Nicolás Perazzo, historiador y cronista de San Felipe
Mario R. Tovar G.
Historiador y escritor
“Traer a la memoria o al conocimiento
de muchos lectores referencias y documentos
que evidencian la rectificación pública (…).”
Nicolás Perazzo (1984)
Don Nicolás Perazzo nació en la ciudad de San Felipe, el 20 de julio de 1902. Cursó sus primeros estudios en el Colegio Federal y la secundaria en el Colegio La Salle de Barquisimeto, pero una vez concluido su bachillerato, se ve obligado a suspender sus estudios formales motivado a limitaciones económicas, razón por la cual en 1929 le veremos incorporado en la administración pública, desempeñando diversos cargos tales como: secretario privado del presidente del estado Yaracuy, diputado a la Asamblea Legislativa de este estado y secretario privado del gobernador del Distrito Federal, por reseñar algunos.
A partir de 1937 pasa a formar parte del Ministerio de Relaciones Exteriores, cumpliendo labores como funcionario de carrera en diversos cargos, entre los que destacaron: Cónsul de Venezuela en Trieste (Italia), secretario y luego encargado de negocios de la Legación en Santo Domingo (República Dominicana) y como embajador en Lisboa (Portugal), entre otros.
Nicolás Perazzo, historiador y cronista
Este destacado historiador yaracuyano fue durante muchos años el cronista de San Felipe y también ejerció el periodismo, llegando a redactar y dirigir el bisemanario Sanción Nacional (San Felipe, 1923–1926), colaboró en Fantoches (Caracas, 1926–1929), redactó El Heraldo en Barquisimeto, entre los años de 1927 y 1929, fundó y dirigió el diario Yaracuy, entre 1931- 1935; siendo asiduo colaborador de otros periódicos y revistas tanto en Caracas, como en el interior del país.
Incursionó con mucho éxito en el campo de la escritura, llegando a ser autor de una amplia obra que se desplazó desde el cuento, la biografía, la crónica, el ensayo; y como escritor bolivariano, merece especial mención su tránsito por el campo de la Historia de Venezuela, donde resaltan sus valiosos aportes por conocer la vida y obra de personajes como: Agustín Codazzi, Constante Ferrari, José Joaquín Veróes, José Cortés de Madariaga, Justo Maya, José Faustino Sánchez Carrión, José Hipólito Unanue, Diego Núñez, Salvador Delgado y José Gabriel Álvarez de Lugo.
Asimismo, sobresalen sus importantes obras: Bolívar en Aroa (1976), Caracas en la Vida del Libertador (1956), Cuentos del Campo y del Pueblo (1931), Etapas de la Epopeya (1965), Hechos y Nombres del Yaracuy (1968), Londres y los Patriotas Evadidos de Ceuta (1970), Narraciones de San Felipe El Fuerte. Imprenta del Estado Yaracuy (1966), Tiempo y Contemporáneos de Bolívar (1973), Los Villarreal: Narraciones de San Felipe El Fuerte (1963) y su reconocida Historia del Estado Yaracuy (1982). Llegó a ocupar la Silla “V”, como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia en 1978.
Semblanza histórica de Albarico
Los orígenes de Albarico se remontan a las primeras décadas del siglo XVIII, pero sería el 5 de agosto de 1761 cuando se realiza el acto oficial de la fundación del poblado misional y de la “Real Posesión” de las tierras donde se asentaba este poblado.
En este orden de ideas, según lo afirma el cronista Nicolás Perazzo en un texto sobre Albarico, escrito originalmente en mayo de 1961 y luego inserto en su libro “Hechos y Nombres del Yaracuy” (1968), que posteriormente fue incluido en el libro de Manuel A. Meléndez B., titulado: “Primer Centenario del Nacimiento de Luisa de Morales: 1883–1983”, donde este reconocido historiador yaracuyano refiere que el primer intento de poblar esta región se debió a Fray Marcelo (sic) de San Vicente, el esforzado capuchino fundador en 1710, de la que llegó a ser floreciente Misión de San Francisco Javier de Agua de Culebras.
A este respecto en 1714, en una de sus expediciones frecuentes de reducción de indígenas, salió “con ciento diez soldados que llevó de escolta” y de regreso al Valle del Yaracuy, consiguió reducir y sacar, luego de viajar durante dos meses y medio por varios ríos, lagunas y caños: “doscientos treinta y dos indios gentiles de nación guaricos con su capitán muy afamado llamado Cantiguara: con estos indios (…) se fundó un nuevo pueblo, distante una legua de San Javier y veinte y una de la ciudad de Barquisimeto, a quien se puso por título la Purísima Concepción de Tinajas, por llamarse así dicho sitio; y se puso para que administrase el padre Fray Pedro de Alcalá”.
Como bien lo afirma Perazzo (ob. cit., 1983), aquellos eran tiempos de lucha enconada entre las autoridades de Barquisimeto y los españoles pobladores del Cerrito de Cocorote, origen histórico de San Felipe “El Fuerte”, precisando de igual manera, que en documentos de época posterior, se cuenta la fundación de la “Misión Nuestra Señora de la Caridad de las Tinajas”, con indios gentiles de nación guaricos, no pudiendo precisar si se hace referencia a un nuevo intento misional, presumiendo que ello haya sido cierto dada la diferencia de nombres que se le asigna al poblado; o en su defecto se trató de un error de cronología.
De igual manera se cita en ese documento la fuga de estos aborígenes guaricos y debido a esta “falta de operarios”, la misión se pierde enteramente hasta el año 1752, en que fue reedificada con algunos indios dispersos, a los que se agregaron: “otros indios gentiles y apóstatas de las naciones guajibas y guamos”, hasta alcanzar el “número de doscientas almas de ambos sexos”. Siendo en ese último intento cuando se dio comienzo a la edificación de la iglesia nueva a obra limpia para cobijarla de teja, que lamentablemente fue destruida en 1754 por un voraz incendio del cual sólo se salvó el sagrario.
Dentro de este contexto, el 5 de agosto de 1761 se llevó a cabo el acto solemne en cumplimiento de lo dispuesto por el gobernador y capitán general de la provincia, según auto del 27 de septiembre de 1758; momento cuando se hicieron presentes en el lugar el teniente de infantería don Felipe de Llamas en calidad de Justicia Mayor de la ciudad de San Felipe “El Fuerte”, en unión del Alcalde Ordinario, don Juan José Justiniano, quienes previa determinación de los linderos de las tierras circunvecinas, dijeron que se: “daba y dio real, actual corporal posesión a los indios naturales y vecinos del que son y en todo tiempo fueron y en su nombre al muy reverendo Fray Pedro Brique, Misionero Apostólico y Presidente de este Pueblo y Misión”.
Además de los citados Justicia Mayor Felipe Llamas, Fray Pedro de Brique y el Alcalde Juan José Justiniano, el documento también fue suscrito por el escribano don Antonio José Ximénez y los testigos Domingo Borges, don Juan Llamozas y don Cristóbal Ximénez, respectivamente.
Asimismo, cuenta don Nicolás Perazzo en su breve reseña sobre Albarico, que la principal actividad económica del poblado era el cultivo del cacao, cuyas plantaciones fueron destruidas a raíz del devastador sismo ocurrido aquel fatídico 26 de marzo de 1812, que echó por tierra el principal ingreso económico de la región; luego le siguieron los difíciles tiempos de la gesta emancipadora, al punto que para 1824 la población de Tinajas ofrecía un aspecto de ruina y desolación impresionante, existiendo la amenaza de destrucción total del poblado, que a la sazón sólo contaba con unas veinte y cinco casas y la iglesia, causada por las constantes inundaciones provocadas por una quebrada que se desbordaba por la única calle del lugar, sin que encontraran los vecinos la manera de evitar sus daños.
Esta grave situación obligó al Pbro. José Daboín, cura de Tinajas, solicitar a las autoridades competentes el traslado del vecindario y su Iglesia para otro sitio, lo que se logra tras numerosas y arduas diligencias, para asentar el poblado en el lugar donde actualmente existe la floreciente población de Albarico; sitio que para la fecha distaba a sólo una legua de la antigua Misión de Tinajas y el terreno escogido estaba comprendido dentro de la extensión de terrenos donada a los indígenas de Nuestra Señora de la Caridad de Tinajas.
Finaliza afirmando el recordado cronista don Nicolás Perazzo, que el ansiado y necesario traslado del vecindario se concretó unos años después, el 06 de septiembre de 1825, conforme al acta suscrita en esa fecha por el Pbro. Pedro José Daboín, el Alcalde Rafael Zabala, el Cura Rector-Decano y Vicario Foráneo de San Felipe, doctor Mateo Brissón y los testigos, señores José Aparcero y Miguel Aparcero. De esa forma y desde entonces, se erigió la población de Albarico como continuidad indudable de Nuestra Señora de la Caridad de las Tinajas, tras varios intentos misionales que no prosperaron o que tuvieron efímera duración, hasta su definitiva, solemne y oficial fundación, con terrenos propios, aquel histórico 05 de agosto de 1761.
Liberación de San Felipe
El Cruento año de 1813 también afectó duramente a la población asentada en tierras yaracuyanas, lugar donde se escenificaron algunas acciones que fueron posteriormente reseñadas por el reconocido cronista e historiador de San Felipe, don Nicolás Perazzo (1976), en su destacada obra: “Etapas de la Epopeya: 1812–1814”, que a la vez contiene el ensayo titulado: “La Liberación de San Felipe”, donde cuenta los pormenores de estos acontecimientos ocurridos el 27 de diciembre de 1813, cuando hicieron su entrada triunfante en San Felipe las tropas de la división comandadas por el jefe patriota coronel Manuel Villapol, después de derrotar en Guama, en sangrienta y enconada batalla, a un numeroso cuerpo de soldados que bajo el mando del catalán Antonio Millet, les saliera al paso en momentos cuando aún la ciudad de San Felipe no se había repuesto de los devastadores estragos del sismo ocurrido aquel fatídico 26 de marzo de 1812.
Dentro de este contexto informa don Nicolás Perazzo, que desde años atrás Millet residía en el Valle del Yaracuy, en tiempos cuando los sucesos del 19 de Abril de 1810 lo sorprendieron desempeñando funciones como Síndico Procurador General en el ayuntamiento de la ciudad.
Luego del terremoto de 1812, Millet ocupó a San Felipe con gente reunida en campos vecinos, actuando como jefe militar y Teniente de Justicia Mayor; pero al acercarse los patriotas en la Campaña Admirable, los vecinos republicanos de San Felipe se levantan, siendo encabezados por don Justo de Maya, Francisco Uriarte, Dionisio Castillo, Ramón Elizondo y José Antonio López, quienes logran que Millet se retire a la costa, posiblemente al castillo fortificado de Puerto Cabello, donde se encontraba refugiado Domingo de Monteverde.
Al poco tiempo surgen levantamientos realistas en Aroa y en otras poblaciones de la costa quienes, auxiliados por tropas de Puerto Cabello y Coro, ayudan a Millet para retomar la plaza de San Felipe, en plena vigencia del Decreto de Guerra a Muerte. Este histórico episodio sería reseñado por la “Gazeta de Caracas”, en fecha del día jueves 16 de diciembre de 1813, donde entre otros aspectos reseña lo siguiente: “San Felipe, dieciocho individuos de ellos tres mujeres, fueron pasados por las armas en esta ciudad, cuando se apoderaron de ellas las nominadas tropas del Rey.
Tales son las atrocidades con que señalaron su carrera por todas partes los enemigos de la república. La brillante acción de Araure nos ha abierto las puertas para ocupar todo el occidente y liberar los pueblos, oprimidos de tantas vejaciones, y maldades”.
Estas atrocidades cometidas por las tropas realistas en San Felipe también fueron reseñadas por el médico e historiador Dr. Plácido Daniel Rodríguez Rivero en su reconocido texto titulado “Origen y Desarrollo de San Felipe El Fuerte”, donde cuenta la trágica muerte del presbítero don Santiago Villarreal, “Sacerdote Virtuoso y Patriota”, ultimado el 11 de octubre de 1813 en la misma ciudad de su nacimiento, alanceado por las hordas de Millet”.
A tales efectos y como ya se reseñó, tras la Batalla de Araure, dirigida y ganada personalmente por El Libertador Simón Bolívar, el 5 de diciembre de 1813, fue una acción militar dirigida contra tropas realistas comandadas por el jefe Ceballos, donde se alcanzó un histórico triunfo, que efectivamente abrió el camino de las fuerzas patriotas para lograr la liberación de muchos pueblos de occidente, entre ellos San Felipe.
Así, desde el mismo campo de Araure, Bolívar ordenó al coronel Miguel Villapol, quien estaba al mando de los batallones “Caracas” y “Barlovento”, dirigirse hacia Barquisimeto, con el objeto de librar de la ocupación realista a todo el occidente del país y perseguir a Ceballos en su retirada hacia Puerto Cabello, quien en una hábil maniobra tomó otra vía, y como consecuencia de ello, Villapol debió en cambio enfrentar al coronel realista Salomón, quien se había movido desde Puerto Cabello para auxiliar a Ceballos, con tropas y elementos de guerra considerables.
Este escenario bélico sería presenciado por la población de Urachiche, Cuara (hoy Campo Elías), los Aserraderos (San Pablo) y Guama, donde se desarrolló un combate entre las fuerzas patriotas comandadas por Manuel Villapol y los realistas liderados por el catalán Millet, quien contando con óptimos pertrechos y tropas en su misión de proteger a las fuerzas en retiro del coronel Salomón, fueron batidas y destrozadas por Villapol.
Este recio combate también sería reseñado por la “Gazeta de Caracas” en su edición del día 13 de enero de 1814 en los siguientes términos: “Occidente. Las tropas de la República han conseguido nuevos triunfos en el occidente. La división mandada por el Coronel Manuel Villapol ha tenido tres combates, derrotado en el último completamente una división de quinientos españoles, veinte y seis fusiles, tres cajas de guerra, y algunos pertrechos y municiones, después de haberles matado 54 hombres, dispersados y perseguidos los demás.
Los pormenores de esta acción se esperan de un momento a otro en el cuartel general. Dicha división entró en San Felipe el 27 del pasado”. Posteriormente, transcurrirían siete días para que la “Gazeta de Caracas”, en su edición del día jueves 20 de enero de 1814, diera parte del “Boletín del Ejército Libertador, N° 30”, lo siguiente:
“El coronel Villapol con tropas de su mando marchó en solicitud de españoles salidos de Puerto Cabello; y aunque en número de setecientos u ochocientos hombres, dispusieron el paso desde Urachiche hasta San Felipe, sólo lograron ser completamente batidos en este punto, en Cuara, en los Aserraderos y en Guama, quedando en nuestro poder dos cañones, tres cajas de guerra, muchos fusiles y cincuenta y cuatro muertos que pudieron contarse en el campo. Por nuestra parte sólo hubo cuatro muertos y ocho heridos. El comandante Villapol recomienda la Compañía de Cazadores de Valencia y los de la Guaira.”
Tal como lo afirma don Nicolás Perazzo, pese a este resonante triunfo patriota en Guama, Millet volvería a ejercer su predominio recio sobre la probada ciudad del Valle del Yaracuy; instruiría procesos judiciales por infidencia, otorgándose luego el pomposo título de “Comandante Militar y Político Reconquistador de la Ciudad de San Felipe”, y si no llevaba adelante sus propósitos de represión, esto se debía a la influencia preponderante en los medios realistas de Caracas del padre Manuel Vicente de Maya, que se traducía en el amparo hacia las vidas y bienes de patriotas en desgracia, muchos de ellos familiares cercanos y amigos del futuro gobernador de la Arquidiócesis de Caracas.
Finalmente destaca don Nicolás Perazzo en este interesante texto sobre “La Liberación de San Felipe”, que le iba a tocar, años más tarde, a un hijo esclarecido de la región, al ilustre prócer de la emancipación, don José Gabriel Álvarez de Lugo, la definitiva liberación de San Felipe, entrando en su ciudad nativa con la nueva de la Independencia consumada, en la famosa diversión hacia occidente del coronel Cruz Carrillo, en vísperas de la jornada decisiva de Carabobo, aquel histórico 24 de junio de 1821, hace 200 años.
Páez y Bolívar
Entre la profusa obra histórica y literaria legada a la posteridad por don Nicolás Perrazo, cabe reseñar en esta ocasión su muy sustentada investigación denominada: “El General José Antonio Páez y la Memoria del Libertador”, editada por la Academia Nacional de la Historia, en su colección El Libro Menor y fechada en Caracas (1984), en ocasión de conmemorarse en el país el Bicentenario de Bolívar. Con dicha obra, este reconocido historiador yaracuyano se propuso, tal como él mismo lo señaló a manera de introducción en su texto:
“Traer a la memoria o al conocimiento de muchos lectores referencias y documentos que evidencian la rectificación pública, continuada y ejemplar del ínclito Centauro de los Llanos, con respecto a su actitud condescendiente (al menos) en momentos en que el verbo y la pluma irreverentes de la mayoría del Congreso de 1830, con excepción del sabio maestro de civismo y dignidad, Dr. José María Vargas y uno que otro diputado, ensombrecían la aurora feliz de la consagración definitiva de Venezuela como República dueña de sus propios destinos”.
En cuanto a la estructura de su investigación, don Nicolás la dividió en ocho interesantes capítulos apegados a la rigurosidad cronológica de los hechos, tal como ocurrieron en su tiempo, pudiéndose leer: La voz de la conciencia en la gloria de Páez; Ante el Congreso de 1833; Nueve años después; El Decreto del Congreso de 1842; Los actos memorables de Santa Marta; El apoteósico recibimiento de los restos del Libertador en Caracas; El general Páez y la unidad de América y el general Páez reivindicado ante la historia. Como lo apunta el autor, si bien es cierto que a nivel político el general Páez tuvo serias divergencias con la figura de Bolívar, también es verdad que tras su muerte a Páez le correspondió leer un mensaje dirigido al Congreso de 1833, donde reflexivamente indicaba:
“No satisfaría el deseo más vehemente de mi corazón si en esta solemne oportunidad no excitase los sentimientos patrióticos del Congreso, para cumplir un deber en que se interesan el honor y la gloria nacional. Corresponde al Congreso decretar honores públicos a la memoria de los grandes hombres(…). El nombre de Bolívar no puede pronunciarse sin admiración y merece todo nuestro respeto. Uniendo mis votos a los de mis conciudadanos ruego y encarezco al Congreso decrete los honores públicos que hayan de tributársele”.
A pesar de esta solicitud, no sería sino hasta 1839; año en que Páez es electo nuevamente para la Presidencia, cuando reinicia su campaña reivindicativa de la figura del Libertador, deseo que ve cristalizados a finales de su gobierno en 1842; fecha en que se aprueban las disposiciones que conducen a la solicitud de repatriación de los restos venerables de Bolívar, ante el Gobierno de la Nueva Granada.
Finalmente, don Nicolás Perazzo cierra su investigación con unos importantes anexos donde recoge párrafos de la descripción de las honras fúnebres tributadas a los restos del Libertador, brillantemente redactadas por don Fermín Toro, donde éste expresaba que:
“Ayer ha recibido Venezuela los restos mortales de su Grande Hijo, y los ha recibido en triunfo y duelo(…). Yo invito a ustedes ahora a que saludemos a Bolívar restituido a la Patria con todas sus glorias, con todos sus grandes hechos, con la memoria de sus inmortales servicios (…). Propongo, señores: las Glorias del Libertador”.
Bolívar en Aroa
Le correspondió a la Imprenta del Estado Yaracuy, publicar en octubre de 1972, un interesante discurso del entonces cronista de San Felipe, don Nicolás Perazzo, titulado “Bolívar en Aroa”, en ocasión del traslado de la estatua en bronce del Libertador, desde San Felipe hacia la población de Aroa, para la fecha capital del Distrito Bolívar.
En tal contexto, para la magna fecha, los actos estuvieron encabezados por el gobernador de ese entonces, Dr. Simón Saavedra Hernández, acompañado de ilustres visitantes, entre los que cabe mencionar a los directivos de la Sociedad Bolivariana de Venezuela: Dr. Luís Villalba Villalba, Dr. J.A. Escalona Escalona y coronel Cándido Pérez Méndez; por la Academia Nacional de la Historia: Dr. Héctor Parra y Dr. Carlos Felice Cardot; general Carlos Valero Monasterio del Instituto de Altos Estudios Militares, así como representantes de Asamblea Legislativa del Estado Yaracuy, Concejos Municipales de Aroa y de San Felipe, Diócesis de San Felipe, invitados especiales y representantes de organismos públicos y privados de la región; fieles testigos de tan solemne acto.
En este escenario, le correspondería dar el discurso de orden al Cronista de San Felipe, Nicolás Perazzo, quien nació en San Felipe el 20 de julio de 1902 y cursó sus estudios primarios en la escuela “Padre Delgado” y la secundaria en el colegio “La Salle” de Barquisimeto, quien ejerció diferentes oficios en periódicos y cargos públicos, en el interior y fuera del país, al tiempo que en su rol de historiador, ocupó la Silla “V” como Individuo de Número en la Academia Nacional de la Historia.
Inicia su discurso don Nicolás Perazzo, expresando: “Señores: cuarenta y dos años van a cumplirse en breve del primer centenario de la muerte del Libertador. Cuarenta y dos años va a tener esta estatua, sobria y digna, del Padre de la Patria, de erguirse en tierras del Yaracuy.
No asistimos, por lo tanto, a la inauguración, propiamente dicha, sino al traslado de este bronce clásico, de San Felipe a Aroa (…)”. Posteriormente, discurre en amenas reminiscencias de su infancia, con anécdotas de nuestra historia local, recordando luego sus estudios en el Colegio La Salle, sus lecturas, personajes yaracuyanos y otros vinculados con Aroa, como Juan Vicente Bolívar y sus hijos María Antonia y Simón; heredero del rico mayorazgo. Por último, concluye su discurso diciendo:
“Señores; está bien, muy bien, que en el concierto armonioso de la revitalización que está viviendo su patrimonio familiar en Aroa: sus minas y sus tierras, se encuentre presente, en la proyección heroica de la estatua, el recuerdo orientador y permanente del Libertador (…) sus ideales de libertad, de soberanía y de respeto de la dignidad humana”.
A propósito de conmemorarse en el país este 20 de julio el Día del Cronista, sea propicia la ocasión para exaltar la vida y obra de don Nicolás Perazzo, recordado cronista, historiador, diplomático y escritor sanfelipeño, quien finalmente fallece en Caracas, el 14 de noviembre de 1987.