Ramón Guédez, una ocurrencia y toda una devoción
José Luis Sotillo J.
Cronista parroquial de Agua Viva
aguavivajose@hotmail.com
Twitter: @aguavivajose
Uno de los personajes bien enraizados en el sentimiento aguaviveño, sin duda alguna sería don Ramón Guédez; figura de gran estima en el tránsito por los parajes terrenales, ya que verdaderamente supo cosechar un cumulo de amistades no solo en Agua Viva sino también en sitios circunvecinos a esta comunidad.
Aunque, muchos tomaron verdadera consideración en reconocerle su proporcionada sabiduría, cómo difusor apasionado en el hábito ancestral de dar letras en los concurridos velorios; costumbre que requería de algún modo, poseer una precisa memoria para suministrar a un conjunto determinado de intérpretes de canturías; el conocimiento que le valió el título de ser heredero del mágico arte de ser maestro de velorio.
Aprendió en sus marcados ratos a leer y escribir, lo cual le facilitaría poder apuntar las sagradas letras de velorio. Y así dejar testimonios de cuadernos colmados con letras y estrofas.
Damos fe de su inquebrantable y muy emotiva pasión por instruirse, ya qué tarde a tarde asistía a la oficina del cronista para leer algún libro, periódico o folleto; y entretener su ánimo por el aprendizaje y por la grata experiencia en alimentarse de la lectura, que como alumno de la antigua escuela nocturna Cesar Augusto Sandino daba lo mejor de sí, manteniendo su constancia y apego de estudiante en la extinta institución andragógica.
Se dice haber adquirido sus eruditos conocimientos en letras de velorio, cuando ya prácticamente era un adulto, justo a los 22 años exactamente. De allí que perennemente dirigía cada velorio que se realizaba en el sitio del Cerrito de la Cruz o Monumento a la Cruz.
Asimismo acudía año a año, a los nocturnos cantos místicos que le realizaban a San Antonio y a la Humildad y Paciencia; manteniendo su actitud devota en esta costumbre sembrada en el palpitar del pueblo aguaviveño.
Criado en los florecientes momentos de un Agua Viva constituido por grandes trapiches de las haciendas vecinas, de los cuales paso a trabajar primeramente en la de Juan Bautista “Tista” Escalona en Vallecito, y en el propio Central Río Turbio donde salió justo como pensionado.
A pesar de su habituada forma dicharachera o un tanto folklórica en decir las cosas, moldeo su carácter en una expresión viva y parrandera; no solo ser amante de las célebres rancheras de las cuales amaba escuchar en sus tertulias y saraos, cantándolas de la mano de un trago de cocuy como buen integrante de la muy conocida ´esquina caliente´; junto a sus compañeros.
Fue incluido dentro de la estructura del Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano; y así, engrosar la amplia lista de patrimonios inmateriales. Figura seleccionada dentro de la orden patrimonial, ya que acompaño en muchas ocasiones a los Tamunangueros de Agua Viva y a la extinta agrupación Brisas de Agua Viva de los hermanos Rodríguez; siempre como maestro de letras para materializar los velorios.
Hijo de Roseliano Colmenárez y Carmela Guédez era el tercero de seis hermanos, para este hijo de don Roso quien por lo general decía que: “mi madre era por allá de origen Curarigueño y mi padre de Cocorotico, eso creo”. Nació un 6 de junio de 1938 en la añorada Agua Viva; se le conoció por ser el gran compadre, quizás por diversificar la postura de agua entre muchos niños.
Se fue a la paz del señor el 31 de agosto del 2011, en medio de una consternante noticia para sus allegados y familiares. En un fraterno recuerdo se le añora por ser sobresaliente junto a otras personalidades fallecidas como: Julita Alvarado, Pío Rodríguez, su sobrino Alexí Vargas, Daniela Castañeda, María de Jesús Escalona, entre otros bucólicos personajes de reciente época; los cuales la dinámica del tiempo hablará de sus huellas.