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Rafael Caldera en La Sorbona: la democracia como manera de vivir

Guillermo Ramos Flamerich
Historiador y periodista

Más de cuarenta títulos honorarios académicos recibió este político esencial del siglo XX venezolano, para quien el trabajo intelectual iba atado a su actividad política. Pero eso lo entendían mejor afuera que en Venezuela


El Grand Salon de La Sor­bona en el bar­rio lati­no de París es una galería de 270 met­ros cuadra­dos que sirvió por años como sede del Con­se­jo Académi­co. A pesar de los orí­genes medievales de la uni­ver­si­dad, el edi­fi­cio donde se encuen­tra su rec­tora­do data de las últi­mas décadas del siglo XIX. 

La sala es lujosa en su artes­on­ado y lám­paras col­gantes, en los escu­d­os de ciu­dades y en dos cuadros del pin­tor Ben­jamin Con­stant que rep­re­sen­tan al míti­co Prom­e­teo, uno enca­de­na­do como metá­fo­ra del pasa­do, otro lib­er­a­do como sím­bo­lo del futuro. 

Con este fon­do, el 20 de mar­zo de 1998, las autori­dades de la uni­ver­si­dad parisi­na con­firieron a Rafael Caldera el títu­lo de doc­tor hon­oris causa, después de las delib­era­ciones hechas por el con­se­jo uni­ver­si­tario y aprobadas por el Min­is­te­rio de Edu­cación francés. 

Este hom­e­na­je se sum­a­ba así a los más de cuarenta títu­los —entre doc­tor­a­dos hon­oris causa y pro­fe­so­ra­dos hon­o­rar­ios— recibidos por Caldera en su trayec­to­ria públi­ca. Quizás sea uno de los vene­zolanos que may­or número de reconocimien­tos académi­cos ha recibido en el extran­jero, en Chi­na, Israel, Améri­ca Lati­na, los Esta­dos Unidos y Europa. 

Todavía en marzo de 1998 teníamos un presidente que era objeto de este honor en La Sorbonne Foto: Biblioteca Digital Rafael Caldera

Fue su últi­ma vez en París, la primera como jefe de Esta­do y su úni­ca visi­ta ofi­cial a Fran­cia. Había via­ja­do a Europa por primera vez a finales de 1933, cuan­do tenía diecisi­ete años. Como alum­no desta­ca­do del Cole­gio San Igna­cio fue elegi­do para par­tic­i­par en el Con­gre­so Uni­ver­si­tario de Estu­di­antes Católi­cos en Roma, even­to aus­pi­ci­a­do por el papa Pío XI. 

Des­de esta expe­ri­en­cia se afi­an­zaron dos de sus sin­gu­lar­i­dades: el com­pro­miso políti­co a través del pris­ma de la democ­ra­cia cris­tiana y su vocación human­ista, car­ac­terís­ti­cas que lo hacen un per­son­aje difer­ente en nues­tra his­to­ria política. 

Si el siglo XIX vene­zolano estu­vo mar­ca­do por diri­gentes, en may­or o menor medi­da, anti­cler­i­cales, el XX se vis­lum­bra­ba por la influ­en­cia del marx­is­mo y sus derivados.

Caldera tomó a Andrés Bel­lo como figu­ra tute­lar des­de muy tem­pra­no. Esto demostra­ba una declaración de prin­ci­p­ios a favor de lo civ­il, del orden y el apego a las leyes.

 

Para el país de aque­l­los años, Bel­lo era un ilus­tre descono­ci­do. Impul­sa­do por el pro­fe­sor Carac­ci­o­lo Par­ra León, el joven Caldera, ya estu­di­ante de dere­cho, inda­ga sobre el per­son­aje. En noviem­bre de 1935, meses antes de que ini­cia­ra su car­rera políti­ca, la Acad­e­mia Vene­zolana de la Lengua pre­mia a Rafael Caldera por una biografía sen­cil­la­mente tit­u­la­da Andrés Bel­lo.  

El político que escribe 

Esta obra de juven­tud no fue un hito ais­la­do. Si bien ter­minó por dedi­carse de lleno a la car­rera políti­ca, Caldera pub­licó catorce libros. Unos más téc­ni­cos, como su tesis doc­tor­al Dere­cho del Tra­ba­jo (1939) o el tomo ded­i­ca­do a Temas de soci­ología vene­zolana (1973); y otros vol­ca­dos a recopi­lar con­fer­en­cias, dis­cur­sos y pen­samien­to políti­co. El más rel­e­vante de este tipo es su Especi­fi­ci­dad de la democ­ra­cia cris­tiana (1972), no solo por sus múlti­ples tra­duc­ciones, tam­bién por ser un aporte a esta cor­ri­ente políti­ca en el mun­do des­de Améri­ca Latina. 

La suma de sus reflex­iones, jun­to a su alta posi­ción políti­ca, era lo que reconocía La Sor­bona. Años antes lo habían hecho la Uni­ver­si­dad de Sas­sari en Italia; la de Lovaina en Bél­gi­ca; la Uni­ver­si­dad May­or de San Mar­cos en Perú, así como las prin­ci­pales uni­ver­si­dades de Venezuela. 

Un libro curioso que quiero men­cionar, de sim­páti­ca lec­tura y que ayu­da a enten­der a un Caldera más cer­cano, es Moldes para la Fragua (1962), vol­u­men con­for­ma­do por per­files de per­son­ajes que de una u otra for­ma el expres­i­dente con­sid­eró mod­éli­cos para la juven­tud. En las diver­sas edi­ciones —revisadas y aumen­tadas—, Jesús de Nazaret aparece jun­to a José Anto­nio Páez, Simón Bolí­var, Inés Ponte, José Gre­go­rio Hernán­dez y su padre adop­ti­vo, Tomás Lis­cano, entre otras figuras. 

Varios mitos se tejieron en torno a cómo Rafael Caldera, aquí en una foto de 1994 en Barinas, pasó de aquel discurso del 4F a una segunda presidencia. Foto: Fundación Rafael Caldera

Caldera tam­bién se atre­vió a escribir y a pro­nun­ciar dis­cur­sos ded­i­ca­dos a sus antigu­os adver­sar­ios. Con un análi­sis pon­der­a­do, pero sin dejar de lado sus viven­cias y momen­tos álgi­dos, des­pidió a Andrés Eloy Blan­co en una sem­blan­za que fue cen­sura­da por la dic­tadu­ra de Pérez Jiménez. Ya en la primera mag­i­s­tratu­ra real­izó las hon­ras fúne­bres de Rómu­lo Gal­le­gos, Raúl Leoni y Eleazar López Con­tr­eras. En 1988 ofre­ció la con­fer­en­cia La parábo­la vital de Rómu­lo Betan­court, un tex­to gra­cias al cual, en una lec­tura per­son­al, uno se siente rec­on­cil­i­a­do con la reciente his­to­ria venezolana.

Hubo momen­tos de nues­tra his­to­ria políti­ca en el que los adver­sar­ios se han hon­ra­do, porque han sido eso, adver­sar­ios, y no enemigos. 

Rafael Caldera tam­bién par­ticipó en debates int­elec­tuales con otras fig­uras de impor­tan­cia. En 1955 fue el encar­ga­do de hac­er la con­testación al dis­cur­so de incor­po­ración de Arturo Uslar Pietri a la Acad­e­mia de Cien­cias Políti­cas y Sociales. Si este fijó la idea de “sem­brar el petróleo”, Caldera respondió con la de “dom­i­nar el petróleo”. Es decir, con­tem­plar este recur­so “como un ele­men­to sub­or­di­na­do a nues­tra real­i­dad nacional”, no como algo ajeno, sino como “parte de un obje­ti­vo más amplio”. 

Otro con­cep­to que defendió Caldera fue el de “jus­ti­cia social inter­na­cional”, explicán­do­lo en foros nacionales y forá­neos, como pres­i­dente, senador vita­l­i­cio o como cabeza de la Unión Inter­par­la­men­taria Mundi­al. Jus­ta­mente en La Sor­bona, al ofre­cer en francés el tradi­cional dis­cur­so de agradec­imien­to, reit­eró el con­cep­to de que, si cada pueblo tiene dere­cho “a aque­l­lo que es indis­pens­able para lograr su pro­pio desar­rol­lo”, los país­es con may­or poder y riqueza tienen más respon­s­abil­i­dades y obliga­ciones en la con­struc­ción del “bien común universal”. 

Des­de 1936 a 2006 Caldera fue tam­bién un asid­uo arti­c­ulista de pren­sa. La lec­tura cronológ­i­ca de estos tex­tos rev­ela seten­ta años de vida vene­zolana. Pudier­an con­stru­ir el libro de memo­rias que lam­en­ta­ble­mente nun­ca escribió. Lo más cer­cano a ello es Los Causa­ha­bi­entes. De Carabobo a Puntofi­jo (1999), un par­tic­u­lar y per­son­al rela­to de los retos y trans­for­ma­ciones de la sociedad vene­zolana para lograr la democracia. 

El 22 de mar­zo de 1998 Caldera recibió el Doc­tor­a­do Hon­oris Causa de la Uni­ver­si­dad de Paris,Francia

Caldera, el polémico 

Aca­so en otro país, una trayec­to­ria int­elec­tu­al y políti­ca como la de Rafael Caldera sería recor­da­da y val­o­ra­da en espa­cios públi­cos, mon­edas y estampil­las, inves­ti­ga­ciones doc­u­men­tales y tra­ba­jos audio­vi­suales. Pero sus cir­cun­stan­cias en una nación como Venezuela siem­pre fueron adversas. 

Paradóji­ca­mente ser el primero de la clase o ten­er un baga­je cul­tur­al que otros políti­cos no tenían no fue lo que más le ayudó para obten­er su éxi­to políti­co. Can­dida­to en seis oca­siones y pres­i­dente de la Repúbli­ca en dos, sus detrac­tores han afir­ma­do que esto es solo pro­duc­to de su sober­bia. Pero en políti­ca la con­stan­cia, la pacien­cia y la obsti­nación con­struyen una resisten­cia que ter­mi­na con­ducien­do al poder. 

Des­de antes de su primera pres­i­den­cia, la may­oría de los ataques los recibió por su per­son­al­i­dad, no por sus ideas. Luego se le achacó con extrema­da insis­ten­cia temas como el allanamien­to de la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela, la demoli­ción del bar­rio El Sal­adil­lo, en Mara­cai­bo, la trans­for­ma­ción que sufrieron las escue­las téc­ni­cas, o el Pro­to­co­lo de Puer­to España. 

Pero el sam­ben­i­to que le tocó lle­var en la últi­ma déca­da de su vida y parte de la ima­gen que tiene su figu­ra históri­ca en la actu­al­i­dad ha sido el sobre­seimien­to a Hugo Chávez en 1994. Con esto se han orig­i­na­do todo tipo de leyen­das urbanas que van des­de pon­er a Caldera como padri­no de Chávez, has­ta involu­crar­lo como parte acti­va del inten­to de golpe de Esta­do del 4 de febrero de 1992. 

Uno de los grandes prob­le­mas de nues­tra cri­sis actu­al es que no se gen­er­an espa­cios ade­cua­dos para la reflex­ión históri­ca. Mucho se pierde en opin­iones sin base, insul­tos y diál­o­go de sordos. 

La figu­ra históri­ca de Caldera y de sus con­tem­porá­neos se debe analizar críti­ca­mente y des­de difer­entes per­spec­ti­vas. ¿Fue a la larga un error de la Con­sti­tu­ción de 1961 hac­er esper­ar una déca­da a los expres­i­dentes para volver a aspi­rar? ¿Fil­i­cidio o par­ri­cidio la expul­sión de Caldera de Copei en 1993? ¿Cómo se orig­inó y debió mane­jarse la cri­sis ban­car­ia de 1994? ¿Clau­dicó la clase políti­ca vene­zolana ante la irrup­ción de Chávez? Como siem­pre, más pre­gun­tas que respuestas. 

Con sus acier­tos y errores, Rafael Caldera aparece como una ref­er­en­cia tute­lar de la his­to­ria democráti­ca vene­zolana. Respetu­oso del Esta­do de dere­cho has­ta el final de su vida, demostró que su búsque­da del poder no era un fin en sí mis­mo, sino una man­era de insti­tu­cionalizar un país des­de lo civ­il y plur­al, o como dijo, con Prom­e­teo de fon­do, al recibir su doc­tor­a­do hon­oris causa en La Sor­bona de París: “Hemos apren­di­do, con devo­ción y sac­ri­fi­cio, que la democ­ra­cia es no solo una for­ma de gob­ier­no sino, y por enci­ma de todo, una man­era de vivir”.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Un comentario en «Rafael Caldera en La Sorbona: la democracia como manera de vivir»

  • Intere­sante artícu­lo, sobre el per­fil int­elec­tu­al de un expres­i­dente inspi­ra­do en la doc­t­ri­na social de la igle­sia y de pen­sadores como Jacques Maritain.

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