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Las primeras enfermeras y enfermeros de Valencia

 

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador

Algunos componentes de la sociedad son tan familiares y comunes que pensamos que siempre han estado allí. No nos detenemos a pensar que alguna vez no existieron, mucho menos imaginamos cómo llegaron o quiénes fueron los primeros en desempeñar aquellas funciones. Así sucede con las enfermeras. Es justo recordar quienes fueron las primeras mujeres que ayudaron a los médicos del pasado en la loable función de cuidar a los enfermos


La enfer­mera (o enfer­mero) siem­pre está aso­ci­a­da al hos­pi­tal. Los antigu­os hos­pi­tales difer­ían bas­tante de lo que hoy enten­demos por “hos­pi­tal”, ya que más que lugares para hac­er inter­ven­ciones quirúr­gi­cas o com­pli­ca­dos tratamien­tos médi­cos aque­l­los antigu­os hos­pi­tales eran los lugares donde los más pobres acud­ían para que los cuidara alguien has­ta que se curaran de su dolen­cia o en todo caso, has­ta que les lle­gara una muerte con cier­ta dig­nidad. Es por eso, que en los lugares con cul­tura y tradi­ción católi­ca, como lo es Venezuela, los primeros hos­pi­tales esta­ban ínti­ma­mente vin­cu­la­dos a las religiosas.

El hos­pi­tal más antiguo de Valen­cia fue el “Hos­pi­tal de Cari­dad” (lla­ma­do prim­i­ti­va­mente San Anto­nio de Pad­ua) ubi­ca­do en una de las casas más antiguas de la ciu­dad, la famosa “Casa de la Estrel­la”. Aquel hos­pi­tal, con­ce­bido con otras ideas, no tenía quiró­fano, ni salas de asep­sia o con­sul­to­rios. Lo que si tenía era salas para los enfer­mos, sala de degre­do (ais­lamien­to) y capil­la donde se podía oír misa des­de el catre del paciente, sin ten­er que levantarse.

En aque­l­los tiem­pos los médi­cos acos­tum­bra­ban a vis­i­tar a sus pacientes en su casa; todos los par­tos eran en la casa de la par­turi­en­ta, igual­mente las inter­ven­ciones quirúr­gi­cas, por más com­pli­cadas que fuer­an se hacían en la casa del paciente. Con­ta­ba mi abue­lo que en 1910, después de que le pegaron un tiro por el abdomen, lo lle­varon a su casa y el ciru­jano lo operó en la mesa del come­dor, recu­perán­dose satisfactoriamente.

Otras ante­ceso­ras de las enfer­meras eran, en el caso de los par­tos, las “comadronas”; eran mujeres sin may­ores estu­dios, pero con mucha expe­ri­en­cia prác­ti­ca que ayud­a­ban en los par­tos. Muchas de ellas eran pro­fun­da­mente respetadas por los mejores médi­cos por su expe­ri­en­cia viven­cial. Se recuer­da a una lla­ma­da Rosa de Díaz, a quien el pro­pio Dr. Fer­nan­do Guer­ra Mén­dez con­fió para ayu­dar en el par­to de todos sus hijos.

 Pero sucede que des­de 1852, cuan­do se autor­iza al antiguo “Cole­gio Nacional de Carabobo” a impar­tir clases de med­i­c­i­na (aún antes de exi­s­tir la antigua Uni­ver­si­dad de Valen­cia), los estu­di­antes de med­i­c­i­na empiezan a acud­ir al hos­pi­tal, en cal­i­dad de “prac­ti­cantes” o “ayu­dantes, por lo que el antiguo hos­pi­tal-hos­pi­cio empieza a adquirir una de las car­ac­terís­ti­cas de los mod­er­nos hos­pi­tales, como es la docen­cia y la inves­ti­gación de la med­i­c­i­na. Luego, durante la pres­i­den­cia de Rojas Paúl, el man­datario revo­ca la pro­hibi­ción que impusiera Guzmán Blan­co en con­tra del establec­imien­to de órdenes reli­giosas en el país y se autor­iza la lle­ga­da a Venezuela de varias con­gre­ga­ciones, entre ellas las mon­jas france­sas de “San José de Tarbes” que se encar­gan del cuida­do de los enfer­mos en el Hos­pi­tal de Cari­dad. Es así que coin­ci­den en el hos­pi­tal las her­manas reli­giosas y los estu­di­antes de med­i­c­i­na. Esta sin­er­gia entre las reli­giosas y los prac­ti­cantes con­vir­tió a ambos gru­pos en los primeros enfer­meros de la ciudad.

Es de notar, que al revis­ar las Actas de la Munic­i­pal­i­dad de Valen­cia, entre finales del siglo XIX y prin­ci­p­ios del XX, no encon­tramos ningu­na par­ti­da para el pago de salarios de enfer­meras, pero si las hay para el pago de los “prac­ti­cantes”, es decir, los estu­di­antes de med­i­c­i­na que colab­ora­ban con el médi­co y las mon­jas en el hospital. 

Nos resultó espe­cial­mente gra­to con­seguir Actas de los años 1888 y de los años sub­sigu­ientes donde figu­ra el nom­bramien­to y los pagos de sus suel­dos a nue­stro tío-bis­abue­lo, el entonces bachiller Eudoro López Cor­rea, quien pos­te­ri­or­mente se grad­uaría en la primera pro­mo­ción de Médi­cos de la Uni­ver­si­dad de Valen­cia y sería cat­e­dráti­co de la mate­ria de Higiene. En otras actas de la munic­i­pal­i­dad (1902) fig­u­ran las par­tidas para pagar los suel­dos del los “prac­ti­cantes” Car­los San­da y José A. Viz­car­ron­do que años más tarde serían nota­bles galenos. En esa opor­tu­nidad eran ayu­dantes del médi­co del Hos­pi­tal Civ­il de la ciu­dad, mi bis­abue­lo el Dr. Medar­do Her­a­clio Med­i­na Betancourt.

Poseo tam­bién el doc­u­men­to orig­i­nal de la Munic­i­pal­i­dad de Valen­cia del año de 1905 con el nom­bramien­to de “Ayu­dante del Médi­co del Hos­pi­tal de Cari­dad” de mi tío abue­lo Medar­do Alber­to Med­i­na López, quien era ape­nas un jovenci­to recién sali­do del bachiller­a­to. Con el tiem­po el tío Medar­do sería un recono­ci­do medico y cien­tí­fi­co espe­cial­iza­do en enfer­medades venéreas.

Más tarde, en 1897, en tiem­pos en que ejer­ció la pres­i­den­cia del esta­do el Gral. José Félix Mora, se con­struyó el primer hos­pi­tal con mod­er­nos cri­te­rios san­i­tar­ios: el Hos­pi­tal Civ­il, en Can­de­lar­ia, donde hoy que­da el mal lla­ma­do Pala­cio de Jus­ti­cia. Aquí tres her­manas de “San José de Tarbes” van a cumplir fun­ciones de enfermeras.

Según reseña el Dr. Alfre­do Celis Pérez ( en His­to­ria del Antiguo Hos­pi­tal Civ­il de Valen­cia), cita­do por su cole­ga Muji­ca Sevil­la, ya en los años trein­ta las mon­jas que presta­ban sus ser­vi­cios en el Hos­pi­tal Civ­il eran la Supe­ri­o­ra Her­mana Adol­fi­na, la her­mana Celesti­na y la her­mana Ebral. Por esos años con la lle­ga­da de una nue­va gen­eración de médi­cos se hacen esfuer­zos por tec­nificar la labor de las enfer­meras, ade­cuán­dolas a las nuevas con­cep­ciones en mate­ria de cuida­dos médi­cos. Por esos años lle­ga la primera enfer­mera pro­fe­sion­al al Hos­pi­tal Civ­il: la señori­ta Vicen­ta Emil­ia Subero, egre­sa­da de la Escuela Nacional de Enfer­mería. De allí en ade­lante vinieron los cur­sos de enfer­mería dic­ta­dos por médi­cos para for­mar per­son­al calificado.

Debe­mos hac­er men­ción a dos balu­artes en la enseñan­za de la Enfer­mería en Venezuela: El médi­co valen­ciano Car­los J. Bel­lo, fun­dador de la primera Escuela de Enfer­mería y Puer­i­cul­tura en el inte­ri­or del país, anexa al Liceo Bolí­var en 1918 en San Cristóbal, Esta­do Táchi­ra.  Bel­lo es con­sid­er­a­do uno de los más impor­tantes san­i­taris­tas del país.  El hos­pi­tal de la Cruz Roja de Cara­cas lo recuer­da con su nombre; 

Por otra parte el Dr. Rafael Ernesto López Orte­ga, hijo de mi tío abue­lo Eudoro López, arri­ba men­ciona­do, naci­do en Cara­cas, pero en el seno de una famil­ia carabobeña y cri­a­do en el Esta­do Carabobo, sien­do min­istro de edu­cación del gob­ier­no del gen­er­al Eleazar López Con­tr­eras, en 1937 crea, entre otros nuevos cen­tros edu­ca­cionales, la “Escuela Nor­mal de Enfer­mería”, primer paso para la pro­fe­sion­al­ización de la noble dis­ci­plina de le Enfermería.


FUENTE
López, Víc­tor José. “Infati­ga­bles”
Muji­ca Sevil­la, Guiller­mo. “De Azules y Bru­mas” Alcaldía de Valen­cia. Clemente Edi­tores. Valen­cia. 1997
Yanes, Oscar. “Cosas del Mun­do” Grá­fi­cas Edi­ción de Arte. Cara­cas. 1972

CorreodeLara

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