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Tocuyito, sus cañaverales y sus trapiches

Luis Heraclio Medina Canelón

M.C. de la Acad­e­mia de His­to­ria del Esta­do Carabobo

Tocuyito, existe prácticamente desde que existe Valencia; quizás en un principio fue un lugar de paso o de descanso de los conquistadores en su ruta entre Valencia o Borburata y el occidente especialmente con la ciudad de El Tocuyo, una de la más antiguas y dinámicas de los tiempos de la conquista.  Su historia está íntimamente vinculada al cultivo de la caña de azúcar, a los trapiches y los ingenios.


El céle­bre con­quis­ta­dor don Juan de Vil­le­gas, tatarabue­lo del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, ya lo men­ciona­ba en el siglo XVI. Por la fer­til­i­dad de sus tier­ras y abun­dan­cia de aguas los criol­los valen­cianos fomen­taron allí sus sem­bradíos y fab­ri­caron las primeras casas a poca jor­na­da de camino de sus moradas prin­ci­pales en la Nue­va Valen­cia del Rey. Entre estas primeras siem­bras estu­vo la caña de azúcar.

Fueron aque­l­los primeros con­quis­ta­dores quienes tra­jeron la caña de azú­car a Améri­ca. Esta plan­ta es orig­i­nar­ia del sud­este asiáti­co, fue lle­va­da por los musul­manes a Asia, Africa y cuan­do con­quis­taron a España. Los españoles la tra­jeron a nue­stro con­ti­nente des­de los primeros via­jes de Colón y en Venezuela la caña encon­tró un medio extra­or­di­nario para su desar­rol­lo, espe­cial­mente en la región cen­tral del país. Tocuy­i­to fue de esos lugares donde pron­to se llenaron sus valles con cañaverales.

Para aprovechar la caña esta se debe pasas por el trapiche, que es un moli­no que pre­siona la caña extrayen­do su jugo. Estos trapich­es eran movi­dos por ani­males (bueyes, cabal­los o mulas) y has­ta los había pequeños oper­a­dos por uno o dos hombres.

Luego este jugo es coci­na­do para elab­o­rar el azú­car, el papelón (pan­ela) o el licor (ron y aguar­di­ente) en los inge­nios. Todo el con­jun­to de maquinar­ias, hornos, chime­neas, norias, canales de aduc­ción de agua, bateas, alam­biques y otras insta­la­ciones es lo que se conoce con el nom­bre de “inge­nio azucarero”

En Tocuy­i­to hubo gran can­ti­dad de hacien­das de caña con sus respec­tivos trapich­es e inge­nios que uti­liz­a­ban la energía hidráuli­ca de los ríos El Torito/ Tocuy­i­to y Guat­a­paro, entre otros, para los moli­nos del inge­nio. Estos inge­nios requerían de mucha mano de obra (braceros, cap­at­aces, cocheros, horneros, etc), por lo que eran la prin­ci­pal fuente de tra­ba­jo para el pueblo. En otras pal­abras, en Tocuy­i­to la indus­tria de la caña fue un fac­tor económi­co fun­da­men­tal por var­ios cien­tos de años.

Trapiche con energía humana.

En el siglo XIX se con­ta­ban unas cuarenta hacien­das de caña en Tocuy­i­to, entre las que esta­ban las prin­ci­pales: La Trinidad, El Rosario, Jua­na Paula, San Pablo, El Cují y San José. Var­ios próceres de la inde­pen­den­cia fueron propi­etar­ios de hacien­das de caña, entre ellos recor­damos a Juan Uslar y Juan José Rondón.

Durante el primer ter­cio del siglo XX el dic­ta­dor Juan Vicente Gómez y sus socios se fueron apoderan­do de casi todas esas hacien­das, bien por medio de la com­pra o por la extor­sión para susti­tuir el cul­ti­vo de la caña por las hacien­das ganaderas, lle­van­do a la casi total extin­ción de la agri­cul­tura de la caña en el valle de Tocuyito.

Nos con­ta­ba un anciano, heredero de alguno de aque­l­los agricul­tores despo­ja­dos que era usu­al que lle­gara a la hacien­da una “comisión” del gob­ier­no de Gómez y sin más preám­bu­los le dijer­an al propietario:

-Mi gen­er­al le man­da a decir que le va a com­prar su hacien­da. Aquí está el dinero, son xxxx  bolí­vares, y aquí está el doc­u­men­to para que me lo firme. Tiene dos días para mudarse. Muchas gra­cias. El temor a las con­se­cuen­cias de negarse hacía que casi cualquiera fir­mara sin protestar.

Esos trapich­es y sus cen­te­nar­ias insta­la­ciones for­man parte del pat­ri­mo­nio históri­co tocuy­i­tano y por lo tan­to debe ser preser­va­do para las gen­era­ciones venideras lo que que­da de ellas, que se está dete­ri­o­ran­do pro­gre­si­va­mente en los últi­mos años.

Recien­te­mente visi­ta­mos lo que que­da de la hacien­da “La Trinidad” y con dolor pudi­mos con­statar que su noria, es decir, la gigan­tesca rue­da de hier­ro movi­da por fuerza hidráuli­ca que había allí has­ta hace pocos años había desa­pare­ci­do, posi­ble­mente por obra de los chatar­reros. Quedan las chime­neas, los hornos y las pisci­nas. Con­sti­tuyen aparte de un pat­ri­mo­nio históri­co un atrac­ti­vo turís­ti­co que deberían ser preser­va­dos y uti­liza­dos como fuente de ingre­sos y atrac­ti­vo histórico.

Los restos del antiguo trapiche de la Hacien­da La Trinidad, en Tocuy­i­to. (Foto Nano Sosa)

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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