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Nunca se supo quién cobró los $20 millones para liberar a Niehous

 

Juan José Peralta
Periodista


Aquella noche del 29 de junio de 1979 la redacción del diario El Nacional estaba paralizada. Un buen grupo de los periodistas nos quedamos, aunque habíamos terminado nuestra jornada. La noticia estaba confirmada. Tres años, cuatro meses y dos días después queríamos conocer el final del secuestro más largo de la historia política nacional desde aquel mediodía del 27 de febrero de 1976.

Fun­cionar­ios de la Policía Téc­ni­ca Judi­cial del esta­do Bolí­var por un golpe de suerte habían rescata­do a William Frank Niehous, vicepres­i­dente de la Owens Illi­nos para Venezuela, cuan­do inves­ti­ga­ban un robo de gana­do y trata­ban de cap­turar a los cua­treros. Las infor­ma­ciones eran con­fusas y debíamos esper­ar la nota de los reporteros.

Poco a poco se fue cer­ran­do el per­iódi­co, sólo falta­ban la primera pági­na que esta­ba en blan­co y lógi­ca­mente la de suce­sos. No falta­ban whiskies porque en esa época se toma­ban tra­gos en la redac­ción como cosa nor­mal. Esa cos­tum­bre la acabó la era tec­nológ­i­ca. Los peri­odis­tas de Deportes mira­ban los cables para cono­cer los últi­mos resul­ta­dos del beis­bol de Grandes Lig­as y los de Inter­na­cionales para ver cómo reseña­ban las agen­cias el suce­so en desarrollo.

Primera plana del diario Panora­ma, sobre el secue­stro William Frank Niehous, vicepres­i­dente de la Owens Illinos

El  jefe de redac­ción, Mario Delfín Becer­ra, cam­ina­ba de un lado a otro, se ajusta­ba nerviosa­mente el nudo de la cor­ba­ta y se ras­ca­ba la cabeza como apu­ran­do la noti­cia. Tra­go en mano Ramón J. Velásquez, el direc­tor, tam­bién se pasea­ba por la redac­ción. Había un gran silen­cio. Otros por allá sac­aron las bara­jas de las guardias de los domin­gos. Sabíamos que los reporteros de Radio Cara­cas Tele­visión habían toma­do las imá­genes. Habían fil­ma­do la históri­ca esce­na. Lo cap­taron todo. Los policías habían adver­tido a los peri­odis­tas que podría haber dis­paros, pero el empeci­namien­to repor­ter­il los hizo obviar el aviso.

Todos venían en camino con la noti­cia, el gob­ier­no trasladó a Niehous a Cara­cas. De pron­to Velásquez tomó la pal­abra y nos pidió a quienes per­manecíamos en la redac­ción pro­pon­er el títu­lo de abrir a ocho colum­nas. Sólo se hace cuan­do es una noti­cia que lo merez­ca y ésta era una de esas. El títu­lo acer­ta­do se ganará una botel­la de whisky, dijo el direc­tor. Todos de inmedi­a­to nos pusi­mos a pen­sar. Las maquinas rompieron el silen­cio con el tecleo.

Las rota­ti­vas de todos los per­iódi­cos del país esta­ban detenidas y los tra­ba­jadores de los talleres tam­bién esta­ban con la mis­ma angus­tia. Lle­garon los reporteros y se pro­cesó la infor­ma­ción. Aún las com­puta­do­ras y toda la tec­nología de hoy no habían lle­ga­do al diario.

Apareció vivo

¡Niehous apare­ció vivo!, escribí y me gané la botel­la de eti­que­ta negra y mien­tras se imprimía el per­iódi­co, la destapamos. Aparecieron los vasos, el hielo y las risas volvieron a la redac­ción. Todos sal­imos con el per­iódi­co deba­jo del brazo.

Y la his­to­ria del secue­stro del vicepres­i­dente de la pro­duc­to­ra de vidrio Owens Illi­nois, volvió a con­tarse: siete hom­bres arma­dos irrumpieron en la quin­ta Betchirro de la calle Isla Larga de la urban­ización Pra­dos del Este en Cara­cas y con pañue­los empa­pa­dos en éter adormecieron a Niehous, a su esposa Don­na y a la emplea­da del ser­vi­cio domés­ti­co, en pres­en­cia de sus hijos, Craig, Mark y David, quienes con su mamá se fueron de Venezuela al día sigu­iente del secue­stro sin saber si deja­ban a su padre vivo o muer­to. Lo últi­mo que el indus­tri­al pudo ver de su res­i­den­cia fue el Ford LTD blan­co, esta­ciona­do en la puer­ta. “No cobraremos rescate. Será eje­cu­ta­do. Lo con­sid­er­amos ene­mi­go de Venezuela”. Esa era el con­tenido de una nota envi­a­da a José Emilio Castel­lanos, reportero de “El Nacional”, pero esta­ba de via­je. El secue­stro se pro­du­jo en el gob­ier­no de Car­los Andrés Pérez y se despe­jó en el de Luis Her­rera Campíns.

Dos detec­tives de la Policía Téc­ni­ca Judi­cial (PTJ) inves­ti­ga­ban un caso de abigeato cer­ca de Ciu­dad Bolí­var. Los reci­bieron a tiros y en el fuego cruza­do cayeron sobre la hier­ba dos de los cap­tores. De una casucha sal­ió un hom­bre del­ga­do, alto, des­gar­ba­do, de cabel­lo amar­il­lo bril­lante que le lle­ga­ba a los hom­bros y con las manos en alto y todo el sus­to del mun­do en el ros­tro les gritó ¡no dis­paren, Soy Niehous!

Esa mis­ma noche rindió declara­ciones a la policía, con­tó lo que pudo, entregó un diario que llevó min­u­ciosa­mente y pidió salir del país lo más pron­to y al día sigu­iente vola­ba a Ohio, donde lo esper­a­ba su esposa Don­na y toda la familia.

Los peri­odis­tas se quedaron con las ganas de entre­vis­tar­lo. Cuán­tas pre­gun­tas sin respues­ta. “Un año y tres meses llev­a­ba Niehous en ese hato, El Dividive, cer­ca de Mari­pa”, dijo Jorge Sosa Chacín, direc­tor de la PTJ, para saciar la curiosi­dad de los peri­odis­tas. “Sólo le habla­ban de políti­ca y siem­pre estu­vo en cuar­tos pequeños”, con­tó como intér­prete del norteam­er­i­cano. “Lo escondieron en varias partes del país, lo mov­i­liz­a­ban de guarida”.

Quiénes detrás del horror

El caso se resolvió por uno de los impli­ca­dos, Iván Padil­la Bra­vo quien denun­ció a sus com­pañeros del Coman­do Rev­olu­cionario, bra­zo arma­do de la Liga Social­ista,  por la “Operación Argimiro Gabaldón”, con­ta­do por otro de los impli­ca­dos, David Nieves, quien sal­ió de la cár­cel en 1978 al ser elec­to diputa­do y los gob­er­nantes de entonces respeta­ban la vol­un­tad pop­u­lar. Cuan­do Hugo Chávez asum­ió la pres­i­den­cia en 1999 llamó a su gob­ier­no a los acu­sa­dos del plagio.

Des­de Vigo, donde ejer­cía el con­sula­do, Nieves recono­ció que “el secue­stro del indus­tri­al norteam­er­i­cano fue un autén­ti­co hor­ror políti­co y la peor acción mil­i­tar de la izquier­da en la his­to­ria vene­zolana” y ase­guró que debieron soltar­lo tras pub­licar en tres medios de comu­ni­cación del exte­ri­or las denun­cias de cor­rup­ción del gob­ier­no de Pérez en comu­ni­ca­dos paga­dos por la Owens Illi­nois como parte del acuer­do de lib­eración. “Pero la policía cometió un error al asesinar a Jorge Rodríguez (padre) e inclu­so hubo quienes querían en ven­gan­za ajus­ti­ciar a Niehous”.

Secuestra­do el indus­tri­al norteam­er­i­cano, la policía ini­ció las inves­ti­ga­ciones y cap­turó a Padil­la Bra­vo quien “can­tó” todo y delató a sus cama­radas, inclu­i­do el sec­re­tario gen­er­al de la Liga Social­ista, el diri­gente estu­di­antil caroreño Jorge Rodríguez, padre de la actu­al vicepres­i­dente Del­cy Rodríguez y el min­istro de Infor­ma­ción, su homón­i­mo Jorge Rodríguez, ambos hijos, barquisimetanos.

Según Nieves, Padil­la le con­fesó que no había aguan­ta­do la tor­tu­ra y delató a Rodríguez porque pen­só que por ser hom­bre del apara­to legal, “el gob­ier­no no iba a meterse con él”. Agentes de la Direc­ción de los Ser­vi­cios de Inteligen­cia y Pre­ven­ción (Disip), la policía políti­ca, detu­vieron a Rodríguez el 23 de julio en la aveni­da Sucre de Catia, frente al liceo Miguel Anto­nio Caro. Tor­tu­ra­do en los cal­abo­zos de la Disip, murió a los 34 años de edad, el 25 de julio de 1976, a causa de infar­to por hemor­ra­gia inter­na por los golpes recibidos durante el inter­roga­to­rio.​ Tres policías respon­s­ables de la muerte de Rodríguez fueron sen­ten­ci­a­dos y pagaron cárcel.

Nieves ha pedi­do públi­ca­mente a Padil­la, quien se la pasa toman­do tra­gos en Cara­cas según él, lan­zarse de lo alto de un edi­fi­cio para expi­ar sus cul­pas por la delación. Padil­la le respondió a Nieves que es un infeliz.

Nun­ca se supo quiénes fueron los siete hom­bres que se lle­varon a Niehous de su casa, peso si se cono­ció quiénes fueron impli­ca­dos en el caso con­ta­dos por Car­los Lanz, uno de los acu­sa­dos en su libro “El Caso Niehous y la Cor­rup­ción Admin­is­tra­ti­va”, escrito mien­tras estu­vo detenido por el hecho en el Cuar­tel San Carlos.

Lanz men­cionó a Fer­nan­do Soto Rojas, quien después del plag­ió huyó a Fran­cia. De regre­so en la era chav­ista llegó a pres­i­dente de la Asam­blea Nacional por un perío­do, José Aquino, uno de los muer­tos en el rescate del indus­tri­al, Mirelis Pérez Mar­cano (cus­to­dio del norteam­er­i­cano) quien ocupó una curul por el Psuv en el Par­lati­no, los diputa­dos Salom Mesa Espinoza y For­tu­na­to Her­rera entonces diputa­dos del Con­gre­so Nacional. Además de Nieves y Rodríguez, el dela­tor Padil­la Bra­vo, a quien el min­istro Far­ru­co Ses­to acogió en el min­is­te­rio de la Cultura,.

El indus­tri­al del vidrio fue secuestra­do porque la izquier­da ase­gura­ba que Niehous era agente de la CIA y había tra­ba­ja­do en Chile en 1973 durante el mis­mo tiem­po que su ami­go el emba­jador de Esta­dos Unidos, Har­ry Shlaude­man a quien sindi­can de haber colab­o­ra­do con los mil­itares para el golpe y muerte del pres­i­dente Sal­vador Allende.

Según Lanz, el pla­gio obe­de­ció a que Niehous sería enjui­ci­a­do por “injeren­cia en los asun­tos inter­nos del país y por actu­ar en com­pli­ci­dad con el Gobierno”.

Todo lo del secue­stro se supo, mejor dicho casi todo. Quedó una inter­ro­gante, como pre­gun­ta la peri­odista Eliz­a­beth Fuentes en el por­tal kon­za­p­a­ta ¿Dónde está el dinero que cobraron por el secue­stro de William Frank Niehous? Porque a la fecha, nun­ca se supo adonde fueron a parar esos reales paga­dos por la Owens Illi­nois en el exte­ri­or. Pre­gun­ta @fuenteseliz ¿Quiénes se quedaron con los 20 mil­lones de dólares que pagó la empre­sa Owens Illi­nois para lib­er­ar al empre­sario? Sobre eso nadie dice ni pío.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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