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Monseñor Jáuregui murió en el exilio ordenado por Cipriano Castro

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

El doc­tor Jesús Manuel Jáuregui Moreno esta­ba sumergi­do en la lec­tura, pasa­da la medi­anoche, en rotun­do silen­cio a la luz de un cabito de vela a pun­to de extin­guirse, cuan­do lo sor­prendió su ayu­dante para infor­mar­le que había lle­ga­do el correo de pos­ta prove­niente de Cara­cas con bue­nas noti­cias: el gob­ier­no de la Repúbli­ca había aproba­do los recur­sos para su proyec­to de con­struc­ción del camino entre Mucuchíes y Bobu­res que per­mi­tiría ráp­i­da comu­ni­cación y, por su puesto, el anhela­do inter­cam­bio com­er­cial con Mara­cai­bo, visión de enver­gadu­ra para aque­l­los años del siglo XIX, que había madu­ra­do y ele­va­do a la Leg­is­latu­ra del estado.

Años antes, Jáuregui tam­bién había empren­di­do la con­struc­ción del tem­p­lo de Mucuchíes, el de la igle­sia de San Cristóbal y comen­zó la edi­fi­cación de las de Palmi­ra y Toron­doy, labores que con­ta­ban con el apoyo de su feli­gresía y has­ta de los per­son­eros del gob­ier­no de turno.

 

 

 


Jesús Manuel Jáuregui Moreno, 
naci­do en Niq­ui­tao, esta­do Trujillo, 
en el año de 1848

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jáuregui había naci­do en Niq­ui­tao (esta­do Tru­jil­lo) el 27 de agos­to de 1848. Era el cura más cono­ci­do en Táchi­ra. Un hom­bre cul­to, cuya sabiduría había labra­do des­de sus años ini­ciales bajo la tutela de su pari­ente, el pres­bítero Pedro Pérez Moreno, con quien per­maneció has­ta los 20 años (1868).

Cuan­do mon­señor Juan Hilario Bos­set, obis­po de Méri­da supo de la con­vic­ción inque­brantable de Jáuregui, mandó a bus­car­lo e inmedi­ata­mente le con­cedió licen­cia para vestir hábito ecle­siás­ti­co, lo alo­jó en el pala­cio epis­co­pal y se ocupó per­sonal­mente de impar­tir­le may­ores conocimien­tos de teología y filosofía.

El 19 de noviem­bre de 1871, fue orde­na­do sac­er­dote por el obis­po Bos­set y pos­te­ri­or­mente nom­bra­do cura de la par­ro­quia de Mil­la en Méri­da. En 1873, recibió el cura­to de Mucuchíes, con el encar­go además de las par­ro­quias de Toron­doy, San José de Poco y la aldea de San Cristóbal.

Durante este interín, se esforzó por inten­si­ficar sus conocimien­tos teológi­cos, de cien­cias físi­cas y nat­u­rales, de his­to­ria y lit­er­atu­ra. Ya para entonces dom­ina­ba el inglés, el francés, el latín y el griego, y durante el día impartía clases de primeras letras en escue­las impro­visadas que iba fun­dan­do en sus curatos.

Mon­señor Jáuregui

Fue notable su labor de fun­dar asi­los, cole­gios para niñas, hos­pi­tales, un hog­ar de niños huér­fanos, así como en lle­var a cabo la reparación de tem­p­los en mal estado.

Jáuregui pron­to se ganó el respeto de pro­pios y extraños. Era un incans­able evan­ge­lizador y un férreo defen­sor de los prin­ci­p­ios de la igle­sia católica.

En 1876 fue elegi­do diputa­do a la leg­is­latu­ra region­al merideña por el dis­tri­to Rangel y en 1879 lo encon­tramos como par­la­men­tario rep­re­sen­tan­do al gran esta­do Guzmán Blan­co, ‑hoy Miran­da y Aragua- ante el Con­gre­so Nacional.

Jáuregui era dueño de una ele­va­da moral cris­tiana, un hom­bre de con­vic­ciones irre­ductibles, pero tam­bién un políti­co cuyo nom­bre res­on­a­ba con vig­or, accionar que luego, en 1885, recono­ció el pres­i­dente Joaquín Cre­spo al con­ferir­le la máx­i­ma con­dec­o­ración nacional “Orden Bus­to del Libertador”.

Desencuentro del prelado

Cuan­do el gen­er­al Cipri­ano Cas­tro, quien acaudil­l­a­ba la Rev­olu­ción Lib­er­al Restau­rado­ra, atrav­esó el río Táchi­ra con 60 vol­un­tar­ios el 23 de mayo de 1899, para der­ro­car al gen­er­al Igna­cio Andrade, entonces primer mag­istra­do nacional, se le incor­po­raron jóvenes tachirens­es dis­cípu­los de mon­señor Jáuregui.

Cas­tro, como buen oper­ador políti­co y mil­i­tar, ya conocía la influ­en­cia y capaci­dad de mon­señor, por lo que mandó a bus­car­lo cuan­do acam­pa­ba en “Mochileros”, cer­ca de Miche­le­na, a donde llegó el cléri­go la noche del 22 de julio de 1899, para encon­trarse con el líder revolucionario.

Tropas del gob­ier­no de Cipri­ano Cas­tro marchan por la cap­i­tal durante la Rev­olu­ción Lib­er­ta­do­ra. Época del Blo­queo Naval a Venezuela de 1902–1903

La comisión de Cas­tro para Jáuregui con­sistía en que el prela­do se reuniera con Andrade a fin de con­seguir un trata­do de armisti­cio, gestión que reprochó a través de una misi­va envi­a­da al día sigu­iente, argu­men­tan­do que el esce­nario se presta­ba más para una capit­u­lación por parte del caudil­lo andino.

La car­ta de Jáuregui fue con­tes­ta­da por Cas­tro en tono aira­do e inso­lente, donde además lo acusa de irre­spon­s­able, “de no estar a la altura de la del­i­ca­da mis­ión que se le con­fi­a­ba.” Al final le increpa que, des­de el momen­to de fir­mar esa cor­re­spon­den­cia, cualquier gestión de Jáuregui no ten­drá ningún val­or y que, por con­sigu­iente, “la comisión que ust­ed pre­side no ten­drá más acce­so a este campamento”.

Des­de aquel instante las rela­ciones de bue­na amis­tad que se había for­ma­do entre Jáuregui y Cas­tro quedarían resque­bra­jadas, pues los argu­men­tos de paz de Jáuregui choca­ban con los propósi­tos béli­cos de Cas­tro. Al poco lev­an­tó el cam­pa­men­to para pros­eguir hacia Capa­cho y cen­tro de Venezuela. Entran­do tri­un­fante a Cara­cas, para pron­to tomar pos­esión de la Pres­i­den­cia de la República.

A prisión y expulsado del país

En mayo de 1900, mon­señor Jáuregui fue detenido cuan­do se dirigía a Roma en mis­ión del obis­po de Méri­da para el jubileo del Año San­to y envi­a­do al Castil­lo de San Car­los, en el esta­do Zulia.

La noti­cia de la prisión de mon­señor causó hon­da con­ster­nación en el país, espe­cial­mente en los pueb­los andi­nos, des­de donde comien­zan a enviar peti­ciones al gen­er­al Cas­tro exigien­do su libertad. 

Por otra parte, las favor­ables ges­tiones de sus antigu­os dis­cípu­los que aho­ra eran gen­erales de la rev­olu­ción y algunos de ellos pres­i­dentes de esta­dos, con­seguirán se le con­mute la pena de prisión por destier­ro, cumplién­dose el 4 de agos­to de 1900, cuan­do el pro­pio Cas­tro se dirige en breve nota al gen­er­al Rafael Arias, jefe del Castil­lo de San Car­los, instruyén­dole “pon­ga en lib­er­tad a mon­señor Jáuregui con la condi­ción expre­sa que debe salir para el extranjero”.

Es oblig­a­do a embar­carse hacia Nue­va York, y el Caribe, sitios donde acom­pañará a los gen­erales Andrade y Nicolás Rolan­do en sus andan­zas revolucionarias.

 

Cipri­ano Cas­tro en New York City. Library of Congress

Jáuregui estu­vo un tiem­po entre Fran­cia y Méx­i­co, fun­dan­do nuevas con­gre­ga­ciones de Dios al ser­vi­cio de la gente, pero final­mente, en febrero de 1904, regre­sa a Roma para ingre­sar al Con­ven­to de los Carmeli­tas Descal­zos del Monte Carmelo.

Mon­señor Jáuregui en Roma, en sus últi­mos años de vida

En Roma, Italia, cuan­do era inter­venido de cál­cu­los uri­nar­ios, el 6 de mayo de 1905, a las 3 de la madru­ga­da mon­señor Jáuregui se rindió en los bra­zos del Supre­mo Creador.

Tras la ini­cia­ti­va de sus dis­cípu­los al pro­mover la repa­triación de sus restos, el Ben­eméri­to gen­er­al Juan Vicente Gómez fir­ma en 1909 el ejecútese del trasla­do y su inhu­mación en Mucuchíes, lugar donde se encuen­tran los padres de Jáuregui. La solemne cer­e­mo­nia fue real­iza­da el 13 de abril de 1910.

El Con­gre­so Nacional había dis­puesto el 10 de julio de 1943, el trasla­do de sus ven­er­adas reliquias mor­tales al Pan­teón Nacional, acuer­do pub­li­ca­do en Gac­eta Ofi­cial con número 21.149.


Fuente: Fran­cis­co Salazar Martínez. Tiem­po de Com­padres: de Cas­tro a Gómez. Libr­ería Piñan­go. Cara­cas 1972.
Omar Alber­to Pérez. Jesús Manuel Jáuregui Moreno. Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela. Fun­dación Empre­sas Polar. Cara­cas 1988

CorreodeLara

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