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Lope de Aguirre, un despiadado conquistador que se apoderó de Venezuela

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

El 20 de junio de 1561, el con­quis­ta­dor Lope de Aguirre arribó a las tran­quilas costas de la isla de Mar­gari­ta en Venezuela, era un lunes por la tarde y des­de allí ini­ció su espan­tosa car­nicería con­vir­tién­dose en pocos días en una mor­tan­dad de indios y cristianos.

Era nat­ur­al de Oñate, provin­cia de Guipúz­coa, perteneciente al reino de Castil­la, España, en donde había naci­do el 8 de noviem­bre de 1510. Vino al con­ti­nente en bus­ca de el dora­do, sem­bran­do el hor­ror por donde pasa­ba. Se hal­la­ba en el Perú cuan­do el gob­er­nador don Andrés Hur­ta­do de Men­doza, resolvió una expe­di­ción con unos 400 españoles, algu­nas dece­nas de esclavos negros, unos 500 sirvientes indios, 40 cabal­los, embar­ca­dos en dos bergan­tines, dos bar­cazas chatas y unas cuan­tas bal­sas y canoas.

En un viejo cro­quis de El Tocuyo del año de 1562, que nos facil­itó gen­erosa­mente la his­to­ri­ado­ra Rebe­ca Figuere­do, se obser­va la cabeza cor­ta­da de Lope de Aguirre, expues­ta en el lado izquier­do de una especie de cruz que refiere: “cabeça de agire” (cabeza de Aguirre), en castel­lano antiguo y aba­jo “la plaça maior”.

La expe­di­ción le fue con­fi­a­da al navar­ro Don Pedro de Ursúa. Entre los con­quis­ta­dores iban tam­bién Lope de Aguirre, su joven hija mes­ti­za, lla­ma­da Elvi­ra y sus marañones.

Antes de atracar en Venezuela, enlo­que­ci­do por la cod­i­cia, Lope de Aguirre urdió su primer crimen, fue entonces cuan­do per­suadió al primer ofi­cial al man­do de uno de los bar­cos don Fer­nan­do de Guzmán, para que asesinaran a Don Pedro de Ursúa, jefe expe­di­cionario, y así éstos coman­darían la empre­sa y se repar­tirían el oro.

Con­ce­bido el plan, Lope de Aguirre y sus hom­bres esper­aron cay­era la noche y, entre las som­bras, irrumpieron con fero­ci­dad en el camarote del capitán Ursúa. Fueron tan­tas las puñal­adas ases­tadas, que éste y su ayu­dante, el capitán Juan Var­gas, quedaron irreconocibles.

Inmedi­ata­mente los marañones, todos arcabuceros, ahoga­dos en licor y excitación procla­maron a de Guzmán jefe de la expe­di­ción y a Aguirre lo nom­braron Maestre de Cam­po, ran­go que osten­tará por poco tiem­po, toda vez fue masacran­do a todo aquel indi­vid­uo que intuía podía hac­er­le algu­na obstruc­ción. Final­mente asesinó tam­bién a de Guzmán, toman­do el man­do abso­lu­to de la empre­sa expedicionaria.

Se reveló contra su rey

Aguirre navegó río aba­jo por el Ama­zonas, alcan­zan­do el mar; luego, mar aden­tro, hacia el norte, llegó has­ta Mar­gari­ta y Tier­ra Firme. Durante el tran­scur­so de este via­je, instó a 186 cap­i­tanes y sol­da­dos a fir­mar una declaración de guer­ra en con­tra de la coro­na españo­la auto­proclamán­dose príncipe del Perú, Tier­ra Firme y Chile. Le mandó una car­ta a Felipe II ‑de insóli­ta sober­bia e insolencia‑, explicán­dole sus planes de lib­er­tad y auto­go­b­ier­no fir­ma­da con el sobrenom­bre de el traidor.

Tal rebeldía de Aguirre era descono­ci­da en Mar­gari­ta, cuan­do llegó fin­gien­do leal­tad y con­duc­ta intach­able, apun­ta el escritor español Isaac Otero, en La leyen­da viva del tira­no Aguirre y las tier­ras de Venezuela.

A sangre y fuego

Entró el tira­no Aguirre a Pam­patar con su hor­da de marañones toman­do como pri­sioneros a las autori­dades, a veci­nos nota­bles y, sin juicio, orde­na sean ahor­ca­dos. Allanan las casas, roban cuan­to pueden y, es entonces cuan­do degüel­la a Ana de Rojas, una de las antepasadas del Lib­er­ta­dor Simón Bolívar. 

Después de los cru­en­tos asesinatos en la isla, en donde a san­gre y fuego liq­uidó a la población nati­va de los pueb­los veci­nos, el tira­no resolvió embar­carse con des­ti­no a tier­ra firme, así evadiría tam­bién a Fran­cis­co Fajar­do, el con­quis­ta­dor mes­ti­zo mar­gariteño con órdenes expre­sas de su majes­tad de apre­sar­lo y ajus­ti­cia­r­lo in situ.

Antes de aban­donar Mar­gari­ta el tira­no mató a gar­rote al gob­er­nador y a 50 veci­nos adep­tos a la autori­dad de la isla, y nue­va­mente escribió una descome­di­da car­ta al rey; que suscribió como El Pere­gri­no y Príncipe de la Lib­er­tad.

Jun­to a sus marañones, llegó el tira­no a Bor­bu­ra­ta y su primera víc­ti­ma fue uno de sus arcabuceros, cuan­do el des­gra­ci­a­do le pre­gun­tó si esta­ban en una isla o en tier­ra firme. Esta población no se escapó de la degol­li­na y el saqueo gen­er­al. Quemó todas las embar­ca­ciones, las suyas y las que per­manecían en el puerto.

Solo le qued­a­ban un poco menos de 150 marañones de 400 que eran orig­i­nal­mente cuan­do asesinó a de Ursúa, pero fueron sufi­cientes para pros­eguir con la con­quista de Venezuela, esta vez ocu­pan­do la Nue­va Valen­cia del Rey, en donde provocó la hui­da de sus veci­nos a los mator­rales, llenos de páni­co, mien­tras que otros se refu­gia­ron en las islas del lago Tacarigua. Car­ga­ba con­si­go y para sí, a la esposa y la hija del Jus­ti­cia May­or de Borburata.

En Barquisimeto mató a su hija

La rebe­lión de Lope de Aguirre llegó a Nue­va Segovia de Bar­quisime­to el 22 de octubre de 1561, con ban­dera negra ribetea­da con dos espadas san­gri­en­tas cruzadas. Al arrib­ar se con­sigu­ió con el capitán gen­er­al Gutierre de la Peña Lan­gayo, Regi­dor de Coro y El Tocuyo, gob­er­nador y capitán gen­er­al interi­no de la provin­cia de Venezuela entre 1558–1559, apos­ta­do con sus tropas sobre una loma frente al pueblo, pues la noti­cia de la mar­cha del tira­no hacia estas regiones llegó a oídos del gob­er­nador Pablo Col­la­do, que esta­ba con­va­le­ciente en El Tocuyo, afec­ta­do de «achaque de temores que le espanta­ban de noche, y aun pien­so que tam­bién de día», escribe el cro­nista español Fray Pedro Simón en Noti­cias his­to­ri­ales de las con­quis­tas de Tier­ra Firme en las Indias Occidentales.

En los prepar­a­tivos para la guer­ra se habían reunido pre­vi­a­mente en El Tocuyo el gob­er­nador Pablo Col­la­do, la Jus­ti­cia y veci­nos de la ciu­dad para señalar cuáles habrían de ser las acciones que debían afrontarse para hac­er­le frente al tirano.

Lle­garon a Bar­quisime­to primero que Aguirre y evac­uaron la ciu­dad, lleván­dose los ani­males de cría y todos los ali­men­tos. En las casas colo­caron unas cédu­las ofre­cien­do el perdón de todos sus crímenes a la sol­dadesca que deser­tara. Asimis­mo, otra dirigi­da a Lope de Aguirre exhortán­dole depusiera las armas y se doble­gara a la vol­un­tad del rey. Salieron de la ciu­dad y se escondieron en los bar­ran­cos del río Ceni­zo (río Tur­bio) para emboscar al tira­no, quien venía por el valle.

Cuan­do Aguirre y sus hom­bres entraron a Bar­quisime­to, incen­di­aron todas las casas, que eran de paja y bar­ro, y solo dejaron unas cuan­tas en pie. Allí se refu­gia­ron del sitio impuesto por los envi­a­dos del rey, y así, a tiro de arcabuces resistieron cin­co días.

Final­mente, el 26 de octubre de 1561, acor­ral­a­do por las autori­dades reales, Aguirre en un arreba­to de deses­peración apuñaló a Elvi­ra, su propia hija, suce­so que jus­ti­ficó exponien­do: «Porque alguien a quien quiero tan­to no debería lle­gar a acostarse con per­sonas ruines». Tam­bién le ases­tó un sin­fín de puñal­adas más a var­ios de sus seguidores que inten­taron capturarlo.

Dos de los marañones le apun­taron con sus arcabuces; uno de ellos dis­paró, pero solo con­sigu­ió rozar­lo, cau­san­do la mofa de Aguirre. El otro marañón sí acertó, matán­do­lo en el acto. Saltó luego sobre él un sol­da­do lla­ma­do Cus­to­dio Hernán­dez y por orden del maestre de cam­po Diego Gar­cía de Pare­des le cortó la cabeza, y sacán­dola de los cabel­los, que los tenía lar­gos, se fue con ella a recibir al gobernador.

Itin­er­ario segui­do por Lope de Aguirre des­de San­ta Cruz de Capoc­o­var, en Perú, (1560) has­ta Bar­quisime­to en Venezuela (octubre de 1561). Mapa de la obra de Cas­to Ful­gen­cio López Lope de Aguirre el Pere­gri­no, apel­l­i­da­do el Tira­no. Primer caudil­lo lib­er­tario de Améri­ca. His­to­ria de su vida haz­a­ñosa y de su muerte traido­ra (Cara­cas, 1947)

Los restos del tirano 

Su cuer­po fue des­cuar­ti­za­do y su cabeza fue envi­a­da a El Tocuyo en una jaula de hier­ro para que la gente viese de donde brota­ban «tan per­ver­sas maquinaciones».

La mano derecha fue traslada­da a Méri­da y la izquier­da a Valen­cia, el resto del cuer­po fue echa­do de com­er a los per­ros. En un juicio post mortem efec­tu­a­do en El Tocuyo, fue declar­a­do cul­pa­ble de deli­to de lesa majes­tad. Los seguidores del tira­no fueron lle­va­dos a juicio y sen­ten­ci­a­dos a muerte por descuartizamiento.


Fuente: Rafael Domin­go Sil­va Uzcátegui. Enci­clo­pe­dia Larense. Tomo I. 3 edi­ción. Cara­cas 1981.
Pedro Simón. Noti­cias His­to­ri­ales de las con­quis­tas de Tier­ra Firme en las Indias Occi­den­tales. Bib­liote­ca de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria. Fuentes para la his­to­ria colo­nial de Venezuela #66 y #67. 1963.
Isaac Otero. La leyen­da viva del tira­no Aguirre y las tier­ras de Venezuela. En www.cronicasdelaemigracion.com

CorreodeLara

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