Taylor Rodríguez García, el apasionado cronista de Cabudare
Taylor Rodríguez Pereira
Periodista
La historia de Cabudare tuvo un narrador que la entregó a sus ciudadanos entre 1995 y 2017, durante 22 años. El maestro Taylor Rodríguez García dedicó su vida a la investigación del pasado de la localidad larense de forma apasionada y metódica, hoy se cumplen tres años de la desaparición física de este humanista venezolano y es propicia la oportunidad para recordarlo haciendo un breve repaso de sus aportes a la reconstrucción de los tiempos palavecinenses
Su llegada a la otra banda del río Turbio se dio tras un concurso de credenciales y méritos académicos celebrado por el Concejo Municipal, el discípulo del maestro Federico Brito Figueroa y magíster en Historia económica y social de Venezuela se instaló en una pequeña oficina atestada de papeles, en la parte trasera del cabildo local, en la humildad de un cuarto de dos por dos nacería un proyecto de dos décadas de estudio científico. La preocupación inicial de Rodríguez García estuvo en definir el día que el poblado debía celebrar su aniversario. A continuación el repaso a sus contribuciones más notorias.
Un día para Cabudare
Largas horas de inmersión en los viejos archivos del Concejo, los registros larenses y fundamentalmente en el Archivo General de la Nación y el Archivo Arquidiocesano de Caracas, sirvieron para ir sumando acontecimientos, en el proceso, los apuntes documentales de cabudareños de otros tiempos, con los que más allá de las épocas compartía el amor por la historia del pueblo, como don Vidal Hernández Agüero y don Héctor Rojas Meza, fueron fundamentales para marcar el camino de distintas aristas del pasado local.
La investigación dio con una palabra distinta a fundación, fue “poblamiento”, tercer y definitivo poblamiento, Rodríguez García hizo público en 1996 que el origen data del 27 enero de 1818, día en el que atendiendo mandatos del arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, se estableció la extensión de la nueva parroquia religiosa, con participación del recién adjudicado presbítero Andrés Torrellas y el alférez Juan José Alvarado de la Parra, más los curas barquisimetanos Sebastián Bueno y José Antonio Meleán, y los vecinos don Juan de Ponte, don Antonio Marante, don Antonio García Tacoronte y don Miguel Bernal.
Ese acto promovido por el interés de los habitantes de la zona y que atendía una necesidad espiritual de estas familias, era de acuerdo a las indagaciones, una gesta de más de tres décadas, que había tenido su punto de inicio el 19 de febrero de 1779, cuando el obispo Mariano Martí hizo referencia al “sitio” de Cabudare, sugiriendo que al estar a más de media legua (dos kilómetros y medio) de Santa Rosa y por poseer una población que superaba a las 6.360 personas, era conveniente erigir allí una nueva parroquia. El clérigo catalán identificó una necesidad que en los años siguientes fue proclamada con insistencia por los pobladores.
Antes, los espacios fueron ocupados por aborígenes axaguas, en tiempos precoloniales, identificándose así un primer poblamiento, y el segundo tras la llegada de los españoles, en Buría, durante la década de 1550, como consecuencia socioeconómica de la fundación de Nueva Segovia de Barquisimeto (1552), cuando esa zona que hoy pertenece al municipio Simón Planas comenzó a ser plaza de instauración de haciendas. Este primer aporte, fue quizás el más importante desde una perspectiva científica, del maestro torrense para Cabudare.
Una biblioteca para Cabudare
Desde que salió de su pueblo natal, Río Tocuyo, Taylor Rodríguez García hizo maletas con libros, siempre fueron más que de ropa, a donde fue los llevó consigo y con el paso de los años las maletas se convirtieron en cajas, muchas cajas, que se multiplicaban en cada rincón de las casas donde vivió, así hasta que los buenos amigos de infinitas palabras se asentaron en Cabudare, ahora la perspectiva era abrirlos más a menudo y no solo por la familia o los colegas sino por todo un pueblo, nació un proyecto idóneo para satisfacer una necesidad de los cabudareños: La Fundación Biblioteca Universitaria Municipal “Héctor Rojas Meza”, a solo una cuadra de la plaza, con miles de enciclopedias que se reproducían semana a semana, resolviendo más y más dudas, formando a más y más jóvenes.
El 24 de junio de 1997, con el respaldo del otrora alcalde Freddy Pérez, abría sus puertas un lugar concebido por Rodríguez García para atender desde los más apasionados científicos sociales que se formaban en el Pedagógico y otras instituciones universitarias larenses, hasta a los curiosos niños que invadirían cada tarde las mesas para resolver tareas y construir sueños que aún hoy hacen país.
La biblioteca, o sencillamente “la teca” en la jerga de sus fundadores y familiares, se convirtió en un epicentro del saber para los cabudareños, mientras que para la vida de Rodríguez García era aquella causa meritoria de todas sus energías, de todas sus ilusiones. Allí junto a su amada esposa, Teresa Pereira, su entrañable amigo, Argenis Latiegue y otros sempiternos compañeros como Pablo Arroyo, Sara Pereira, Yolanda Aris, Francisco Cañizales Verde, Héctor Torres y Pedro Rodríguez Rojas, hicieron de la historia un relato cercano y atractivo.
El espacio en un punto dejó de ser solo de libros, mutó en ocasiones a galería de arte, sala de conciertos o recitaciones, teatro, pista de danzas, todo lo que la cultura cabudareña demandara para fortalecerse. Hoy se mantiene en pie, iluminando con el saber, aliada leal de aquellos que siguen construyendo sueños en medio de adversidades, como opción elegida por muchos jóvenes que suman conocimientos y se superan con convicción ante las dificultades que plantea la realidad venezolana.
[dropshadowbox align=“none” effect=“lifted-both” width=“auto” height=”” background_color=”#fbb26a” border_width=“1” border_color=”#dddddd” ]Un libro para Cabudare
Para Taylor Rodríguez García tantas investigaciones no podían quedarse en recortes de periódico, apuntes sueltos o entrevistas televisivas y radiales, en su entender, la existencia de un libro era esencial, uno que fuera comprensible para todos los cabudareños que atendía cada día en la biblioteca y que reuniera los grandes aportes, que explicara por qué desde 1997 se celebraba el día de la ciudad el 27 de enero, que contara quiénes habían sido y qué habían hecho los habitantes locales en casi 200 años de historia. La ocasión ideal se dio en el 2000, de la mano de la Gobernación larense, los cronistas del estado propusieron crear libros destinados a escolares, para rescatar la memoria colectiva, de ese modo comenzó a escribirse Kabudari: Árbol grande, un texto amigable, lleno de datos, acontecimientos y perspectivas de futuro, que un año más tarde, en 2001, llegó a todas las escuelas públicas del municipio, convirtiéndose hasta hoy en una útil herramienta de consulta y orientación. En bibliotecas escolares y en la “Héctor Rojas Meza” sus hojas siguen ayudando en tareas, relatando hechos emocionantes.
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Unos cuadernos de historia
para las comunidades y personajes cabudareños
No conforme con el primer libro, consciente de la necesidad de contar muchas crónicas más y con una larga lista en mano de temas, hizo nacer del presupuesto de la fundación hojas cartas, cartuchos de tinta y tapas de encuadernado para que le dieran vida a los Cuadernos de historia local, o Cuaderhil, como decidió abreviarlos, ellos iban a ser los responsables de resguardar para la memoria colectiva la vida de insignes cabudareños y los episodios que originaron a las comunidades urbanas y rurales de Palavecino.
Largos días de caminata por los caseríos, conversas inolvidables con personajes de las comunidades, estimulación a la investigación en niños y jóvenes, eran el marco creativo de estos escritos. Así recorrió las calles y caminos de El Mayal, El Taque, Agua Viva, Los Rastrojos, Papelón, Las Tres Topias, El Palaciero y otros poblados, dejando en cada uno de ellos páginas redactadas con infinita convicción de maestro y acompañando esas palabras con permanentes charlas comunitarias, concursos escolares, vivencias orientadas a la promoción del sentido de pertenencia.
De igual modo, durante las tardes de tecleo intenso en la máquina de escribir, Rodríguez García construyó biografías de connotados actores del devenir histórico local como don Héctor Rojas Meza, don Vidal Hernández Agüero, el doctor Ezequiel Bujanda Hernández, los próceres Cristóbal Palavecino Liscano, Simón Planas Guadarrama y José Gregorio Bastidas Salcedo, entre otros, que encontraron en los Cuaderhil un espacio para su recuerdo.
Un seminario de historia para Cabudare
Con la pasión por la historia a flor de piel y una perspectiva clara de las herramientas a mano para su difusión, sabía desde su nombramiento como cronista que era preciso dar a la localidad un evento académico para el compartir de las investigaciones y la formación en ciencias sociales del profesorado a todo nivel.
En noviembre de 1998, un año después de haber inaugurado la biblioteca, la Casa de la Cultura de Cabudare fue el escenario dispuesto para reunir a investigadores sociales de trayectoria y también algunos nóveles, seleccionar investigaciones de alto interés para el municipio, colgar unas pancartas, imprimir unos programas y certificados, y celebrar el primer Seminario de historia económica y social de Cabudare.
La convocatoria fue un éxito, unas 30 personas asistieron, disfrutaron una experiencia sin precedentes en la ciudad, algunos iniciaron allí procesos de investigación locales con el respaldo y la orientación de los especialistas ponentes, en fin, vio la luz una vitrina para los estudiosos de Cabudare como hecho social, a partir de entonces, jóvenes universitarios como Omar Yépez, Jackson Gutiérrez, Alexander Tovar, entre otros, comenzaron a indagar edición tras edición en el pasado de las comunidades de las que provenían y a compartir sus proyectos en el seminario.
La actividad celebrada cada dos años fue creciendo, cambió de escenarios, comenzó a replicarse la experiencia en Simón Planas, y con seis ediciones realizadas en Cabudare, llegó el momento de ampliar el objetivo, en 2008 el seminario vino acompañado del primer Encuentro de Microhistoria Larense, con salas de ponencias paralelas y aportes provenientes de todo el estado, estaba en proceso de crecimiento una actividad ya a este punto, de reconocimiento nacional por su singular enfoque en la exposición de estudios de carácter local.
Del seminario se han celebrado diez ediciones, mientras que el encuentro suma cuatro, esta iniciativa representa hoy por hoy un interesante desafío para la fundación heredada por Taylor Rodríguez García a sus amigos y familiares.
Un archivo histórico para Cabudare
La importancia de reunir los documentos que hacen la historia cabudareña en un solo lugar, al alcance de todos, para saber lo que un día fue, para entender los por qué de lo que es hoy, para planificar el futuro con conciencia de pasado, esa era la demanda de Rodríguez García al pedir la construcción de un Archivo Municipal, en decenas de discursos, entrevistas, mesas de trabajo, lo reclamó y su insistencia un día se convirtió en un hecho.
Luego de dos años y medio de construcción, el 10 de noviembre de 2012, en el marco de la celebración del aniversario 199 de la visita del Libertador Simón Bolívar al pueblo, finalmente se inauguró el Archivo Histórico Municipal “Don Vidal Hernández Agüero”, un moderno espacio equipado con archivadores que reivindicaban la dedicación del epónimo, ilustre hombre que reunió en millones de líneas más de 90 años de historia cabudareña.
El día que abría sus puertas el Archivo, el historiador exigió con fervor el cuidado y mantenimiento de los espacios culturales del municipio, lo reivindicó como su “obligación como cronista y principal como maestro”. A la fecha, esta trascendente obra opera con limitantes, aún es un pendiente organizar los documentos debidamente e iniciar el urgente proceso de digitalización de manuscritos fundamentales.
Una cátedra de historia para niños cabudareños
En el entender del maestro Rodríguez García, la historia debía llegar sin distingos a todos los segmentos sociales, y con un principal valor a los más pequeños, veía en ellos la posibilidad de sembrar la semilla del amor por el estudio del pasado y con esa idea era un asiduo de auditorios y salones escolares.
Esa premisa de trabajo como cronista tuvo su punto de consolidación con el nacimiento de la Cátedra de historia local “Don Vidal Hernández Agüero”, una experiencia junto a estudiantes de cuarto, quinto y sexto grado de la Escuela “Valmore Rodríguez”, que durante cinco años se abrió un espacio durante las mañanas de los miércoles en el horario de más de 20 jóvenes por año escolar.
Con estas generaciones de pequeños discípulos recorrió calles de Cabudare y Venezuela, estudiaron la presencia en la historia de rubros como el cacao y su importancia en la vida de sus antepasados, descubrieron la valentía de próceres locales, conocieron y entrevistaron a cultores, pintaron sus caras, se conectaron con su cuna y descubrieron cada uno a su forma, de qué se les hablaba cuando les mencionaban la relevancia de tener sentido de pertenencia.
De la cátedra nacieron vocaciones por la educación, la historia y otras ciencias sociales, pero fundamentalmente se formaron jóvenes que cada miércoles al cruzar la puerta de la biblioteca de la “Valmore Rodríguez” aprendían a valorar de dónde venían y hoy son parte de la esperanza de la sociedad venezolana.
Cabudare para Taylor Rodríguez García
La comarca, el terruño, la oportunidad de hacer familia y desarrollarse profesionalmente, los saludos cálidos de cada esquina, las infinitas historias por contar, los cientos de personajes grabados con detalle en la memoria, las anécdotas de una vida, Cabudare fue para Taylor Rodríguez García mucho más de lo que se pueda describir en unas líneas.
Junto a las causas recordadas en este texto, hubo otras nobles, diarias, como la eponimia de calles e instituciones, una de las más emocionantes para él; también la reconstrucción de la historia de la iglesia católica en Cabudare, labor a la que se dedicó con pasión en sus últimos años de vida; asimismo el programa radial Palavecino, ruta y destino, el blog homónimo que mantuvo actualizado con religiosidad y dedicación; no debe quedarse por fuera su compromiso con la ayuda de mendigos del pueblo, que con seguridad de conseguir una mano amiga le tocaban a la puerta de la biblioteca y le dejaban saludos de afecto sincero.
Son innumerables las experiencias en las que con entrega decidió ser cabudareño, fiel a un principio, el de hacer las cosas en pequeño pero siempre pensando en grande.
Sin lugar a dudas, la esencia espiritual de Taylor Rodríguez García permanece en Cabudare, como recuerdo imborrable de un pretérito presente en el corazón de quienes tuvieron oportunidad de mirar hacia el pasado con convicción de hacerse mejores para el futuro. A tres años de su desaparición física le recordamos con amor sus familiares, amigos y discípulos, es decir, muchos cabudareños.