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Legado de color

Xiomary Urbáez
Periodista y escritora

Desde tiempos remotos el hombre utilizó substancias animales vegetales y minerales, para pintar o para teñir fibras


Algunos antropól­o­gos esti­man que los indí­ge­nas pre­colom­bi­nos de hace entre 4.000 y 14.500 años que vivieron en este lado del mun­do, incluyen­do lo que aho­ra es Venezuela, prepara­ban exce­lentes tin­turas veg­e­tales, en tonal­i­dades azules y rojas, prove­nientes del añil y del ono­to. Un hal­laz­go que demues­tra que ‑en ese sen­ti­do- los nativos amer­i­canos esta­ban más ade­lan­ta­dos que la gente de Egip­to o Mesopotamia.

Con la lle­ga­da de los españoles, los cro­nistas prim­i­ge­nios descri­bieron los pro­ce­sos para extraer los tintes. Los indí­ge­nas colo­ca­ban pim­pol­los de añil y agua en vasi­jas tapadas. Cola­ban a los días y, de la bor­ra, hacían pan­eli­tas con las que teñían sus vestuarios.

“De ono­to tra­je yo unas mas­sas, reduci­das a bol­los y pelotas, de que me é aprovecha­do para yndi­ca­cion de algu­nas partes del tratadil­lo presente”

Más tarde, de la mano de los vas­cos, al añil sil­vestre se unió en cul­tivos a la var­iedad cen­troamer­i­cana. Las siem­bras dependían de las condi­ciones del sue­lo y de los ríos, para accionar el moli­no que movía el líqui­do, en el cual se prepara­ba el tinte. 

Por su parte, el ono­to fue emplea­do no sólo como tinte sino con fines rit­uales, cos­méti­cos, med­i­c­i­nales y gas­tronómi­cos. Del agua y los gra­nos remo­ja­dos en cachar­ros, se ais­la­ba el rojo para empas­tar­lo con aceite de tor­tu­ga y con­ver­tir­lo en bolas.

“De ono­to tra­je yo unas mas­sas, reduci­das a bol­los y pelotas, de que me é aprovecha­do para yndi­ca­cion de algu­nas partes del tratadil­lo pre­sente”, describe en el siglo XVII, en su cróni­ca sobre el río Apure, fray Jac­in­to de Car­va­jal, el empleo del ono­to para sub­ra­yar su texto. 

Los bel­lísi­mos tonos caribeños, tiñeron los lien­zos de la primera indus­tria tex­til de Suraméri­ca, insta­l­a­da en El Tocuyo en el siglo XVI. 

Con la deman­da de tin­turas amer­i­canas en el mer­ca­do europeo, comien­za en el últi­mo ter­cio del siglo XVIII, el ver­dadero auge com­er­cial y las primeras exporta­ciones. Con el cor­rer del tiem­po, los tintes quími­cos susti­tuyeron los tonos nat­u­rales, enter­ran­do los secre­tos arte­sanales de un lega­do ancestral.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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