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Los antiguos hospedajes de Puerto Cabello

Elvis López
Historiador
elopez_77@hotmail.com

La his­to­ria de los hospeda­jes se remon­ta a la antigüedad, cuan­do se abrieron aposen­tos en los pueb­los para el des­can­so de los via­jeros. Con el tiem­po ese con­cep­to evolu­cionó has­ta con­ver­tirse en una activi­dad com­er­cial.  En Venezuela, la his­to­ria de los hospeda­jes es un tema poco abor­da­do, pero no deja de ser por ello intere­sante. Al val­o­rar su pres­en­cia, alcan­zamos una visu­al en par­tic­u­lar de una sociedad.

Los primeros tes­ti­mo­nios de la hostel­ería porteña pertenecen a los hom­bres de mar. Hal­lan­do un rudi­men­ta­rio ini­cio, pro­duc­to del com­er­cio marí­ti­mo en las postrimerías del siglo XVIII. Sin embar­go, debido a la guer­ra que sos­tu­vo los Esta­dos Unidos con­tra Inglater­ra por su inde­pen­den­cia, cono­ce­mos tal vez del primer reg­istro doc­u­men­ta­do de hospeda­je alguno en estas tierras.

A finales de enero de 1783 anclaron en Puer­to Cabel­lo las flotas france­sas del mar­qués de Vadreuil. Habían sali­do de Boston en mis­ión sec­re­ta al Caribe. Uno de sus trip­u­lantes Jean Fran­cois Louis Conde de Clemont escribe en su diario “Tan pron­to llegué me infor­mé sobre el alo­jamien­to en tier­ra. Tuve la suerte de encon­trar la habitación más cómo­da que el pobla­do podía ofrecer”.

La estadía de estos via­jeros no fue efímera, les per­mi­tió obser­var aspec­tos impor­tantes de la vida cotid­i­ana del porteño de aquel momen­to. Louis Alexan­dre Berthi­er, com­pañero del mar­qués, mati­za el recor­ri­do que hicieron de 8 leguas has­ta el Cam­bur, pun­tu­al­izan­do “es solo una choza de india donde los arrieros paran para beber ron. El calor es sofo­cante y col­g­amos nues­tras hamacas y dormi­mos tres horas antes de almorzar. 

Este almuer­zo nos fue servi­do ya que no llevábamos ningu­na pro­visión. Con­sis­tió en res ahu­ma­da, pol­lo hervi­do y pan de casabe (…) se ven car­a­vanas de indios acam­pan­do. Estos trans­portan pro­duc­tos por mulas des­de el inte­ri­or de Puer­to Cabel­lo. Nun­ca se sep­a­ran de las casas, sino acam­pan donde los agarre el calor o la noche. Los arrieros sueltan sus mulas a pas­tar, tien­den sus hamacas entre los árboles, encien­den grandes hogueras para ale­jar a las bes­tias sal­va­jes, y comen los ali­men­tos que lle­van con ellos”.

Esa descrip­ción, es el cimien­to doc­u­men­ta­do de la hos­ped­ería en Puer­to Cabel­lo. Com­ple­men­ta­da, con el tes­ti­mo­nio de Hum­boldt, a su paso por éste litoral (1800), “bajamos a Puer­to Cabel­lo, tenien­do siem­pre a nues­tra derecha el rio de aguas calientes. Muy pin­toresco el camino” (…) “Entre Las Trincheras y la posa­da del Cam­bur se pone de man­i­fiesto un gran­i­to grande y grueso”.

Suponemos, que los tor­men­tos de la guer­ra de inde­pen­den­cia, fre­naron los primeros inten­tos posaderos en Puer­to Cabel­lo. Según, Robert Sem­ple (1811), en toda la ciu­dad no hal­ló una posa­da, pero cor­rió con la suerte de poder alo­jarse en una casa par­tic­u­lar, para los dueños de la cual traían car­ta de recomen­dación. A par­tir de ese año, es difí­cil imag­i­narse la visi­ta de algún extraño, por un moti­vo dis­tin­to al con­flic­to arma­do, des­en­ca­denán­dose con más fuerza a par­tir de 1812.

Aun cuan­do, pasa­da la con­tien­da arma­da (1823) pro­lif­eró el com­er­cio marí­ti­mo, se desconoce la pres­en­cia de empre­sa hotel­era sino has­ta 1836, cuan­do el señor Bue­naven­tu­ra San­tander abrió las puer­tas del “Hotel San­tander”, ubi­ca­do en la calle plaza, frente al viejo mer­ca­do públi­co de la ciudad. 

Un avi­so com­er­cial de 1869 señala el cos­to por hospedarse, un pen­sion­ista paga­ba men­su­al 25 pesos, un alo­ja­do 1.50 y un cubier­to 50. En 1880 se alo­jó la hija del Mon­sieur Hen­ry, diplomáti­co de Fran­cia en Cara­cas, Jen­ny de Tal­lenay, quien en 1884 pub­licó en Paris su libro Suvenires de Venezuela, donde rela­ta su visi­ta a Puer­to Cabello.

A los proyec­tos de expan­sión de los caminos car­reteros ini­ci­a­dos por la Repúbli­ca después de los conatos civiles, se incor­po­raron nuevas fuentes de tra­ba­jo, prop­i­cian­do el desar­rol­lo del litoral. Es así, como el ambi­ente se tor­na flo­re­ciente para la reac­ti­vación de la ofer­ta hospedaría, a ello, se sumó la “Posa­da del Cam­bur”, en la car­retera de Valen­cia al Puer­to, inau­gu­ra­da en 1843, propiedad de Clara de Iza­guirre, quien ofrecía a los transeúntes un ser­vi­cio de ali­mentación, cuar­tos fres­cos y abri­ga­dos, equidad de los pre­cios y todas las como­di­dades apetecibles.

Estu­vo abier­ta por años, en 1878 era de oblig­a­da ref­er­en­cia para los via­jeros. Uno de ellos, que había lle­ga­do en noviem­bre de 1865 en la gole­ta Dolores Amalia para cono­cer los ade­lan­tos del tramo férreo en la cos­ta, expre­sa en su paso a Valen­cia. “Por la tarde tomamos mula (no había coche… ¿y quién sabe?) para el Cam­bur, donde se cena sabroso y duerme bien, pues el tra­to del hotel es recomendable”.

En 1855, el Gob­ier­no de la Provin­cia de Carabobo total­iza en Puer­to Cabel­lo 10 posadas que debida­mente paga­ban las tar­i­fas de dere­chos municipales.

Miguel María Lis­boa (1853), refiere de su visi­ta al puer­to “sus habi­tantes son socia­bles y hos­pi­ta­lar­ios, es el úni­co lugar de la provin­cia, de los por mi vis­i­ta­dos, en que observe afi­ción a las casas de cam­po. San Este­ban donde los com­er­ciantes tienen sus chá­caras, en las que pernoctan”.

 

La cos­tum­bre de pasar largas tem­po­radas en zonas más fres­ca de la urbe, pos­e­sionó a los valles costeños, común­mente vis­i­ta­dos por estu­diosos de las cien­cias nat­u­rales. El alemán Karl Fer­di­nand Appun (1849), deja su ref­er­en­cia de las casas de cam­po “grandes de dos pisos, están con­stru­idas en el sen­cil­lo esti­lo criol­lo de blan­cas pare­des de piedra con techo de teja, rodeadas en parte por corre­dores y asen­tadas entre jar­dines bien traza­dos y cuida­dosa­mente cultivados”.

En 1869 se inau­gu­rará la posa­da “El Com­er­cio” entre la plaza de “Leyes Patria” con calle de la “Lib­er­tad”. En la actu­al­i­dad plaza “Bar­tolomé Salom” con calle de “Com­er­cio”. Fun­cionó por dos décadas, a car­go de Agustín Catalá. Ofrecía a la clien­tela “un vas­to y cómo­do local, ven­ti­ladas y fres­cas habita­ciones, esmer­a­do ser­vi­cio en toda la línea, y prin­ci­pal­mente en la mesa que se prepara y se sirve a la france­sa, con agre­ga­do de buen vino y pan de tri­go. Depen­den­cias y acce­so­rios, baños cómo­d­os para las seño­ras y muy con­fort­able cabal­ler­iza para las bestias”.

La época del guz­mana­to (1870–1887) pri­or­izó entre sus obras, el arreg­lo del orna­to públi­co de las prin­ci­pales ciu­dades del país. Esta políti­ca, además de aparentar un ambi­ente europeo, a gus­to del caudil­lo de turno, pre­tendía agradar a los inver­sion­istas extran­jeros durante su estancia.

Esa eta­pa fue radi­ante para Puer­to Cabel­lo, se reg­istró un avance social dig­no de las prin­ci­pales cap­i­tales del país. Desta­ca Pedro Cunill Grau “el sen­ti­do de inno­vación se mar­ca en el paisaje con hote­les, clubes, aso­cia­ciones deporti­vas, igle­sia, y cemente­rio protes­tante, logias masóni­cas, insti­tu­ciones cul­tur­ales, teatro, escue­las, imprentas, bil­lares, tien­das de lujo, barberías”,

Cier­ta­mente, encon­tramos en estas últi­mas décadas, se incre­men­tó la ofer­ta hotel­era. surge “Hotel Span­ish” (1887) de Ulpi­ano Guedes brin­dan­do a la clien­tela un botiquín, módi­cos pre­cios y esmer­a­do ser­vi­cio. Tam­bién abre sus puer­tas el “Hotel Ori­en­tal “estable­ci­do en la casa que ocupó el antiguo hotel “El Com­er­cio”. Ofrecía habita­ciones espa­ciosas y ven­ti­ladas, baños en la casa, botiquín bien sur­tido, un esmer­a­do ser­vi­cio, y pre­cios módi­cos. En Goaigoaza se pre­sen­ta con una ofer­ta gas­tronómi­ca, el “Hotel Boulanger”.

La exi­gente deman­da para la época, difer­en­ció el ser­vi­cio hotele­ro de Puer­to Cabel­lo, respec­to a otras ciu­dades del país. Esta condi­ción se man­tu­vo por décadas, dan­do tam­bién opor­tu­nidades de tra­ba­jo a un sec­tor que ape­nas exper­i­menta­ba sus primeros pasos en el mercado.

Un avi­so pub­lic­i­tario apare­ci­do el 28 de agos­to de 1887 en “El Com­er­cio” mues­tra una curiosa proposi­ción “A los dueños de hote­les Rafael G Blan­co, culi­nario vene­zolano, que es com­pe­tente en su ramo y que ha recibido grandes aplau­sos en los cír­cu­los vene­zolanos y extran­jeros, acep­ta proposi­ciones, ofre­cien­do dejar sat­is­fe­cho los gus­tos más capri­chosos a exigentes.

A fines del siglo XIX con­tin­ua con tesón el ofrec­imien­to hotele­ro, el “Hotel de France” (1891) de la seño­ra Catali­na Grill De Roche, ofrece sus ser­vi­cios al públi­co, frente a la plaza Salom a inmedia­ciones del muelle, con habita­ciones espa­ciosas, ven­ti­ladas y jardín cómo­do, buenos baños y todas las como­di­dades apeteci­bles para alo­ja­dos; inclu­so para pensionista.

En 1893 abre sus puer­tas en la Casa de los Her­rera “Hotel Amer­i­cano”, calle de Colom­bia, en la actu­al­i­dad de Bolí­var. Este mis­mo año la empre­sa Pàr­ra­ga Otálo­ra com­ple­to la obra del recono­ci­do “Hotel de los Baños” fab­ri­can­do en el extremo que daba al mar, dos espa­ciosos salones para dar may­or ampli­tud al edi­fi­cio. Según, las Memo­rias del Min­is­te­rio de fomen­to (1867) este establec­imien­to se ini­ció como baños públi­cos de mar. 

Con los años fue trans­for­ma­do en el afama­do hotel, icono de Puer­to Cabel­lo durante el siglo XX, tiem­po en que tam­bién se dio a cono­cer “Hotel Riv­iera”, ubi­ca­do en la vie­ja casona de la calle de Bolí­var, propiedad de la famil­ia Kolsster. Casa, donde se hosped­a­ba el gen­er­al Juan Vicente Gómez, cuan­do venía al Puer­to. Lam­en­ta­ble­mente, estos últi­mos hote­les fueron demoli­dos en la déca­da de los setenta.

En el siglo XX se desar­rol­ló un nue­vo con­cep­to hotele­ro, el gob­ier­no nacional dispone el desar­rol­lo de com­ple­jos turís­ti­cos, acom­paña­dos de lugares para el dis­frute mari­no. En 1938 entre las obras de carác­ter remu­ner­a­ti­vo señal­adas por el Pres­i­dente de la Repúbli­ca en el Plan Trien­al, se incluyen hote­les y balnearios. 

El total de la inver­sión pre­vista era de 5.865.000Bs. Para Hotel de Puer­to Cabel­los se des­ti­naron 1.100.000, una inver­sión menor a la des­ti­na­da para Cara­cas que fue de 3.400.000, pero supe­ri­or a los Hote­les y Bal­n­ear­ios de “Aguas Calientes” Macu­to y San Juan de los Morros

Puer­to Cabel­lo de estar común­mente someti­da a las des­obe­di­en­cias armadas, rep­re­sen­tó un ver­dadero paraí­so de encan­to para el dis­frute de los viajeros.

CorreodeLara

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