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Nicolás Perazzo, historiador y cronista de San Felipe

Mario R. Tovar G.
Historiador y escritor

“Traer a la memo­ria o al conocimiento 
de muchos lec­tores ref­er­en­cias y documentos 
que evi­den­cian la rec­ti­fi­cación pública (…).” 
Nicolás Per­az­zo (1984)

 

Don Nicolás Per­az­zo nació en la ciu­dad de San Felipe, el 20 de julio de 1902. Cursó sus primeros estu­dios en el Cole­gio Fed­er­al y la secun­daria en el Cole­gio La Salle de Bar­quisime­to, pero una vez con­clu­i­do su bachiller­a­to, se ve oblig­a­do a sus­pender sus estu­dios for­males moti­va­do a  lim­ita­ciones económi­cas, razón por la cual en  1929 le ver­e­mos incor­po­ra­do en la admin­is­tración públi­ca, desem­peñan­do diver­sos car­gos tales como: sec­re­tario pri­va­do del pres­i­dente del esta­do Yaracuy, diputa­do a la Asam­blea Leg­isla­ti­va de este esta­do y sec­re­tario pri­va­do del gob­er­nador del Dis­tri­to Fed­er­al, por reseñar algunos.

A par­tir de 1937 pasa a for­mar parte del Min­is­te­rio de Rela­ciones Exte­ri­ores, cumplien­do labores como fun­cionario de car­rera en diver­sos car­gos, entre los que destac­aron: Cón­sul de Venezuela en Tri­este (Italia), sec­re­tario y luego encar­ga­do de nego­cios de la Legación en San­to Domin­go (Repúbli­ca Domini­cana) y como emba­jador en Lis­boa (Por­tu­gal), entre otros.

 

 


Nicolás Per­az­zo, his­to­ri­ador y cronista

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este desta­ca­do his­to­ri­ador yaracuyano fue durante muchos años el cro­nista de San Felipe y tam­bién ejer­ció el peri­odis­mo, lle­gan­do a redac­tar y diri­gir el bise­m­a­nario San­ción Nacional (San Felipe, 1923–1926), colaboró en Fan­toches (Cara­cas, 1926–1929), redac­tó El Her­al­do en Bar­quisime­to, entre los años de 1927 y 1929, fundó y dirigió el diario Yaracuy, entre 1931- 1935; sien­do asid­uo colab­o­rador de otros per­iódi­cos y revis­tas tan­to en Cara­cas, como en el inte­ri­or del país.

Incur­sionó con mucho éxi­to en el cam­po de la escrit­u­ra, lle­gan­do a ser autor de una amplia obra que se desplazó des­de el cuen­to, la biografía, la cróni­ca, el ensayo; y como escritor boli­var­i­ano, merece espe­cial men­ción su trán­si­to por el cam­po de la His­to­ria de Venezuela, donde resaltan sus valiosos aportes por cono­cer la vida y obra de per­son­ajes como: Agustín Codazzi, Con­stante Fer­rari, José Joaquín Veróes, José Cortés de Madaria­ga, Jus­to Maya, José Fausti­no Sánchez Car­rión, José Hipól­i­to Unanue, Diego Núñez, Sal­vador Del­ga­do y José Gabriel Álvarez de Lugo.

Asimis­mo, sobre­salen sus impor­tantes obras: Bolí­var en Aroa (1976), Cara­cas en la Vida del Lib­er­ta­dor (1956), Cuen­tos del Cam­po y del Pueblo (1931), Eta­pas de la Epopeya (1965), Hechos y Nom­bres del Yaracuy (1968), Lon­dres y los Patri­o­tas Eva­di­dos de Ceu­ta (1970), Nar­ra­ciones de San Felipe El Fuerte. Imprenta del Esta­do Yaracuy (1966), Tiem­po y Con­tem­porá­neos de Bolí­var (1973), Los Vil­lar­real: Nar­ra­ciones de San Felipe El Fuerte (1963) y su recono­ci­da His­to­ria del Esta­do Yaracuy (1982). Llegó a ocu­par la Sil­la “V”, como Indi­vid­uo de Número de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria en 1978.

Sem­blan­za históri­ca de Albarico 

Los orí­genes de Albari­co se remon­tan a las primeras décadas del siglo XVIII, pero sería el 5 de agos­to de 1761 cuan­do se real­iza el acto ofi­cial de la fun­dación del pobla­do mision­al y de la “Real Pos­esión” de las tier­ras donde se asenta­ba este poblado.

En este orden de ideas, según lo afir­ma el cro­nista Nicolás Per­az­zo en un tex­to sobre Albari­co, escrito orig­i­nal­mente en mayo de 1961 y luego inser­to en su libro “Hechos y Nom­bres del Yaracuy” (1968),  que pos­te­ri­or­mente fue inclu­i­do en el libro de Manuel A. Melén­dez B., tit­u­la­do: “Primer Cen­te­nario del Nacimien­to de Luisa de Morales: 1883–1983”, donde este recono­ci­do his­to­ri­ador yaracuyano refiere que el primer inten­to de poblar esta región se debió a Fray Marce­lo (sic) de San Vicente, el esforza­do capuchi­no fun­dador en 1710, de la que llegó a ser flo­re­ciente Mis­ión de San Fran­cis­co Javier de Agua de Culebras.

Se con­cluye la con­struc­ción y se inau­gu­ra el día 11 de febrero de 1917 el edi­fi­cio del Cole­gio La Salle de Barquisimeto

A este respec­to en 1714, en una de sus  expe­di­ciones fre­cuentes de reduc­ción de indí­ge­nas, sal­ió “con cien­to diez sol­da­dos que llevó de escol­ta” y de regre­so al Valle del Yaracuy, con­sigu­ió reducir y sacar, luego de via­jar durante dos meses y medio por var­ios ríos, lagu­nas y caños: “doscien­tos trein­ta y dos indios gen­tiles de nación guari­cos con su capitán muy afama­do lla­ma­do Can­tiguara: con estos indios (…) se fundó un nue­vo pueblo, dis­tante una legua de San Javier y veinte y una de la ciu­dad de Bar­quisime­to, a quien se puso por títu­lo la  Purísi­ma Con­cep­ción de Tina­jas, por lla­marse así dicho sitio; y se puso para que admin­is­trase el padre Fray Pedro de Alcalá”.

Como bien lo afir­ma Per­az­zo (ob. cit., 1983), aque­l­los eran tiem­pos de lucha encona­da entre las autori­dades de Bar­quisime­to y los españoles pobladores del Cer­ri­to de Cocorote, ori­gen históri­co de San Felipe “El Fuerte”, pre­cisan­do de igual man­era, que en doc­u­men­tos de época pos­te­ri­or, se cuen­ta la fun­dación de la “Mis­ión Nues­tra Seño­ra de la Cari­dad de las Tina­jas”, con indios gen­tiles de nación guari­cos, no pudi­en­do pre­cis­ar si se hace ref­er­en­cia a un nue­vo inten­to mision­al, pre­sum­ien­do que ello haya sido cier­to dada la difer­en­cia de nom­bres que se le asigna al pobla­do; o en su defec­to se trató de un error de cronología.

La pla­ca en la base del bus­to del Lib­er­ta­dor indi­ca que se tra­ta de una Donación de la Jun­ta de Gob­ier­no de los Esta­dos Unidos de Venezuela al pueblo de Albari­co. 1952. Foto: Pueb­los de Venezuela vis­i­ta­dos por Ger­mán Mon­tero Alcalá

De igual man­era se cita en ese doc­u­men­to la fuga de estos aborí­genes guari­cos y debido a esta “fal­ta de oper­ar­ios”, la mis­ión se pierde entera­mente has­ta el año 1752, en que fue reed­i­fi­ca­da con algunos indios dis­per­sos, a los que se agre­garon: “otros indios gen­tiles y após­tatas de las naciones gua­jibas y guamos”, has­ta alcan­zar el “número de doscien­tas almas de ambos sex­os”. Sien­do en ese últi­mo inten­to cuan­do se dio comien­zo a la edi­fi­cación de la igle­sia nue­va a obra limpia para cobi­jar­la de teja, que lam­en­ta­ble­mente fue destru­i­da en 1754 por un voraz incen­dio del cual sólo se salvó el sagrario.

Den­tro de este con­tex­to, el 5 de agos­to de 1761 se llevó a cabo el acto solemne en cumplim­ien­to de lo dis­puesto por el gob­er­nador y capitán gen­er­al de la provin­cia, según auto del 27 de sep­tiem­bre de 1758; momen­to cuan­do se hicieron pre­sentes en el lugar el teniente de infan­tería don Felipe de Lla­mas en cal­i­dad de Jus­ti­cia May­or de la ciu­dad de San Felipe “El Fuerte”, en unión del Alcalde Ordi­nario, don Juan José Jus­tini­ano, quienes pre­via deter­mi­nación de los lin­deros de las tier­ras cir­cun­veci­nas, dijeron que se: “daba y dio real, actu­al cor­po­ral pos­esión a los indios nat­u­rales y veci­nos del que son y en todo tiem­po fueron y en su nom­bre al muy rev­eren­do Fray Pedro Brique, Misionero Apos­tóli­co y Pres­i­dente de este Pueblo y Misión”.

Además de los cita­dos Jus­ti­cia May­or Felipe Lla­mas,  Fray Pedro de Brique y el Alcalde Juan José Jus­tini­ano,  el doc­u­men­to tam­bién fue suscrito por el escrib­ano don Anto­nio José Ximénez y los tes­ti­gos Domin­go Borges, don Juan Llam­ozas y don Cristóbal Ximénez, respectivamente.

Asimis­mo, cuen­ta don Nicolás Per­az­zo en su breve reseña sobre Albari­co, que la prin­ci­pal activi­dad económi­ca del pobla­do era el cul­ti­vo del cacao, cuyas planta­ciones fueron destru­idas a raíz del dev­as­ta­dor sis­mo ocur­ri­do aquel fatídi­co 26 de mar­zo de 1812, que echó por tier­ra el  prin­ci­pal ingre­so económi­co de la región; luego le sigu­ieron los difí­ciles tiem­pos de la ges­ta eman­ci­pado­ra, al pun­to que para 1824 la población de Tina­jas ofrecía un aspec­to de ruina y des­o­lación impre­sio­n­ante, existien­do la ame­naza de destruc­ción total del pobla­do, que a la sazón sólo con­ta­ba con unas veinte y cin­co casas y la igle­sia, cau­sa­da por las con­stantes inun­da­ciones provo­cadas por una que­bra­da que se des­bor­d­a­ba por la úni­ca calle del lugar, sin que encon­traran los veci­nos la man­era de evi­tar sus daños.

Esta grave situación obligó al Pbro. José Daboín, cura de Tina­jas, solic­i­tar a las autori­dades com­pe­tentes el trasla­do del vecin­dario y su Igle­sia para otro sitio, lo que se logra tras numerosas y ard­uas dili­gen­cias, para asen­tar el pobla­do en el lugar donde actual­mente existe la flo­re­ciente población de Albari­co; sitio que para la fecha dis­ta­ba a sólo una legua de la antigua Mis­ión de Tina­jas y el ter­reno escogi­do esta­ba com­pren­di­do  den­tro de la exten­sión de ter­renos don­a­da a los indí­ge­nas de Nues­tra Seño­ra de la Cari­dad de Tinajas.

Final­iza afir­man­do el recor­da­do cro­nista don Nicolás Per­az­zo, que el ansi­a­do y nece­sario trasla­do del vecin­dario se con­cretó unos años después, el 06 de sep­tiem­bre de 1825, con­forme al acta suscri­ta en esa fecha por el Pbro. Pedro José Daboín, el Alcalde Rafael Zabala, el Cura Rec­tor-Decano y Vic­ario Forá­neo de San Felipe, doc­tor Mateo Bris­són y los tes­ti­gos, señores José Aparcero y Miguel Aparcero. De esa for­ma y des­de entonces, se erigió la población de Albari­co como con­tinuidad indud­able de Nues­tra Seño­ra de la Cari­dad de las Tina­jas, tras var­ios inten­tos mision­ales que no pros­per­aron o que tuvieron efímera duración, has­ta su defin­i­ti­va, solemne y ofi­cial fun­dación, con ter­renos pro­pios, aquel históri­co 05 de agos­to de 1761.

Lib­eración de San Felipe

El Cru­en­to año de 1813 tam­bién afec­tó dura­mente a la población asen­ta­da en tier­ras yaracuyanas, lugar donde se escenifi­caron algu­nas acciones que fueron pos­te­ri­or­mente reseñadas por el recono­ci­do cro­nista e his­to­ri­ador de San Felipe, don Nicolás Per­az­zo (1976), en su desta­ca­da obra: “Eta­pas de la Epopeya: 1812–1814”, que a la vez con­tiene el ensayo tit­u­la­do: “La Lib­eración de San Felipe”, donde cuen­ta los por­menores de estos acon­tec­imien­tos ocur­ri­dos el 27 de diciem­bre de 1813, cuan­do hicieron su entra­da tri­un­fante en San Felipe las tropas de la división coman­dadas por el jefe patri­o­ta coro­nel Manuel Vil­lapol, después de der­ro­tar en Gua­ma, en san­gri­en­ta y encona­da batal­la,  a un numeroso cuer­po de sol­da­dos que bajo el man­do del catalán Anto­nio Mil­let, les saliera al paso en momen­tos cuan­do aún la ciu­dad de San Felipe no se había repuesto de los dev­as­ta­dores estra­gos del sis­mo ocur­ri­do aquel fatídi­co 26 de mar­zo de 1812.

Den­tro de este con­tex­to infor­ma don Nicolás Per­az­zo, que des­de años atrás Mil­let residía en el Valle del Yaracuy, en tiem­pos cuan­do los suce­sos del 19 de Abril de 1810 lo sor­prendieron desem­peñan­do fun­ciones como Síndi­co Procu­rador Gen­er­al en el ayun­tamien­to de la ciudad.

Luego del ter­re­mo­to de 1812, Mil­let ocupó a San Felipe con gente reuni­da en cam­pos veci­nos, actuan­do como jefe mil­i­tar y Teniente de Jus­ti­cia May­or; pero al acer­carse los patri­o­tas en la Cam­paña Admirable, los veci­nos repub­li­canos de San Felipe se lev­an­tan, sien­do encabeza­dos por don Jus­to de Maya, Fran­cis­co Uri­arte, Dion­i­sio Castil­lo, Ramón Eli­zon­do y José Anto­nio López, quienes logran que Mil­let se retire a la cos­ta, posi­ble­mente al castil­lo for­ti­fi­ca­do de Puer­to Cabel­lo, donde se encon­tra­ba refu­gia­do Domin­go de Monteverde.

Al poco tiem­po sur­gen lev­an­tamien­tos real­is­tas en Aroa y en otras pobla­ciones de la cos­ta quienes, aux­il­i­a­dos por tropas de Puer­to Cabel­lo y Coro, ayu­dan a Mil­let para retomar la plaza de San Felipe, en ple­na vigen­cia del Decre­to de Guer­ra a Muerte. Este históri­co episo­dio sería reseña­do por la “Gaze­ta de Cara­cas”, en fecha del día jueves 16 de diciem­bre de 1813, donde entre otros aspec­tos reseña lo sigu­iente: “San Felipe, diecio­cho indi­vid­u­os de ellos tres mujeres, fueron pasa­dos por las armas en esta ciu­dad, cuan­do se apoder­aron de ellas las nom­i­nadas tropas del Rey.

Tales son las atro­ci­dades con que señalaron su car­rera por todas partes los ene­mi­gos de la repúbli­ca. La bril­lante acción de Arau­re nos ha abier­to las puer­tas para ocu­par todo el occi­dente y lib­er­ar los pueb­los, oprim­i­dos de tan­tas veja­ciones, y maldades”.

Estas atro­ci­dades cometi­das por las tropas real­is­tas en San Felipe tam­bién fueron reseñadas por el médi­co e his­to­ri­ador Dr. Plá­ci­do Daniel Rodríguez Rivero en su recono­ci­do tex­to tit­u­la­do “Ori­gen y Desar­rol­lo de San Felipe El Fuerte”, donde cuen­ta la trág­i­ca muerte del pres­bítero don San­ti­a­go Vil­lar­real, “Sac­er­dote Vir­tu­oso y Patri­o­ta”, ulti­ma­do el 11 de octubre de 1813 en la mis­ma ciu­dad de su nacimien­to, alancea­do por las hor­das de Millet”.

A tales efec­tos y como ya se reseñó, tras la Batal­la de Arau­re, dirigi­da y gana­da per­sonal­mente por El Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, el 5 de diciem­bre de 1813,  fue una acción mil­i­tar dirigi­da con­tra tropas real­is­tas coman­dadas por el jefe Cebal­los, donde se alcanzó un históri­co tri­un­fo, que efec­ti­va­mente abrió el camino de las fuerzas patri­o­tas para lograr la lib­eración de muchos pueb­los de occi­dente, entre ellos San Felipe.

Así, des­de el mis­mo cam­po de Arau­re, Bolí­var ordenó al coro­nel Miguel Vil­lapol, quien esta­ba al man­do de los batal­lones “Cara­cas” y “Barloven­to”, diri­girse hacia Bar­quisime­to, con el obje­to de librar de la ocu­pación real­ista a todo el occi­dente del país y perseguir a Cebal­los en su reti­ra­da hacia Puer­to Cabel­lo, quien en una hábil man­io­bra tomó otra vía, y como con­se­cuen­cia de ello, Vil­lapol debió en cam­bio enfrentar al coro­nel real­ista Salomón, quien se había movi­do des­de Puer­to Cabel­lo para aux­il­iar a Cebal­los, con tropas y ele­men­tos de guer­ra considerables.

Este esce­nario béli­co sería pres­en­ci­a­do por la población de Urachiche, Cuara (hoy Cam­po Elías), los Aser­raderos (San Pablo) y Gua­ma, donde se desar­rol­ló un com­bate entre las fuerzas patri­o­tas coman­dadas por Manuel Vil­lapol y los real­is­tas lid­er­a­dos por el catalán Mil­let, quien con­tan­do con ópti­mos pertre­chos y tropas en su mis­ión de pro­te­ger a las fuerzas en retiro del coro­nel Salomón, fueron bati­das y destrozadas por Villapol.

Este recio com­bate tam­bién sería reseña­do por la “Gaze­ta de Cara­cas” en su edi­ción del día 13 de enero de 1814 en los sigu­ientes tér­mi­nos: “Occi­dente. Las tropas de la Repúbli­ca han con­segui­do nuevos tri­un­fos en el occi­dente. La división man­da­da por el Coro­nel Manuel Vil­lapol ha tenido tres com­bat­es, der­ro­ta­do en el últi­mo com­ple­ta­mente una división de quinien­tos españoles, veinte y seis fusiles, tres cajas de guer­ra, y algunos pertre­chos y muni­ciones, después de haber­les mata­do 54 hom­bres, dis­per­sa­dos y persegui­dos los demás.

Los por­menores de esta acción se esper­an de un momen­to a otro en el cuar­tel gen­er­al. Dicha división entró en San Felipe el 27 del pasa­do”. Pos­te­ri­or­mente, tran­scur­rirían siete días para que la “Gaze­ta de Cara­cas”, en su edi­ción del día jueves 20 de enero de 1814, diera parte del “Boletín del Ejérci­to Lib­er­ta­dor, N° 30”, lo siguiente: 

“El coro­nel Vil­lapol con tropas de su man­do marchó en solic­i­tud de españoles sali­dos de Puer­to Cabel­lo; y aunque en número de sete­cien­tos u ochocien­tos hom­bres, dis­pusieron el paso des­de Urachiche has­ta San Felipe, sólo lograron ser com­ple­ta­mente bati­dos en este pun­to, en Cuara, en los Aser­raderos y en Gua­ma, quedan­do en nue­stro poder dos cañones, tres cajas de guer­ra, muchos fusiles y cin­cuen­ta y cua­tro muer­tos que pudieron con­tarse en el cam­po. Por nues­tra parte sólo hubo cua­tro muer­tos y ocho heri­dos. El coman­dante Vil­lapol recomien­da la Com­pañía de Cazadores de Valen­cia y los de la Guaira.”

Tal como lo afir­ma don Nicolás Per­az­zo, pese a este res­o­nante tri­un­fo patri­o­ta en Gua­ma, Mil­let volvería a ejercer su pre­do­minio recio sobre la proba­da ciu­dad del Valle del Yaracuy; instru­iría pro­ce­sos judi­ciales por infi­den­cia, otorgán­dose luego el pom­poso títu­lo  de “Coman­dante Mil­i­tar y Políti­co Recon­quis­ta­dor de la Ciu­dad de San Felipe”, y si no llev­a­ba ade­lante sus propósi­tos de repre­sión, esto se debía a la influ­en­cia pre­pon­der­ante en los medios real­is­tas de Cara­cas del padre Manuel Vicente de Maya, que se tra­ducía en el amparo hacia las vidas y bienes de patri­o­tas en des­gra­cia, muchos de ellos famil­iares cer­canos y ami­gos del futuro gob­er­nador de la Arquidióce­sis de Caracas.

Final­mente desta­ca don Nicolás Per­az­zo en este intere­sante tex­to sobre “La Lib­eración de San Felipe”, que le iba a tocar, años más tarde, a un hijo esclare­ci­do de la región, al ilus­tre prócer de la eman­ci­pación, don José Gabriel Álvarez de Lugo, la defin­i­ti­va lib­eración de San Felipe, entran­do en su ciu­dad nati­va con la nue­va de la Inde­pen­den­cia con­suma­da, en la famosa diver­sión hacia occi­dente del coro­nel Cruz Car­ril­lo, en vísperas de la jor­na­da deci­si­va  de Carabobo, aquel históri­co 24 de junio de 1821, hace  200 años. 

 Páez y Bolívar

Entre la pro­fusa obra históri­ca y lit­er­aria lega­da a la pos­teri­dad por don Nicolás Per­ra­zo, cabe reseñar en esta ocasión su muy sus­ten­ta­da inves­ti­gación denom­i­na­da: “El Gen­er­al José Anto­nio Páez y la Memo­ria del Lib­er­ta­dor”, edi­ta­da por la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria, en su colec­ción El Libro Menor y fecha­da en Cara­cas (1984), en ocasión de con­mem­o­rarse en el país el Bicen­te­nario de Bolí­var. Con dicha obra, este recono­ci­do his­to­ri­ador yaracuyano se pro­pu­so, tal como él mis­mo lo señaló a man­era de intro­duc­ción en su texto:

“Traer a la memo­ria o al conocimien­to de muchos lec­tores ref­er­en­cias y doc­u­men­tos que evi­den­cian la rec­ti­fi­cación públi­ca, con­tin­u­a­da y ejem­plar del íncli­to Cen­tau­ro de los Llanos, con respec­to a su acti­tud con­de­scen­di­ente (al menos) en momen­tos en que el ver­bo y la pluma irrev­er­entes de la may­oría del Con­gre­so de 1830, con excep­ción del sabio mae­stro de civis­mo y dig­nidad, Dr. José María Var­gas y uno que otro diputa­do, ensom­brecían la auro­ra feliz de la con­sagración defin­i­ti­va de Venezuela como Repúbli­ca dueña de sus pro­pios destinos”. 

En cuan­to a la estruc­tura de su inves­ti­gación, don Nicolás la dividió en ocho intere­santes capí­tu­los ape­ga­dos a la rig­urosi­dad cronológ­i­ca de los hechos, tal como ocur­rieron en su tiem­po, pudién­dose leer: La voz de la con­cien­cia en la glo­ria de Páez; Ante el Con­gre­so de 1833; Nueve años después; El Decre­to del Con­gre­so de 1842; Los actos mem­o­rables de San­ta Mar­ta; El apoteósi­co recibimien­to de los restos del Lib­er­ta­dor en Cara­cas; El gen­er­al Páez y la unidad de Améri­ca y el gen­er­al Páez reivin­di­ca­do ante la his­to­ria. Como lo apun­ta el autor, si bien es cier­to que a niv­el políti­co el gen­er­al Páez tuvo serias diver­gen­cias con la figu­ra de Bolí­var, tam­bién es ver­dad que tras su muerte a Páez le cor­re­spondió leer un men­saje dirigi­do al Con­gre­so de 1833, donde reflex­i­va­mente indicaba:

“No sat­is­faría el deseo más vehe­mente de mi corazón si en esta solemne opor­tu­nidad no exci­tase los sen­timien­tos patrióti­cos del Con­gre­so, para cumplir un deber en que se intere­san el hon­or y la glo­ria nacional. Cor­re­sponde al Con­gre­so dec­re­tar hon­ores públi­cos a la memo­ria de los grandes hom­bres(…). El nom­bre de Bolí­var no puede pro­nun­cia­rse sin admiración y merece todo nue­stro respeto. Unien­do mis votos a los de mis con­ci­u­dadanos ruego y encar­ez­co al Con­gre­so decrete los hon­ores públi­cos que hayan de tributársele”.

A pesar de esta solic­i­tud, no sería sino has­ta 1839; año en que Páez es elec­to nue­va­mente para la Pres­i­den­cia, cuan­do reini­cia su cam­paña reivin­dica­ti­va de la figu­ra del Lib­er­ta­dor, deseo que ve cristal­iza­dos a finales de su gob­ier­no en 1842; fecha en que se aprue­ban las dis­posi­ciones que con­ducen a la solic­i­tud de repa­triación de los restos ven­er­a­bles de Bolí­var, ante el Gob­ier­no de la Nue­va Granada.

Final­mente, don Nicolás Per­az­zo cier­ra su inves­ti­gación con unos impor­tantes anex­os donde recoge pár­rafos de la descrip­ción de las hon­ras fúne­bres trib­u­tadas a los restos del Lib­er­ta­dor, bril­lante­mente redac­tadas por don Fer­mín Toro, donde éste expresa­ba que: 

“Ayer ha recibido Venezuela los restos mor­tales de su Grande Hijo, y los ha recibido en tri­un­fo y due­lo(…). Yo invi­to a ust­edes aho­ra a que saludemos a Bolí­var resti­tu­i­do a la Patria con todas sus glo­rias, con todos sus grandes hechos, con la memo­ria de sus inmor­tales ser­vi­cios (…). Pro­pon­go, señores: las Glo­rias del Libertador”.

Bolí­var en Aroa

Le cor­re­spondió a la Imprenta del Esta­do Yaracuy, pub­licar en octubre de 1972, un intere­sante dis­cur­so del entonces cro­nista de San Felipe, don Nicolás Per­az­zo, tit­u­la­do “Bolí­var en Aroa”, en ocasión del trasla­do de la estat­ua en bronce del Lib­er­ta­dor, des­de San Felipe hacia la población de Aroa, para la fecha cap­i­tal del Dis­tri­to Bolívar. 

En tal con­tex­to, para la magna fecha, los actos estu­vieron encabeza­dos por el gob­er­nador de ese entonces, Dr. Simón Saave­dra Hernán­dez, acom­paña­do de ilus­tres vis­i­tantes, entre los que cabe men­cionar a los direc­tivos de la Sociedad Boli­var­i­ana de Venezuela: Dr. Luís Vil­lal­ba Vil­lal­ba, Dr. J.A. Escalona Escalona y coro­nel Cán­di­do Pérez Mén­dez; por la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria: Dr. Héc­tor Par­ra y Dr. Car­los Felice Car­dot; gen­er­al Car­los Valero Monas­te­rio del Insti­tu­to de Altos Estu­dios Mil­itares, así como rep­re­sen­tantes de Asam­blea Leg­isla­ti­va del Esta­do Yaracuy, Con­ce­jos Munic­i­pales de Aroa y de San Felipe, Dióce­sis de San Felipe, invi­ta­dos espe­ciales y rep­re­sen­tantes de organ­is­mos públi­cos y pri­va­dos de la región; fieles tes­ti­gos de tan solemne acto.

En este esce­nario, le cor­re­spon­dería dar el dis­cur­so de orden al   Cro­nista de San Felipe, Nicolás Per­az­zo, quien nació en  San Felipe el 20 de julio de 1902 y  cursó sus estu­dios pri­mar­ios en la escuela “Padre Del­ga­do” y la secun­daria en el cole­gio “La Salle” de Bar­quisime­to, quien ejer­ció difer­entes ofi­cios en per­iódi­cos y car­gos públi­cos, en el inte­ri­or y fuera del país, al tiem­po que en su rol de his­to­ri­ador, ocupó la Sil­la “V” como Indi­vid­uo de Número en la Acad­e­mia Nacional de la Historia.

Fer­ro­car­ril Bolívar

Ini­cia su dis­cur­so don Nicolás Per­az­zo, expre­san­do: “Señores: cuarenta y dos años van a cumplirse en breve del primer cen­te­nario de la muerte del Lib­er­ta­dor. Cuarenta y dos años va a ten­er esta estat­ua, sobria y digna, del Padre de la Patria, de erguirse en tier­ras del Yaracuy.

No asis­ti­mos, por lo tan­to, a la inau­gu­ración, propi­a­mente dicha, sino al trasla­do de este bronce clási­co, de San Felipe a Aroa (…)”. Pos­te­ri­or­mente, dis­curre en ame­nas rem­i­nis­cen­cias de su infan­cia, con anéc­do­tas de nues­tra his­to­ria local, recor­dan­do luego sus estu­dios en el Cole­gio La Salle, sus lec­turas, per­son­ajes yaracuyanos y otros vin­cu­la­dos con Aroa, como Juan Vicente Bolí­var y sus hijos María Anto­nia y Simón; heredero del rico may­oraz­go. Por últi­mo, con­cluye su dis­cur­so diciendo:

“Señores; está bien, muy bien, que en el concier­to armo­nioso de la revi­tal­ización que está vivien­do su pat­ri­mo­nio famil­iar en Aroa: sus minas y sus tier­ras, se encuen­tre pre­sente, en la proyec­ción hero­ica de la estat­ua, el recuer­do ori­en­ta­dor y per­ma­nente del Lib­er­ta­dor (…) sus ide­ales de lib­er­tad, de sober­anía y de respeto de la dig­nidad humana”. 

A propósi­to de con­mem­o­rarse en el país este 20 de julio el Día del Cro­nista, sea prop­i­cia la ocasión para exal­tar la vida y obra de don Nicolás Per­az­zo, recor­da­do cro­nista, his­to­ri­ador, diplomáti­co y escritor san­fe­lipeño, quien final­mente fal­l­ece en Cara­cas, el 14 de noviem­bre de 1987.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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