Las antiguas “Muñecas de la mafia”
Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo
La historia es una ruleta en la que los hechos se repiten cada cierto tiempo. En estos días se habla mucho de “las muñecas de la mafia”: un grupo de mujeres que giraban alrededor de unos bandidos que se enriquecieron en el poder. Hace cien años también se apoderó de Venezuela una verdadera mafia: la familia Gómez y sus asociados acapararon la mayoría de la riqueza y todo el poder. Los bandidos de aquellos tiempos, que no tenían límites por el enorme poder que controlaban, también tenían a su servicio a una legión de jóvenes para satisfacer sus deseos desmedidos, pero aquellas infelices fueron unas víctimas de la miseria y no disfrutaron de los lujos y fortunas que las “muñecas de PDVSA” exhiben en estos días.
En 1929 el dictador Juan Vicente Gómez designa como presidente del estado Carabobo (gobernador) a su primo y hombre de confianza Santos Matute Gómez. Matute, que generalmente omitía su primer apellido poniendo sólo la “M” para parecer más Gómez que Matute, venía de ser gobernador del estado Zulia entre 1918 y 1925, período en el cual Maracaibo se llenó de prostíbulos y bares, en un entorno de delincuencia, arbitrariedades y abandono. Su principal obra en Zulia fue el burdel llamado “El Casino de la Rosa” en Cabimas.

Al llegar a Carabobo repite sus andanzas. Mientras se enriquece con toda clase de artilugios compra la hacienda “Guaparo” al norte de la ciudad, donde tiene una lujosa casa. Instala un lujoso burdel a las afueras de la ciudad, en la entrada por la vía de El Morro, donde hoy queda el Distribuidor San Blas, que denomina el “Dancing”. Es un prostíbulo de lujo, donde tienen trabajando a jovencitas y a algunas extranjeras “exóticas”: europeas o caribeñas. En Santa Rosa, abre otro prostíbulo: “El Perro Rojo” al final de la Av. Juan Crisóstomo Gómez junto a un arco que celebraba la “Rehabilitación” de Gómez (hoy sería al final de la Calle Colombia, en San Blas). Y en Candelaria instala “El Gato Azul” un lupanar de ínfima categoría, donde se lleva a trabajar a las mujeres que han enfermado en los otros lenocinios.
Sus secuaces, los famosos “coroneles de carretera”, recorren los campos, donde las humildes familias de campesinos ignorantes languidecen entre el hambre y el paludismo y allí ofrecen darles a las niñas una vida mejor con trabajo en la ciudad en “casas de familia”. Con unas cuantas monedas de plata las madres o los padres de niñas de doce, trece y catorce años con cierto alivio dejan que los proxenetas disfrazados se lleven a las jovencitas a Valencia.
Los domingos por la tarde Santos salía desde Valencia hasta su hacienda de Guaparo. Desde la Alcabala al final de Camoruco la policía suspendía por una hora el tráfico para que el presidente del estado recorriera el camino por donde pobres campesinos esperaban con sus niñas el paso del gobernante que hacían subir al lujoso automóvil a cambio de unos fuertes.
El destino de las muchachas será la casa de Guaparo, alejada de la ciudad. Santos Matute es un pedófilo empedernido. En aquel lugar apartado el depravado gobernador utilizará a la niña recién llegada por varios días, hasta aburrirse o hasta que le traigan a otra víctima nueva. De allí la muchacha pasará al “Dancing” como mercancía nueva, donde será prácticamente una esclava sexual. No podrá salir, y si lo hace no sabrá como regresar al campo de donde salió.
Cuando hay varias chicas nuevas, sale por las calles de la ciudad una caravana escoltada por la policía: Primero un camión descapotado con las muchachas maquilladas y arregladas por alguna proxeneta y tras ellas otro camión con la banda musical del “Dancing” tocando las melodías de moda. Nunca antes ni después un burdel se promovió con semejante desfachatez. Las dictaduras son viles y envilecen a los pueblos. Con su poder absoluto hacen y deshacen sin que nadie pueda oponerse y los mismos tiranos no les ponen freno a sus depravaciones.
Cinco años dura esta situación. En 1935 muere el dictador Juan Vicente Gómez. Matute está a su lado y luego de las exequias trata de regresar a Valencia, pero las cosas han cambiado: la mafia gomecista ya no es todopoderosa. El nuevo presidente, el general Eleazar López Contreras, está desmontando todo el aparto gomecista. Coloca en los cargos militares a gente de su confianza como el coronel Celestino Hernández, comandante de la guarnición de Valencia. La gente por todas partes, oprimida por 27 años, reacciona en contra de los otrora dueños del país.

En Valencia se empiezan a saquear las propiedades de los gomeros. El populacho arrasa con el palacete del hermano de Santos, en la Avenida Camoruco, conocido luego como Hotel 400 o Palace. Setenta casas de gomecistas son saqueadas en Valencia. En los alrededores ocurre lo mismo con las haciendas, que casi todas son de la mafia Gómez. Matute trata de regresar a Valencia para encabezar la represión, pero el coronel Hernández le sugiere que se quede en Maracay. Luego el general López Contreras le propone que se vaya del país, por su bien. Santos huye a una isla del Caribe, cargado de millones.
Pero las prostitutas no esperan que las vengan a liberar de su encierro: ellas mismas toman justicia por su propia mano e inmediatamente saquean, destrozan e incendian el “Dancing” y el “Perro Rojo”.
EPILOGO

Santos Matute Gómez con una inmensa fortuna derivada de sus tropelías vaga por unas islas del Caribe, hasta que se instala en Costa Rica. En San Juan adquiere la residencia más lujosa de toda la ciudad y es recibido como un magnate, y perseguido político con bombos y platillos.
Al principio es tenido como todo un señor por la sociedad tica, pero depravado al fin, no tarda en volver a las andadas. Sus fiestas exóticas se convierten n la comidilla de la ciudad y su atracción por las niñas se va haciendo notoria. El pedófilo es acusado en Costa Rica de abusos en contra de unas niñas, pero en Costa Rica no es el primo del presidente-gobernador de estado, sino un simple extranjero con plata. Lo enjuician y luego lo expulsan del país. Muere en Panamá en los años cincuenta.
Fuentes:
Castillo Orduz, Fernando. “La Valencia de los finales del gomecismo”. El Carabobeño. 1 de septiembre de 1988
Correa, Juan. “Inefable Monseñor” Imprenta Nacional. Caracas. 2002.
Gonzáles Herrera, Luis. “La Generación del 36 vio su luz auroral en El Carabobeño”. El Carabobeño. 1 de septiembre de 1988
DONDE QUEDABA EL DANCING ?… ES IDENTICO A UNA CASA QUE ESTA EN EL PUEBLO DE LA ENTRADA…