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Lo llamaban “El cazador de las fiebres”

Leopoldo Briceño-Iragorry
Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina 
con el puesto #12 desde 1985 e Individuo de Número 
Sillón VIII desde el 2 de febrero de 1995

Rumeno Isaac Díaz nació en Valle de la Pascua, Venezuela, el 11 de julio de 1913. Hijo de un inmigrante libanés y una señora de estirpe de la zona. Comerciantes y dueños de Hatos


Sus primeras letras las recibe de la maes­tra Julia Hernán­dez y fue dis­cípu­lo del pro­fe­sor Rafael González Údis en el cole­gio “Eduar­do Blan­co”. Estu­dia bachiller­a­to en Cara­cas en el Liceo Andrés Bel­lo graduán­dose de Bachiller en Filosofía y Letras en 1932. Ese mis­mo año entra en la Escuela de Med­i­c­i­na de la UCV. Durante su car­rera hace un cur­so de Malar­i­ología y se gradúa de Doc­tor en Cien­cias Médi­cas, defen­di­en­do la Tesis “Palud­is­mo y la serie blan­ca” en 1938. Ese año se casa con su fiel com­pañera de vida y tra­ba­jo María Tere­sa Hernán­dez Oso­rio (doña Tere). Y tienen tres hijos Yolan­da, Yaya y Jorge.

El mis­mo año se hace médi­co de fron­teras y más por com­pañeris­mo que por otra causa, se rad­i­ca en el Jobito hoy Puer­to Páez, en la con­flu­en­cia del río Meta con el Orinoco, su meta era el bien­es­tar de la gente. Luchó con los pre­sos políti­cos de la zona para apa­gar un fuerte brote de palud­is­mo, para lo cual lo habían llamado.

Dr Rumeno Isaac, cono­ci­do como El Cazador de fiebres

¡No hacíamos nada con tratar a los pacientes con quin­i­na y pas­mo­quina, si no íbamos ade­lante con el anofe­les que seguía inoc­u­lan­do la enfer­medad; hacíamos cen­so diario de la población vul­ner­a­ble y aplicábamos petróleo en las char­cas, para dis­minuir la población de mos­qui­tos!, decía Rumeno.

Después de tan­to lle­var y traer petróleo, en las tardes se reunían en la Med­icatu­ra de Rumeno has­ta que la pla­ga les diera tregua, en un gramó­fono les ponía Toca­ta y Fuga de J. S. Bach y los con­fi­na­dos oían cómo las notas musi­cales se fuga­ban hacia la libertad.

Rumeno via­ja en 1940, envi­a­do por el MSAS a un cur­so de la Ofic­i­na San­i­taria Panamer­i­cana en la cos­ta del paci­fi­co y Antipestoso en Lima, Perú. Allí se entre­na con­tra la peste bubóni­ca y pos­te­ri­or­mente con­tra la fiebre amar­il­la al lle­gar a Cara­cas en el Insti­tu­to de Higiene bajo la super­visión del Dr. Edmun­do Fernández.

Com­bat­ía la Peste en 1943, con suero anti pestoso para los pacientes y cre­oli­na y lisol para las ratas. La mor­tal­i­dad era altísi­ma en 60 y 100%. Luego en 1948 aparece un ele­men­to hero­ico: la estrep­tomic­i­na con­tra la Yersinia pestis y el DDT con­tra las pul­gas, para romper el ciclo ratas-pul­ga-hom­bre. Ya en 1962 no había casos de peste ni en humanos ni roedores.

A dos años de ejer­ci­cio en la División, le toca estre­narse en un brote grande de fiebre amar­il­la en la sel­va de San Cami­lo, alcan­zan­do el Alto Apure, Bari­nas y Táchi­ra. Al ter­cer mes de esa lucha habían someti­do el brote, con la ayu­da de médi­cos venezolanos.

Vac­u­nación de fiebre amar­il­la en la población rural

Perseguía a los araguatos. Donde iban ellos iba Rumeno, el silen­cio del coro de los mis­mos, les señal­a­ba hacia dónde se dirigía la man­a­da y la “Onda Epi­zoóti­ca de la Fiebre”. Había que ade­lan­tarse aden­trán­dose en la sel­va; se vac­u­naron 28,000 per­sonas por mes en una población rur­al muy dis­per­sa: a lomo de mula, a pie y a veces nadan­do para atrav­es­ar los ríos.

En un reporte del Dr. Edmun­do Fer­nán­dez en 1945, sobre la División de Fiebre Amar­il­la, se lee:

Con el conocimien­to cada vez mejor de la exten­sión de la fiebre amar­il­la selváti­ca en Venezuela, y por el hecho de estar com­pro­ba­da la efi­ca­cia de la vac­u­nación como pro­ced­imien­to seguro y poco cos­toso, el Min­is­te­rio ha procu­ra­do sum­in­is­trar esta pro­tec­ción al may­or número posi­ble de indi­vid­u­os en las zonas afec­tadas.

A fines de diciem­bre se pre­sen­taron 11 casos de fiebre amar­il­la en la zona selváti­ca de la cuen­ca del Lago de Mara­cai­bo. Con tal moti­vo se inten­si­ficó la vac­u­nación antia­maríli­ca en todas las regiones endémicas.

De noviem­bre de 1945 a octubre de 1946 han sido vac­u­nadas 77,470 per­sonas con­tra la fiebre amar­il­la en las zonas endémi­cas de esta enfer­medad. De estas vac­u­na­ciones cor­re­spon­den 9.510 a los dos últi­mos meses de 1945 y las restantes al cor­ri­ente año.

Final del cur­so de las “Brigadas Rurales Ambulantes

Se creó el Ser­vi­cio Anti­lar­vario de Mara­cai­bo, para defend­er de las posi­bles incur­siones de la enfer­medad al segun­do puer­to de la Repúbli­ca, fac­tor deci­si­vo en la economía del país”. Establece Cam­pa­men­tos, donde sigue sien­do alber­gue de fiebre amar­il­la o vómi­to negro: Sel­va al Sur del Lago de Mara­cai­bo, zona Selváti­ca alrede­dor de la local­i­dad de Bergan­tín, al sur del Orinoco y trece más a lo largo y ancho del país.

Con­ta­ban con equipos de Radio­trans­misión y Estación Mete­o­rológ­i­ca, recibe infor­ma­ción epi­demi­ológ­i­ca y mete­o­rológ­i­ca diaria, el tra­ba­jo no es a tiem­po com­ple­to sino inte­gral a la hora que “sea”. En sus diver­sas cam­pañas, hace amis­tad con Gus­ta­vo Heny (Cabuya), un leg­en­dario explo­rador, quien acom­paño a Jim­my Ángel en su explo­ración al Salto que lle­va su nom­bre; hace cam­pa­men­to en alto Ven­tu­ari en el asen­tamien­to Karanipó.

Se le llamó “El misionero Laico del Ven­tu­ari”. En otras oca­siones estu­vo acom­paña­do por el entomól­o­go Pablo Anduze. Fue uno de los ini­ci­adores de la Med­i­c­i­na Sim­pli­fi­ca­da: con cur­sos de cua­tro sem­anas  a través de las Brigadas rurales Ambu­lantes y se les entre­ga­ba un man­u­al para conocimien­to de los sín­tomas y tratamien­to de las enfer­medades más comunes.

Aparece una zona epi­zoóti­ca del vómi­to negro, esta vez cer­ca de Los Cara­cas en La Sabana en el año 1955. Se activó el cer­co epi­demi­ológi­co, actuan­do de frente con­tra el brote. No hubo enfer­mos ya que habían sido vac­u­na­dos con anterioridad.

Nue­va­mente “El silen­cio de los araguatos los orientó”.

Dr. Rumeno Isaac Díaz fir­man­do la zona de emer­gen­cia epi­demi­ológ­i­ca en la Fila de Tiara con­tra la peste bubóni­ca en 1962

Entre 1941–1971 se habían vac­u­na­do en Venezuela siete mil­lones sei­scien­tos ocho mil tre­scien­tos diez habi­tantes (7.680.310 hab.), mucho más de la mitad de la población para 1971 (64.4%) y se habían apli­ca­do 2.232.233 tratamien­tos de peste bubónica.

Ante la Acad­e­mia de Med­i­c­i­na Rumeno (GMC enero-mar­zo 1961): alerta­ba que: “Exis­ten refu­gios nat­u­rales, donde las enfer­medades se atrincher­an y son invul­ner­a­bles. Es la respues­ta de la nat­u­raleza ante la cien­cia del hombre.

La maraña trop­i­cal hace imposi­ble romper el ciclo mos­qui­to-mono en la fiebre amar­il­la selváti­ca. El instin­to de la rata tiene el priv­i­le­gio sobre la cien­cia del hom­bre y la peste se burla de nosotros en su refu­gio selvático”.

Más ade­lante dice:

“Muchos de los focos de peste sil­vestre per­manecen con­fi­na­dos en su límite ini­cial. No siem­pre se des­cubren razones climáti­cas o de ter­reno que condi­cio­nen esta lim­itación. Pare­cería, a veces, que el azar está en juego. De todos mod­os, la expan­sión debe ser pre­vista y el primer paso es el estu­dio com­par­a­ti­vo de la ecología del prob­le­ma en la zona afec­ta­da y en las zonas cir­cun­dantes. En Venezuela esta lim­itación geográ­fi­ca de la enfer­medad existe todavía. Aca­so sea defin­i­ti­va; pero con­ven­dría estu­di­ar si hay razones en las cuales fun­dar esta esperanza”.

“Record­a­ba que la peste sil­vestre es per­ma­nente, man­teni­da por la población de roe­dores resistentes unos y sus­cep­ti­bles otros, por lo que su errad­i­cación es casi imposi­ble. Tiene asien­to común en los munici­p­ios Tejerías y Táca­ta, de los dis­tri­tos Ricau­rte y Guaicaipuro, de los esta­dos Aragua y Miran­da, respec­ti­va­mente. No existe una vac­u­na efi­ciente que pro­te­ja al hom­bre. Existe la posi­bil­i­dad de la infec­ción humana cuan­do se aven­tu­ra por la zona pestosa y por otra parte un asen­tamien­to campesino en esa zona, involu­cra dominio y destruc­ción de la selva”.

“Esto puede traer como con­se­cuen­cia el cam­bio del hábi­tat de los roe­dores, que provo­caría migra­ciones que podrían lle­var la infec­ción a lugares veci­nos has­ta aho­ra indemnes. Podría vol­verse incontrolable”.

Recomendó declarar Reser­va Fore­stal a la zona pestosa selváti­ca, situ­a­da al sur del Río Tuy, en los munici­p­ios Tejerías y Táca­ta, con vig­i­lan­cia per­ma­nente por la guardia nacional, guardia fore­stal y guardias rurales san­i­tar­ios para evi­tar las pen­e­tra­ciones en la zona y el asen­tamien­to de campesinos en sus alrede­dores. (Fin de la cita).

El Dr. Rumeno Isaac atrav­es­an­do el río Meta o un aflu­ente del mis­mo en una cha­lana con dos bongos

Se jubiló “El cazador de la fiebre” del “Silen­cio de los Araguatos” en 1983 y diez años después, fal­l­e­ció rodea­do de sus famil­iares. En un dis­cur­so pro­nun­ci­a­do por el Dr. Blas Bruni Cel­li en el seno de la Acad­e­mia de Cien­cias Físi­cas, Matemáti­cas y Nat­u­rales en el año 2002 con moti­vo de la Incor­po­ración del Dr. Jaime Reque­na expresó:

“…No puedo olvi­dar tam­poco a Rumeno Isaac Díaz quien con sus anón­i­mas inves­ti­ga­ciones man­tu­vo acor­ral­a­da en la sel­va durante muchas décadas a la fiebre amar­il­la y por eso nun­ca recibió ni una medallita…”.

Edgar Malaspina en su blog en agos­to de 2009 expresó:

“Sería bueno rescatar la memo­ria del Dr. Rumeno Isaac Díaz, un médi­co guariqueño, héroe anón­i­mo y líder en una lucha con­tra la ter­ri­ble enfer­medad que diezmó pobla­ciones enteras en nue­stro país, en las primeras décadas del siglo XX, la fiebre amarilla.

La errad­i­cación de la mis­ma fue obra de este após­tol de nues­tra med­i­c­i­na, injus­ta­mente olvi­da­do. Conocí el lab­o­ra­to­rio de con­trol de roe­dores que el man­tenía en la Ser­ranía de Tiara, cer­ca de Tejerías en el esta­do Aragua.

Repor­ta­je com­ple­to pub­li­ca­do en La web de la salud

CorreodeLara

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