Qué vendían las boticas de Barquisimeto y Cabudare
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua
Para la primera década de 1900, ya se expendían en Barquisimeto, Cabudare, Duaca, Carora, Quíbor, El Tocuyo y Yaritagua, las Píldoras Rosadas de Williams, excelente antianémico que hacía subir el bermellón de la sangre a los cachetes de las niñas pálidas. Igualmente se comenzaron a vender en las boticas de estas localidades, las píldoras purgativas del Dr. Guillié.
Otro remedio milagroso era la Ovolecithine Billón para aquellos malcriados que sufrían de Neurastenia y descalificados. Para los vomitones y diarreas, se les recomendaba el “Elixir Estomacal de Sainz de Carlo”.
Los niños carcomidos por las lombrices y solitarias tomaban a regañadientes y con fuete en mano, el horripilante vermífugo de Carlo Mier que se conseguía solamente en la Botica Olivares de Francisco A. Bolaños, en la calle del Libertador, N° 46–48 (Carrera 19 con calle 23).
Para los pechos apretados los boticarios recomendaban: Agua Natural Purgante, Emulsión Scott y Licor Pectoral. El Vino Rabot para despertar el apetito voraz y Fosfatina Falieres para los que andaban terrosos y flacos, distribuida en Barquisimeto exclusivamente por el Dr. Pedro Bartolomé.
Cabudare ya tenía farmacia en el XIX
Conocida como la pulpería de Pedro Seekatz, comerciante de origen alemán, nacido en Hanan, quien también expendía medicinas en un local de Cabudare para 1855.
Había constituido la Sociedad Mercantil Seekatz & Razetti el 2 de julio de 1855, en sociedad con el doctor Luis Razetti, comercio que funcionaría en casa de habitación del alemán, en plena calle del Comercio de Barquisimeto, y el objeto de la firma era “extender los negocios de compra y venta de quincalla y otras mercancías”.
La próspera Casa de Seekatz pronto floreció y abrió tienda en Cabudare, con venta de quincalla y botica, constituyéndose esta en la primera farmacia reseñada en el poblado. El asentista alemán mantenía vínculos con casas de comercios mayoristas instaladas en Puerto Cabello, mercancías que llegaban a través del Ferrocarril Bolívar.
El historiador y ensayista Rafael Domingo Silva Uzcátegui, reporta que en Cabudare ejercieron la labor de farmacéticos don Antonio Heredia, Lisandro Rojas Meza y Clemente Hernández.
Asimismo, apunta que Teodoro Bertrián era “un práctico” oriundo de Curazao, que habitaba “en un campo vecino a dicha población (a Cabudare) La Aguaviva”, en donde “residió varios años hasta su muerte. Tenía fama como conocedor de botánica médica y no recetaba sino plantas. Todos ellos fueron magníficas personas. Ejercieron a finales del siglo XIX y principios del XX”.
Casas boticarias
En 1920, encontramos al doctor Jorge Ferrer cancelando impuestos de tres bolívares mensuales por su botica. Más tarde, en 1949, la misma botica de Ferrer pagará 20 bolívares mensuales por concepto de patente.
Atestigua Carlos Guédez, que en Cabudare existió una farmacia o expendio de medicinas antes de la conocida Botica Coromoto. Con asiento en la calle del Comercio, hoy Juan de Dios Ponte, y era propiedad de Félix Martínez, quien convivía con dos hermanas.
Luego surgió el Expendio de Medicinas El Nazareno, regentado por Sixto Graterol Ordoñez entre 1930 y 1940, ubicado en la esquina de la calle Libertador con Juan de Dios Meléan, frente a la plaza Bolívar, en el mismo local donde, con el transcurrir de los años, se instalará la Botica Coromoto. El inmueble era propiedad de Augusto Casamayor, solvente comerciante del Cabudare de antier.
El boticario Sixto Graterol había arrendado la casona y el local, pero más tarde se marchó de Cabudare quedándose el pueblo sin venta de medicinas. Al tiempo, el doctor Agustín Gómez compró la propiedad y abrió el Expendio de Medicinas Coromoto, luego botica y más tarde farmacia.
La casona era propiedad de José de los Santos Guédez, su padre, quien la compró a crédito a Casamayor por 800 bolívares, después, cuando Guédez fijó residencia en Sarare, traspasó el inmueble a Casamayor por el mismo precio.
Laboratorio propio
Atestiguan los cabudareños Carlos Guédez, Naudy Salguero, Julio Alvarez Casamayor, Aline Araña, y hasta el propio enfermero más ilustre del pueblo: don Felipe Ponte, que el doctor Agustín Gómez Rojas, tenía su propio laboratorio en donde fabricaba medicina tradicional para todo tipo de dolencias, lo que constituía su principal oferta.
Los clientes buscaban sobre todo Lamedor (expectorante), Timol para los hongos de pies y manos, así como cloruro de magnesio para dolores en los huesos.
Pero además preparaba champús para combatir la caída del cabello y otros tónicos capilares antiseborreicos, pomadas antimicóticas de varios tipos, sobres de alumbre (antinflamatorio), de ácido bórico, de sal de higuera o de azufre, alcohol yodosalicidado (para hongos en la cabeza) y crema azufrada para la escabiosis.
La Achicoria (jarabe para la tos), también era una de las medicinas más buscadas en la Botica de Gómez, el alcohol quinado o sulfato de quinina (para tratar las escaras que surgen en los enfermos que están mucho tiempo en cama) era uno de los medicamentos milagrosos fabricados por el doctor Gómez.
Botiquería tradicional
Yatrén 105: para la disentería
Aceite de Ricino o aceite de castor: eficaz purgante
Cuerno de ciervo: “para los yeyos”
Sulfadiazina de plata: Ungüento para las quemaduras
Guayacol: para la tos
Leche de magnesia: para el estreñimiento
Aceite de almendras: bueno para la piel
Extracto de valeriana: para el insomnio
Gotas del Carmen: infusión relajante
Bay-Rum: para los dolores de cabeza
Gotas de Cundeamor: bálsamo para el mal de amores y contra la nostalgia
Píldoras Olarte: con estas pastillas se erradicaba la pereza
Eufenil: para la hinchazón
Vermífugo de B. A. Fahnestock: para las lombrices
Aceite de hígado de bacalao: para la preñez
Triquitraque: para los menstruos
Jengibre: excitante del apetito y curativo para los resfriados
Cacao: para el hígado, los humores y la tisis
Aceite de oliva: contra la fiebre, náuseas y males de costado
Oreja de tigre: para las enfermedades venéreas
Aguardiente de caña: para la debilidad e impotencia
Fosfato de hierro soluble de Leras: para la curación de los colores pálidos, dolores de estómago y para dar al cuerpo vigor
Jarabe de Pino Marítimo: para los catarros, bronquitis y el asma
Polvos y pastillas Americanos: para las digestiones laboriosas y gastritis
Gránulos de Bismuto: para las diarreas, dispepsias
Fierro amuriatado: para la fiebre amarilla
Píldoras tocológicas: contra los abortos y enfermedades de la matriz
Cápsulas de matico: contra la gonorrea
Depurativo Olivares*: para purificar la sangre, curar el reumatismo
Bálsamo semipalúdico: para contener la sangre de las heridas y para cicatrizar úlceras
Píldoras depurantes: para las obstrucciones del hígado y de los intestinos
Cariformina: infalible remedio para los dolores de muelas cariadas y neuralgias
Gotas reparadoras: para todas las enfermedades propias de la mujer
Jarabe de totuma: cura todo tipo de afecciones del pecho
Cápsulas de copaiba y alquitrán: para las enfermedades secretas
Agua de Belier: para callos, pecas y verrugas
Elixir amargo: para alegrar el espíritu
Fuente: María Victoria López Pérez. La Memoria de la Ciudad, Barquisimeto y sus alrededores 1848–1880. Ediciones del Ateneo Ciudad de Barquisimeto. Barquisimeto diciembre de 1992
Elías Pino e Inés Quintero. El arte de curar. la farmacia antes de la farmacia. Editorial Exlibris. Caracas 2011
Inés Quintero. Imágenes de Barquisimeto. Fundación Polar-Ediciones Ekaré. Caracas 2014
Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Enciclopedia Larense. Ediciones de la Presidencia de la República Caracas 1981. T II Tercera Edición
Hermann Garmendia. Crónicas de Barquisimeto. Publicación del Concejo Municipal del Distrito Iribarren. 1967.
Notas de Oficina del Cronista del municipio Palavecino