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Nirgua, tierra Jirajara o república de zambos y mulatos

Mario R Tovar G
Escritor e investigador
mtovar60@hotmail.com

“Sé que la historia de un pueblo no puede nunca escribirse sólo en base a documentos escritos o testigos presenciales”. Armando Ortega Padilla, citado por Rafael Ferrer (1978)


Escribe el fal­l­e­ci­do cro­nista Rafael Fer­rer, en su impor­tante tex­to: Nir­gua en el Baúl de los Recuer­dos, que “los acon­tec­imien­tos de un pueblo al cual esta­mos ínti­ma­mente lig­a­dos, nos lle­va a med­i­tar un poco en el océano de su pasa­do y nos sub­li­ma el espíritu hacia el encuen­tro del presente”. 

Den­tro de este con­tex­to, sea prop­i­cia la opor­tu­nidad para reseñar algunos aspec­tos poco divul­ga­dos en nues­tra his­to­ria region­al, abor­da­dos detal­lada­mente por el his­to­ri­ador vene­zolano Manuel Vicente Mag­a­l­lanes (1981), en su doc­u­men­ta­da obra: “His­to­ria Políti­ca de Venezuela”, donde reseña intere­santes aspec­tos referi­dos a la fun­dación de Nir­gua, el 25 de enero de 1628, hace 393 años, por el gob­er­nador Juan de Mene­ses y Padil­la, tras haber sido pre­sion­a­do por sus sol­da­dos, como pre­mio a “sus tra­ba­jos y sac­ri­fi­cios en la cruza­da de paci­fi­cación” y exter­minio de los aguer­ri­dos Jira­jaras, quienes defendieron estas estratég­i­cas mon­tañas de Nir­gua, frente a la con­quista españo­la durante tres lar­gos y san­gri­en­tos años (1625–1628). A estas fér­tiles y exóti­cas tier­ras de Nivar habían lle­ga­do estos aborí­genes proce­dentes de Coro; lugar de donde habían sido expul­sa­dos  por los san­guinar­ios Wel­sares y  las huestes españo­las entre los años de 1535 y 1542, respectivamente.

Una vez con­tro­la­do el ter­ri­to­rio por los con­quis­ta­dores, dichas tropas acan­ton­adas en el lugar, en su may­oría con­for­madas por zam­bos y mulatos libres, quienes deci­dieron per­manecer en el lugar debido a la exis­ten­cia de minas de oro, fuentes de agua potable, tier­ras fér­tiles y por su cer­canía al mar; razón por la cual for­mu­la­ron por escrito a Mene­ses la solic­i­tud y de modo com­pul­si­vo, para fun­dar dicha ciu­dad, con el nom­bre de: “San­ta María del Pra­do de Talav­era de Nir­gua”, hacien­do luego el repar­to de solares a la tropa, tal como se le había exigido. 

Tras estos ten­sos   momen­tos de insub­or­di­nación, surge un nue­vo pueblo, naci­do del reclamo de una nove­dosa clase social, que gen­eró grandes expec­ta­ti­vas para las autori­dades españo­las. Allí, estos zam­bos y mulatos fueron alcaldes y regi­dores, quienes dis­tribuyeron entre sí las tier­ras, los solares, las estancias y las encomien­das de los indí­ge­nas; bisoños gob­er­nantes a quienes el Rey de España les recono­ció dere­chos como “sus fieles y leales súbditos”.

Final­mente, para el barón  Ale­jan­dro de Hum­boldt: “pocas famil­ias de blan­cos quieren habitar un país donde pre­dom­i­na un rég­i­men tan con­trario  sus pre­ten­siones y la pequeña ciu­dad es lla­ma­da con mofa la repúbli­ca de zam­bos y mulatos”; lan­zan­do luego esta polémi­ca  sen­ten­cia: “tan­ta impru­den­cia es para el gob­ier­no favore­cer a una sola cas­ta, como ais­lar­la priván­dola de sus dere­chos naturales”.

Encomien­da mito 

Son muchas las ver­siones que se tejen sobre el ori­gen del mito de la diosa yaracuyana María Lion­za o María de la Onza y muchos los estu­diosos que han deja­do por escrito el cur­so de sus inda­ga­ciones, tal como lo hizo en su momen­to el inves­ti­gador Gilber­to Antolínez, quien según Edmun­do Aray, cono­ció el mito por con­viven­cia direc­ta en la sociedad rur­al de su Yaracuy natal, y tras años de rig­urosa inves­ti­gación, lo dio a cono­cer en 1939, indi­can­do entonces que el mito tuvo su ori­gen en el rela­to indí­ge­na de los Nívar, tribu que hab­it­a­ba des­de tiem­pos pre­colo­niales la región Cen­tro-occi­den­tal de Venezuela. 

Sin embar­go, el mis­mo Edmun­do Aray ofrece otra vari­ante del mito, reseña­da por Her­mann Gar­men­dia en uno de sus tex­tos, donde expone que María Lion­za fue una españo­la propi­etaria de hacien­das, de nom­bre María Alon­sa, que vivió en Bar­quisime­to a medi­a­dos del siglo XVIII, según indi­can vie­jas escrib­anías del Reg­istro Prin­ci­pal de Lara.

Aho­ra bien, esta últi­ma ver­sión coin­cide en muchos aspec­tos con otra vari­ante del mito que se desprende de los doc­u­men­tos rel­a­tivos a las encomien­das otor­gadas por el gob­er­nador bar­quisimetano Juan de Mene­ses y Padil­la, tras el exter­minio de los aguer­ri­dos Jira­jaras luego de una fer­oz cam­paña con­tra ellos durante tres años, tras lo cual pro­cedió a fun­dar la ciu­dad de Nir­gua el 25 de enero de 1628, por exi­gen­cia de la tropa, com­pues­ta may­or­mente por zam­bos y mulatos, quienes deci­dieron asen­tarse en el exóti­co lugar. 

En este orden de ideas, un año después, es decir el 15 de mar­zo de 1629, dicho gob­er­nador le otor­ga al mula­to Simón Díaz una encomien­da (con dere­cho de tomar esclavos, hac­er casa y tomar tier­ras), en aten­ción a que: “Es uno de los primeros con­quis­ta­dores y pobladores de esta ciudad (…)”. 

Tiem­po después, al morir Simón Díaz, here­da  la encomien­da su mujer María Alon­so, quien era tam­bién mula­ta, ale­gre, valiente, boni­ta y de muchos “recur­sos” para dom­i­nar y atraer, gra­cias a sus fac­ul­tades nat­u­rales como médi­um, curan­dera y espiri­tista, cuya fama, se extendió por la región, dan­do ori­gen antes de su dece­so a la leyen­da de Maríalon­sa o Mar­i­alion­sa, y para el   cro­nista  de Nir­gua, Rafael Fer­rer (1978), no se sabe cómo el san­tu­ario de esta dei­dad pagana se fijó primero en el cer­ro de la Enjal­ma del caserío Cayé­pano, en los límites de Yaritagua, mudán­dose luego a Chivacoa. 

Final­mente para Fer­rer, esta mula­ta que orig­inó la leyen­da, tiene que haber sido una mujer de inteligen­cia nat­ur­al, no total­mente anal­fa­be­ta, y debe haber leí­do u oído mucho de la magia de la edad media, para escoger los para­jes más umbríos, con pref­er­en­cia en los nacimien­tos o cor­ri­entes de agua en sus rituales.

El Valle de San­ta María 

Luego de la defin­i­ti­va fun­dación de Nir­gua en 1628, tras la destruc­ción de los aguer­ri­dos Jira­jaras, quienes defendieron este exten­so y valioso ter­ri­to­rio durante casi 80 años, los con­quis­ta­dores españoles al man­do del gob­er­nador Juan Mene­ses y Padil­la, proce­den a entre­gar encomien­das pre­ten­di­en­do lograr por un lado, la extrac­ción del cod­i­ci­a­do oro exis­tente en el Río Nir­gua y por otra parte, ini­ciar la explotación agropecuar­ia  de los fér­tiles valles  enclava­dos en su ser­ranía. En tal con­tex­to, es per­ti­nente  apor­tar algunos datos con­tenidos en el informe elab­o­ra­do por Ángel Alto­laguirre titulado: 

“Descrip­ciones de las Rela­ciones Geográ­fi­cas de la Gob­er­nación de Venezuela entre los años de 1767 y 1768”, donde entre otros aspec­tos, detal­la impor­tantes car­ac­terís­ti­cas geo-históri­c­as del Valle de San­ta María, adscri­ta para ese entonces a la otro­ra Nir­gua colo­nial, que hoy en día  for­ma parte del munici­pio autónomo Cocorote. A este respec­to reseña­ba Alto­laguirre en su informe, que dicho valle dis­ta­ba de Nir­gua unas 6 a 7 leguas y otras 28 del mar, que poseía para la fecha unas 54 casas de bahareque y techos de paja donde mora­ban unos 153 habi­tantes, dis­tribui­dos de la sigu­iente man­era: 66 varones, entre adul­tos y niños; 87 mujeres, entre adul­tas y niñas, incluyen­do en ambas cifras algunos esclavos.

En relación a las activi­dades económi­cas pre­dom­i­nantes en el Valle de San­ta María, se desta­ca en esta descrip­ción geográ­fi­ca, que los lugareños aprovecharon la fer­til­i­dad de los sue­los de la zona, para dedi­carse a la explotación del cacao, caña de azú­car, maíz, yuca, taba­co y legum­bres, con una may­or pro­por­ción en 7 grandes hacien­das cen­sadas en el sitio y que en el pasa­do fueron exclu­si­va­mente usadas para la explotación del cacao; cul­ti­vo que fue  deja­do de lado por sus propi­etar­ios, para dedi­carse pos­te­ri­or­mente a los otros rubros  reseña­dos ante­ri­or­mente y que com­er­cial­iz­a­ban en  San Felipe; ciu­dad que debido a su cer­canía con San­ta María, tam­bién se adju­di­ca­ba la juris­dic­ción de este pro­duc­ti­vo Valle, lo que molesta­ba a sus veci­nos quienes se sen­tían rep­re­sen­ta­dos por las autori­dades de Nir­gua; cuyo cabil­do era admin­istra­do por autori­dades de ori­gen par­do y mula­to, en cuyas mili­cias tradi­cional­mente se  alistaban. 

Auna­do a ello, es impor­tante decir que para la fecha del informe, la región carecía de una sig­ni­fica­ti­va pro­duc­ción de gana­do, la cual segu­ra­mente era adquiri­da en San Felipe o comar­cas cer­canas. Mien­tras que en el plano reli­gioso, el informe aco­ta que no tenían cura pro­pio, ni igle­sia algu­na; razón por la cual los veci­nos acud­ían a pres­en­ciar los ofi­cios reli­giosos en la veci­na Tamanavare u otros lugares próx­i­mos, como la Ermi­ta ubi­ca­da en el camino real que con­ducía hacia San Felipe El Fuerte. 

Por últi­mo, este informe dice que la veci­na comu­nidad de Guarat­i­bana, tam­bién adscri­ta a Nir­gua, poseía para el momen­to una población de 70 hom­bres y 48 mujeres, entre adul­tos niños, quienes hacían vida  en la alti­va vil­la colo­nial, cuyo cabil­do repos­a­ba en manos de  población par­da, ya que en defin­i­ti­va fueron sol­da­dos mes­ti­zos, al ser­vi­cio del con­quis­ta­dor español los que  der­ro­taron a los aguer­ri­dos Jira­jaras, reci­bi­en­do en pre­mio  ric­as encomien­das por la región, lo que final­mente  dio a Nir­gua el despec­ti­vo cal­i­fica­ti­vo de “Ciu­dad de Zam­bos y Mulatos”; por esta razón  esta vil­la fue vista  siem­pre en for­ma despec­ti­va por las autori­dades penin­su­lares, temien­do un posi­ble lev­an­tamien­to, que ocur­riría años después.

El patri­o­tismo de Nirgua 

Le cor­re­spondió a Juan Ger­mán Roscio, redac­tar con­jun­ta­mente con Fran­cis­co Isnardy el Acta de la Inde­pen­den­cia en 1811 y tras los suce­sos gen­er­a­dos a raíz del ter­re­mo­to de 1812, escribió “El Patri­o­tismo de Nir­gua y Abu­so de los Reyes”, para rebatir lo dicho por parte de algunos reli­giosos monárquicos, quienes aprovecharon la ocasión para argu­men­tar que dicho sis­mo sería un sig­no de la cólera de Dios por haber declar­a­do la Inde­pen­den­cia de Venezuela y por ende, haber des­obe­de­ci­do la autori­dad de Rey. 

Par­tic­u­lar­mente activos estu­vieron algunos cléri­gos reg­u­lares y sec­u­lares de Valen­cia, quienes usaron la religión católi­ca para defend­er el sis­tema monárquico que fenecía en nue­stro ter­ri­to­rio y en tal sen­ti­do, por unos pocos días sus argu­men­tos lograron con­vencer o ate­morizar a los veci­nos de Nir­gua, quienes ani­ma­dos por los de San Felipe, se adhirieron a la Inde­pen­den­cia e hicieron un acto de rec­ha­zo de la monar­quía en una plaza: “arro­jan­do en una hoguera es esa plaza públi­ca el retra­to y armas de Fer­nan­do, el hijo de María Luisa y el pendón, que, como mon­u­men­to de igno­minia y servidum­bre, per­manecían en la sala de ese Cuer­po Capitular”.

Por ello, Juan Ger­mán Roscio  responde a los repub­li­canos de Nir­gua con un escrito, cuyas reflex­iones esta­ban des­ti­nadas a todos los amer­i­canos que vivían situa­ciones sim­i­lares y es así como el 18 de sep­tiem­bre de 1811, el escrito es envi­a­do a la munic­i­pal­i­dad de Nir­gua e impre­so en la Gac­eta de Cara­cas con el nom­bre de: “Patri­o­tismo de Nir­gua y Abu­so de los Reyes” y luego  pub­li­ca­do en for­ma de fol­leto en la imprenta de Juan Bail­lío, impre­sor del Supre­mo Con­gre­so de Venezuela; escrito de ape­nas 17 pági­nas que aparece pub­li­ca­do en la edi­ción “Obras”, que hizo en Cara­cas la Sec­re­taría Gen­er­al de la Déci­ma Con­fer­en­cia Inter­amer­i­cana durante 1953. 

Por lo demás, dicho doc­u­men­to per­mi­tió a Roscio demostrar la per­fec­ta com­pat­i­bil­i­dad entre  la rebe­lión con­tra el monar­ca español y la religión católi­ca, para hac­er ver que las teorías políti­cas lib­erales eran más com­pat­i­bles con el cris­tian­is­mo que la “Teología Feu­dal” bor­bóni­ca del dere­cho divi­no de los reyes.

Pun­tual­mente,  Roscio sub­raya los cin­co pun­tos cen­trales que le pre­ocu­pa­ban en ese momen­to: la idol­a­tría a los reyes, la pro­pa­gan­da que la apoy­a­ba y difundía, el monop­o­lio de los reyes con var­ios ecle­siás­ti­cos y el abu­so que éstos hacían de su min­is­te­rio y de las San­tas Escrit­uras y el empeño en man­ten­er la ilusión de los pueb­los para que no se enter­aran del vicioso ori­gen de los reyes. Final­mente, la obra “El Patri­o­tismo de Nir­gua” de Roscio debe ser   difun­di­da en tiem­pos de con­mem­o­rarse los 393 años de la fun­dación de esta aguer­ri­da y mes­ti­za población yaracuyana de alti­vo abolen­go Jira­jara; pero tam­bién con pro­fun­das raíces zam­bas y mulatas. Vale.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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