fis­cal mil­i­tar al ser­vi­cio de don Manuel de Gue­vara Vas­con­cel­los, Capitán Gen­er­al de Venezuela y brigadier de los Reales Ejérci­tos, pidió la pena de muerte.

Según ano­ta el his­to­ri­ador Tomás Polan­co Alcán­tara, el Capitán Gen­er­al al cono­cer la sen­ten­cia con­tra los enjui­ci­a­dos colab­o­radores de Miran­da no se atre­vió a con­fir­mar­la, más bien en su sen­ten­cia del 12 de julio de 1806, rat­i­ficó la pena cap­i­tal, pero para los ofi­ciales, marineros y sirvientes may­ores de 25 años, cal­i­ficán­dola como «triste, aunque indis­pens­able ejem­p­lo de sev­eri­dad». El resto de la trip­u­lación fue con­de­na­da a prisión en diver­sos castillos.

La sen­ten­cia especi­fi­ca­ba que, una vez eje­cu­ta­dos los reos, fuer­an decap­i­ta­dos y sus cabezas expues­tas en los «sitios más nota­bles y más per­ma­nente y vis­i­bles de Ocumare, La Guaira y Valen­cia y en los tér­mi­nos acostumbrados».

Con­de­na­dos a la ahorca

Ninguna gestión pudo salvarlos

Y la sen­ten­cia se cumplió el 21 de julio de 1806 cuan­do los reos norteam­er­i­canos fueron con­duci­dos has­ta el cadal­so, con las cabezas cubier­tas por un asfixi­ante paño negro, y luego de leer­les la res­olu­ción con­de­na­to­ria, se les eje­cutó «con rigor».

Entre los eje­cu­ta­dos desta­ca­ban Fran­cis Far­quhar­son, 30 años, teniente de artillería y de pro­fe­sión encuader­nador; Charles John­son, 30 años, teniente de artillería y mil­i­tar de pro­fe­sión; Miles L. Hall, 30 años, primer teniente; Thomas Bil­lopp, 40 años, capitán; Gus­tavus A. Bergud, 34 años, capitán de caballería; Daniel Kem­per, 20 años, teniente de infan­tería; John Fer­ris, edad no defini­da, ofi­cial asis­tente; James Gard­ner, 30 años, capitán de la gole­ta Bac­chus; Thomas Deno­hue, 31 años, may­or; y Paúl T. George, de ori­gen por­tugués, edad no iden­ti­fi­ca­da, era teniente.

Aco­ta Polan­co Alcán­tara que, como sím­bo­lo de humil­lación, se instaló en cada hor­ca la ban­dera tri­col­or toma­da a Miran­da, «colo­ca­da en un palo sin labrar y tor­ci­do, miran­do hacia arri­ba la asta y hacia aba­jo la bandera».

Una vez eje­cu­ta­dos por ahor­camien­to, a los reos les cerce­naron las cabezas y éstas colo­cadas en bar­riles y trasladadas a los des­ti­nos antes señal­a­dos, despo­jos que fueron exhibidos en jaulas de madera fija­dos en altas picas.

Cita Polan­co Alcán­tara que estos jóvenes norteam­er­i­canos fueron los primeros hom­bres que murieron por la causa inde­pen­den­tista de Venezuela, y ningu­na gestión pudo lib­er­ar­los de la muerte, pese a que la hubo y fue enér­gi­ca, pero no más ráp­i­da que la eje­cu­ción de la sentencia.

William S. Smith y Samuel S. Ogden, fueron enjui­ci­a­dos por una fis­calía en Nue­va York por supues­ta colab­o­ración en las activi­dades ile­gales del gen­er­al Fran­cis­co de Miran­da. Smith, además, fue sep­a­ra­do de su car­go de admin­istrador del puer­to de Nue­va York. Las reper­cu­siones políti­cas por el desem­bar­co y las eje­cu­ciones a ciu­dadanos norteam­er­i­canos fueron severas.

La pren­sa, por su parte, dudó siem­pre que una expe­di­ción de esa enver­gadu­ra hubiese podi­dos realizarse sin la anu­en­cia del Gob­ier­no. El Con­gre­so inter­vi­no tras acalo­rados debates y la may­oría votó por eximir al Gob­ier­no de respon­s­abil­i­dad en la empre­sa de Miran­da. Los dos enjui­ci­a­dos que esta­ban en prisión, fueron lib­er­a­dos y absueltos.


Fuentes: Héc­tor Ben­co­mo Bar­rios. Expe­di­ción de Fran­cis­co de Miran­da. Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela. Fun­dación Empre­sas Polar. Cara­cas, 1988.
Tomás Polan­co Alcán­tara. Venezuela y Esta­dos Unidos a través de dos sig­los. Cámara Vene­zolana-Amer­i­cana de Com­er­cio e Indus­tria. Edi­to­r­i­al ExLib­ris. Cara­cas, 2000.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *