Territorios despojados: Venezuela 1891–1899
Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan
Entre los años 1846 y 1848 los Estados Unidos invadieron Méjico. Desembarcaron en Veracruz y tomaron más luego la capital. ¿Motivos? El expansionismo estadounidense alojado en Texas. Méjico, era en ese entonces un país dislocado, débil e invertebrado. Aún hoy lo sigue siendo. Pérdidas territoriales: Alta California, Nuevo México y Texas, que hoy forman los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte del hoy llamado Wyoming. Estamos hablando de una pérdida del 55% de la totalidad de la geografía originaria de Méjico.
¿Y Venezuela? En 1824 el Mariscal Antonio José de Sucre al mando de un ejército republicano formado por fuerzas mixtas de todos los países de América del Sur logró ponerle fin al dominio continental de la Monarquía hispánica. Luego nos enorgullecimos por la Gran Colombia (1819–1831) y más luego todo se esfumó. Al igual que Méjico terminamos siendo un país dislocado, débil e invertebrado bajo el predominio de caudillos y revoluciones que en realidad se convertían en empresas de saqueo.
El proceso de balcanización aceleró una descomposición secular que la guerra contribuyó en ahondar en los que fueron los territorios hispánicos. Venezuela tuvo que lidiar en su frontera oriental con otro coloso: Inglaterra. Y en la occidental con Colombia, no tan coloso pero con una diplomacia clarividente y habilidosa. Ambos países nos arrebataron el 44% del territorio nacional. Estos datos parecen ser reveladores y concluyentes: Año 1882: 1.639.398 kms2 — Año 2021: 916.445 kms2 — Pérdidas Territoriales: 722.953 kms2.
Sólo con la Guayana Esequiba se perdieron 159.000 km² por culpa de una Inglaterra, la potencia hegemónica mundial más imponente en el siglo XIX, y nuestra vecina el flanco oriental de nuestro país. Inglaterra, la misma que con su Legión Británica ayudó a Bolívar y Páez a vencer en la decisiva Batalla de Carabobo del 24 de junio de 1821. La historia es en realidad el triunfo de la ironía.
Mientras que la geopolítica expansionista diseñada en Londres tenía un plan de vuelo de siglos, la nuestra, la criolla y la de los caudillos, nunca se esbozó. Para Alejandro de Humboldt, el ilustre científico que nos visitó en los años previos al 19 de abril de 1810 era evidente esto:
“La seguridad política de las Provincias Unidas de Caracas y de Nueva Granada, depende íntimamente de la defensa de las bocas del Orinoco… Esta importancia militar la previó, hace más de dos siglos, el célebre, Raleigh. En el relato de su primera expedición (1595) habla frecuentemente de la facilidad que tendría la Reina Isabel de conquistar por el curso del Orinoco y por los innumerables ríos que en el desaguan, gran parte de las colonias españolas …”.
Otro dato apunta sobre la coherencia del despojo inglés sobre el territorio oriental venezolano. Primero obtuvieron de España las islas de Trinidad y Tobago en 1797 y luego sus avanzadas de inventaron la famosa Línea Línea Schomburgk a partir del año 1841. El Laudo Arbitral de París del año 1899 terminó siendo la puntilla. Y no se perdió más porque los Estados Unidos invocaron la Doctrina Monroe (1823).
Aunque todo indica, y esto es un misterio para el honor nacional mancillado, que en nuestra frontera occidental se haya perdido un territorio aún mayor en manos de nuestros “hermanos” colombianos a quienes los venezolanos con Simón Bolívar a la cabeza en el año 1819 ayudaron a liberar en la Batalla de Boyacá (1819).
El Laudo Arbitral Español de 1891 no sólo implicó la pérdida de la Península de la Guajira sino de extensos e inconmensurables territorios al sur de nuestra frontera occidental en torno a los ríos Sarare, Arauca, Meta, Orinoco y Negro. Es un misterio que la omnipotente Wikipedia no arroje con precisión la cantidad del territorio mutilado venezolano.
Lo cierto del caso es que apenas los venezolanos tienen conciencia de ésta negligencia criminal de parte de una diplomacia enclenque y unos jefes políticos primitivos incapaces de resguardar la integridad territorial en pleno siglo XIX. Un siglo XIX en que Venezuela no confirmó el destino de grandeza que los herederos de Bolívar tuvieron la responsabilidad de enaltecer y no lo hicieron.