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La historia de Francisco Fajardo

Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador

Francisco Fajardo fue un mestizo margariteño. Nació aproximadamente entre 1524 y 1528, apenas unos veinticinco años después de que Colón llegara a Venezuela. Era hijo de una princesa guaiquerí llamada Isabel


A raíz de cier­tas noti­cias ocur­ri­das recien­te­mente se me ocur­rió pre­gun­tar­les a algu­nas per­sonas si sabían quien fue Fran­cis­co Fajar­do.  Varias fueron las respues­tas que obtuve:

-Ni idea de quien fue.

-Un patri­o­ta de la independencia.

-El tipo que con­struyó una aveni­da en Caracas.

-Un con­quis­ta­dor español.

Entonces creo que es bueno recor­dar los viejos estu­dios de la pri­maria, en aque­l­los tiem­pos cuan­do los chamos vene­zolanos estudiábamos una mate­ria que se llam­a­ba “His­to­ria de Venezuela”, mate­ria prác­ti­ca­mente arran­ca­da de los pro­gra­mas de estu­dios, por aque­l­los a quienes les con­viene ten­er a una colec­tivi­dad de igno­rantes, a quienes men­tir y engañar fácilmente.

 

 

 

 

 

LA CACICA ISABEL

La madre de Fran­cis­co Fajar­do, Isabel había sido obse­quia­da a su padre, un español lla­ma­do tam­bién Fran­cis­co, por el abue­lo mater­no de nue­stro per­son­aje, el cacique Charaima.  Es de recor­dar que en la cul­tura de muchas de las tribus amerindias era común uti­lizar a sus mujeres como mer­cancía; las regal­a­ban a los vis­i­tantes, las inter­cam­bi­a­ban por otra mer­cancía, o ani­males, las presta­ban a los hués­pedes, etc. 

La tribu del abue­lo Charaima era cono­ci­da como los “mayas”, estable­ci­da en la parte penín­su­la de Araya, que nada tiene que ver con el famoso impe­rio del mis­mo nom­bre que exis­tió en Cen­troaméri­ca sig­los antes. De este amance­bamien­to entre Fran­cis­co Fajar­do padre y la prince­sa Isabel, nació Francisco. 

Luego, de que Fajar­do padre tuviera que huir de Mar­gari­ta, Isabel que posi­ble­mente prefer­ía la fogosi­dad veran­ie­ga y lati­na de los españoles a la prover­bial pereza y pasivi­dad de los hom­bres de su mis­ma san­gre, se casó con otro español, Alon­so Car­reño y pro­creó a otros dos hijos de nom­bres Alon­so y Juan, que serían per­ma­nentes com­pañeros de aven­turas de su her­mano mayor.

Isabel, noble de san­gre por ser hija, nieta y sob­ri­na de caciques, era muy respeta­da entre su gente y entre los españoles.  Debió ser muy bel­la, por aque­l­los tiem­pos, el poeta Juan de Castel­lanos, en su obra Elegía de Varones Ilus­tres de Indias le dedicó estos versos:

“Doña Isabel la India se decía

Seño­ra prin­ci­pal, mujer bastante,

A quien grande respeto se tenía

Toda la tier­ra firme circunstante”

EL VIEJO FAJARDO

En cuan­to a su padre, al que lla­mare­mos el viejo Fajar­do, era hijo de Don Martín Fer­nán­dez Fajar­do y nieto de Alon­so Añez Fajar­do, señor de Mon­teale­gre, por lo tan­to era un hidal­go.  ¿Qué quiere decir esto? Hidal­go es la abre­viación de “hijo de algo”, es decir, descen­di­ente de un noble.  Sin entrar en may­ores detalles debe­mos recor­dar que en aque­l­los tiem­pos, en Europa había una insti­tu­ción legal cono­ci­da como “el may­oraz­go” y “pri­mo­gen­i­tu­ra”, esto sig­nifi­ca­ba que en una famil­ia noble, el primer hijo varón, era el que hered­a­ba títu­los, tier­ras y riquezas. 

Los otros hijos eran “hijos de algo”, “hidal­gos”, tenían nobleza de ori­gen, pero no tenían dere­cho a heredar el títu­lo.  Muchos de los “hidal­gos”, no tenían más reme­dio que dedi­carse al sac­er­do­cio o a la mili­cia con la esper­an­za de con­seguir ascen­so social, reconocimien­tos y riquezas.  Otros se con­vertían en aven­tureros. Quizás este últi­mo sea el caso del viejo Fajar­do.  Sea esta opor­tu­na la ocasión para des­men­tir, una vez más, parte de esa “leyen­da negra” inven­ta­da por los ingle­ses y repeti­da hoy por algunos de que los con­quis­ta­dores eran todos unos delin­cuentes y vagos recién sali­dos de las cárceles. 

A “hac­er Améri­ca” vinieron gentes de todas clases y condi­ciones hidal­gos, bas­tar­dos, aven­tureros, etc, quizás el úni­co fac­tor común que tenían era que para todos la peli­grosa aven­tu­ra resulta­ba mejor que quedarse en Europa, donde sus posi­bil­i­dades de ascen­so social esta­ban lim­i­tadas. Hoy vemos un fenó­meno pare­ci­do con los miles de vene­zolanos bus­can por el mun­do un modo de vida mejor.

El viejo Fajar­do llegó a ser la autori­dad en Mar­gari­ta, el “Teniente”.  Allí le tocó defend­er a la isla de Cubagua del ataque del pira­ta his­pano-francés Diego Inge­nios, que atacó Mar­gari­ta en 1528, en uno de los primeros ataques piratas en el Caribe que reg­is­tra la his­to­ria. En esa ocasión el Viejo Fajar­do, jun­to a medio cen­te­nar de guai­queríes vasal­los de Isabel su mujer, unidos en una sola tropa y a bor­do de varias curi­aras atac­aron con fechas enve­ne­nadas al buque pira­ta “La Rochelle” de Inge­nios y lo hicieron reti­rarse. Algunos his­to­ri­adores con­sid­er­an que este es el primer com­bate naval reg­istra­do des­de el des­cubrim­ien­to. El Viejo Fajar­do sería entonces el primer defen­sor de esa tier­ra bau­ti­za­da Venezuela ante una agre­sión extranjera.

Pero en lo admin­is­tra­ti­vo la gestión del Viejo Fajar­do fue mala, no cumplió con el poblamien­to de la isla, no rindió cuen­tas, fue des­ti­tu­i­do y cuan­do le nom­braron un susti­tu­to se rebeló y se negó a entre­gar el poder, por lo que hubo que reducir­lo por la fuerza. Para evi­tar ser con­de­na­do por rebe­lión tuvo que huir a Europa, dejan­do a Isabel con el pequeño Fran­cis­co en Margarita.

LOS VIAJES DE FRANCISCO

Isabel des­de que era un niño le con­ta­ba al joven mar­gariteño sobre las tier­ras de sus abue­los, de los fér­tiles valles, lo fres­co del cli­ma, los bosques, los cau­dalosos ríos de las mon­tañas que había mas allá de la pobre, calurosa y ári­da isla que lo vio nac­er. El mucha­cho, de san­gre noble euro­pea por padre y noble guai­querí por madre,  era de fuerte y emprende­dor carác­ter, astu­to, valeroso e inteligente. 

Segu­ra­mente se le habían incul­ca­do ideas de grandeza por parte de sus prog­en­i­tores.  Dom­ina­ba aparte del castel­lano y el idioma mater­no, tam­bién las lenguas de las otras tribus de la cos­ta vene­zolana.  Los relatos de su madre y los deseos de mejo­rar su for­tu­na y salir de la pobreza lo entu­si­as­maron a via­jar a esas costas y tratar de poblar­la, empre­sa que con­tó con el apoyo de Isabel, quien soña­ba con una vida mejor para su hijo.

En abril de 1555 Fran­cis­co hace su primer via­je de explo­ración: Con los esca­sos recur­sos que tenía, ape­nas dos piraguas acom­paña­do de sus dos her­manos y otro mar­gariteño, así como de unos veinte guai­queríes súb­di­tos de su madre y lle­van­do una poca mer­cancía para inter­cam­biar con los nativos de las tier­ras a donde se dirigía. Nave­gan­do hacia el oeste, bor­de­an­do la cos­ta,  llegó has­ta Chus­pa, en la parte más norteña de lo que hoy lla­mamos el Esta­do Miranda.

Allí salieron a su encuen­tro unos cien indí­ge­nas cap­i­tanea­d­os por los dos caciques de la zona, de nom­bres Saca­ma y Nis­co­to.  Fran­cis­co, hablan­do en su idioma, pidió per­miso para desem­bar­car y les explicó que and­a­ba en son de paz, con inten­ciones de com­er­ciar y hac­er amistad. 

En el lugar cam­bió parte de las mer­cancías que traía por otras que obtu­vo de los lugareños y afi­anzó su amis­tad para futur­os via­jes. A los tres días se embar­có nue­va­mente hacia el Oeste, lle­gan­do has­ta donde rein­a­ba el poderoso cacique Naiguatá, tío de su madre Isabel, donde igual­mente inter­cam­bió obje­tos y recibió hospeda­je, fomen­tan­do la amis­tad, más aún cuan­do supieron que era nieto del cacique Charayma. 

Des­de allí entabló rela­ciones con otras tribus, lo que le per­mi­tió recor­rer durante var­ios meses aque­l­las tier­ras y obser­var con sus pro­pios ojos, lo que des­de niño le había descrito su madre. A finales de año regresó a Mar­gari­ta, con algo de oro y unas joyas pro­duc­to de su comercio.

EL SEGUNDO VIAJE

Fran­cis­co per­maneció todo el 1556 en Mar­gari­ta y viene a hac­er su segun­do via­je en el año sigu­iente. Este será su primer via­je con inten­ciones de poblar. Aho­ra le acom­pañan su mamá, la prince­sa Isabel, per­son­aje fun­da­men­tal de su vida y aven­turas, sus her­manos Juan y Alon­so, otros tres mar­gariteños y un por­tugués. Tam­bién vienen cien guai­queríes vasal­los de la prince­sa Isabel; lle­va tam­bién algu­nas armas y más mer­cancía para el trueque. Esta vez desem­bar­ca más cer­ca que la primera, en Píritu, donde se encuen­tra con tribus de indoamer­i­canos cris­tian­iza­dos, cuyos jefes eran dos caciques ami­gos Alon­so Coyegua y Juan Cabal­lo. Allí se suman a la expe­di­ción cua­tro españoles. Tam­bién se le incor­po­ra el cacique Cabal­lo con otros cien indoamericanos.

Desem­bar­có esta vez cer­ca de Chus­pa, en un lugar lla­ma­do Panecil­lo, donde fue recibido por los caciques del lugar, de la tribu de los cara­cas,  Paisana y Guaimacuare, quienes ya habían escucha­do sobre el explo­rador-com­er­ciante y quienes serían per­son­ajes que ten­drán impor­tan­cia fun­da­men­tal en el des­ti­no de nue­stro per­son­aje. En vista de la pres­en­cia de la prince­sa Isabel y la bue­na fama de Fran­cis­co labra­da en sus tratos ante­ri­ores, los caciques reinantes les hicieron saber que les per­mi­tirían estable­cerse en el Valle de Panecil­lo, donde podrían labrar y fomen­tar un pobla­do.  Fran­cis­co había logra­do sus objetivos ¡

Aho­ra bien, el joven explo­rador real­izó sus dili­gen­cias por su propia cuen­ta y ries­go, sin ten­er ningu­na autor­ización o con­sen­timien­to de las autori­dades de la provin­cia, quienes tenían que otor­gar­le los per­misos cor­re­spon­di­entes para poblar con­forme a la ley.  Así las cosas, Fajar­do dejó a su gente en el Valle de Panecil­lo con­struyen­do casas y labran­do la tier­ra y con ape­nas dos acom­pañantes se embar­có has­ta el puer­to de Bor­bu­ra­ta, en lo que hoy es el Esta­do Carabobo. 

Des­de allí emprende camino por tier­ra has­ta El Tocuyo, en tier­ras de lo que hoy es el Esta­do Lara, donde tenía su asien­to el gob­er­nador, quien luego de escuchar su peti­ción le da autori­dad para poblar toda la cos­ta des­de Bor­bu­ra­ta has­ta Macara­pana con fac­ul­tades para poblar todas las vil­las y lugares que con­sid­erase convenientes. 

Por la mis­ma ruta regresó a Panecil­lo, donde su gente, inqui­eta por su tar­dan­za, ya había con­stru­i­do varias casas y con la autori­dad que tenía fun­do la vil­la con el nom­bre de “Rosario”, según Oviedo y Baños.  Según el Her­mano Nec­tario María, Oviedo se equiv­o­ca y la vil­la fun­da­da por Fajar­do se llamó “Vil­la Catia”

Pero al poco tiem­po algunos de los sol­da­dos de Fajar­do incur­rieron en abu­sos y veja­ciones en con­tra de la población del lugar.  Har­tos de los abu­sos, los caciques se reunieron en asam­blea para dis­cu­tir el desa­lo­jo de Fajar­do y su gente. Guaimacuare y Paisana tomaron posi­ciones antagóni­cas; mien­tras el primero era par­tidario de pedirle pací­fi­ca­mente a Fajar­do se reti­rase a Mar­gari­ta, Paisana era de la opinión de atacar­lo inmediatamente. 

Al final deci­dieron expul­sar a Fajar­do con la fuerza de las armas, pero   Guaimacuare dio avi­so a su ami­go de que se plane­a­ba un ataque en su con­tra. Fran­cis­co Fajar­do preparó la defen­sa, lev­an­tó empal­izadas y destacó cen­tinelas lis­tos para repel­er el ataque que se pro­du­jo a los pocos días. Las tropas de Fajar­do eran los cien guai­queríes, los cien pir­i­tus del cacique Cabal­lo y otros diez hom­bres ente mes­ti­zos mar­gariteños y españoles. La pequeña vil­la resis­tió el ataque; con fle­chas y espadas der­ro­taron a las fuerzas del cacique Paisano causán­dole muchas bajas.

El úni­co sitio por donde Fajar­do podía reti­rarse era por mar, porque la vil­la esta­ba siti­a­da por todos sus costa­dos excep­to la cos­ta, pero Fajar­do no podía huir como era su vol­un­tad, has­ta que no reparara las piraguas, que se encon­tra­ban dete­ri­o­radas, entonces planeó un ataque con­tra de las fuerzas de Paisano, que per­manecían rode­an­do la vil­la. Así, en una noche oscu­ra, uti­lizan­do casi todas sus fuerzas, y dejan­do a su madre con una pequeña escol­ta en el pobla­do Fran­cis­co tomó por asalto el cam­po de los de Paisana, que se encon­tra­ban todos dormi­dos, causán­dole muchos muer­tos, y retirán­dose tras sus seguras empal­izadas prontamente. 

Paisana aque­l­la mis­ma noche lev­an­tó el sitio y huyó del lugar con lo que le qued­a­ba de su ejérci­to.  Super­a­do el ase­dio los de Fajar­do se dieron a la tarea de bus­car los mate­ri­ales para reparar sus pequeñas naves para reti­rarse, pero en ese ínterin la prince­sa Isabel y var­ios  de los guer­reros guai­queríes y pir­i­tus de Fajar­do  murieron enve­ne­na­dos por Paisana, quien había enve­ne­na­do el pozo de la vil­la. La muerte de su madre fue algo dev­as­ta­dor para Francisco.

A pun­to reti­rarse a Mar­gari­ta, lle­garon unos emis­ar­ios de Paisana pidi­en­do per­miso para venir­lo a ver y hac­er las paces, a lo que Fran­cis­co accedió dán­dole garan­tías, pero Fajar­do fue adver­tido por Guaimacuare de que se trata­ba de una tre­ta para asesinarlo.  Tan pron­to apare­ció Paisana, Fajar­do lo cap­turo y lo eje­cutó sin fór­mu­la de juicio, jun­to a otros diez jefes que venían con su cacique.  A los demás guer­reros ene­mi­gos los dejó en lib­er­tad. Inmedi­ata­mente tomó sus piraguas y partieron rum­bo a Mar­gari­ta.  Eran los últi­mos días de 1558.

EL TERCER VIAJE

En 1559 Fajar­do orga­ni­za otra expe­di­ción des­de Mar­gari­ta, esta vez con toda la autori­dad nece­saria, para lo que pre­vi­a­mente había via­ja­do has­ta La Españo­la (hoy San­to Domin­go, Repúbli­ca Domini­cana) donde direc­ta­mente solic­itó autor­ización a la Real Audi­en­cia.  En Mar­gari­ta con­sigue unos doscien­tos guai­queríes y una doce­na de españoles y mes­ti­zos; Adi­cional­mente tiene la ayu­da de su ami­go el cacique Guaica­macuare de Caruao, donde desem­bar­ca y deja a su gente para ir por tier­ra has­ta el lejano Tocuyo a pre­sen­tar sus cre­den­ciales al nue­vo gob­er­nador, el ambi­cioso Pablo Collado. 

En el peli­groso trayec­to por tier­ra, en aque­l­la peli­grosa tier­ra casi vir­gen, sin ningún tipo de caminos, y llena de tribus hos­tiles y descon­fi­adas, logra salir airoso ya que el locuaz y vehe­mente aven­turero se entiende en los dialec­tos locales y hace valer su condi­ción de hijo de Isabel, la rep­uta­da caci­ca guai­querí.  El cacique Tere­paima, jefe de los mere­go­tos, lle­ga has­ta escoltar­lo has­ta las cer­canías de Valen­cia para que siga seguro su camino.

En el Tocuyo el entu­si­as­ta gob­er­nador Col­la­do le pres­ta su apoyo tam­bién que le envía 30 sol­da­dos, y gana­do y le da el títu­lo de “teniente gen­er­al” bajo su juris­dic­ción. De regre­so se detiene en Valen­cia, donde adquiere más gana­do para su hato y otros mate­ri­ales nece­sar­ios, y se le incor­po­ran otros hom­bres.  Con sus reses atraviesa lo que hoy lla­mamos los Valles de Aragua, se encuen­tra nue­va­mente con Tere­paima y le regala una vaca y con­tinúa has­ta su des­ti­no pro­te­gi­do por los meregotos. 

Se instaló en  el Valle de unos indios que los españoles llam­a­ban “Cara­cas” por una plan­ta que así llam­a­ban los nativos.   Se estable­ció de man­era pací­fi­ca y fundó un hato y un pueblo que llamó “San Fran­cis­co”, en hon­or al san­to de su nom­bre, en el lugar que hoy ocu­pa la ciu­dad de Cara­cas, de man­era que Fajar­do es el primer fun­dador de la ciu­dad que hoy lla­mamos Cara­cas, el pre­cur­sor de la ciu­dad, que mas tarde fun­daría de man­era for­mal Diego de Losa­da.  En la cos­ta del mar tam­bién fundó un puer­to, que en hon­or a su gob­er­nador llamó “Vil­la del Col­la­do”.  Es lo que hoy lla­mamos Caraballeda. 

Allí fomen­tó su cría, con abun­dantes pas­tos y aguas, que ráp­i­da­mente fue cre­cien­do, todo en armonía con sus veci­nos, los toro­maimas, los cha­gara­gatos y los teques.  Es de aclarar que ningu­na tribu se llam­a­ba “los cara­cas”, ya que ese fue el nom­bre genéri­co con que los españoles le dieron a todos esos indí­ge­nas, por ser éste el nom­bre con que una de esas tribus denom­ina­ba a una plan­ta muy común en el lugar.

Al año sigu­iente en Macarao des­cubrió una mina de oro que comen­zó a explotar. Pero el cod­i­cioso gob­er­nador Col­la­do, al cono­cer del oro encon­tra­do por Fajar­do, lo des­ti­tuyó y nom­bró en su lugar a uno de los suyos, dán­dole a Fajar­do el sim­ple car­go de autori­dad de la Vil­la del Col­la­do.  Pero el susti­tu­to de Fajar­do que no tenía ni las habil­i­dades, ni el val­or de Fajar­do, entró ráp­i­da­mente en con­flic­to con los indios cara­cas de Guaicaipuro y temeroso, aban­donó el lugar. 

Luego Col­la­do envió al fun­dador de Méri­da Juan Rodríguez Suarez, vet­er­a­no con­quis­ta­dor que guer­reó con Guaicaipuro y lo ven­ció en var­ios com­bat­es, lo que llevó al cacique a pedir la paz a lo que Rodríguez Suarez accedió. En el lugar donde Fajar­do había fun­da­do su hato San Fran­cis­co, Rodríguez Suárez fun­da la Vil­la San Fran­cis­co poblán­do­lo con var­ios veci­nos y con sus tres pequeños niños, pero tan pron­to par­tió Rodríguez a tra­ba­jar en las minas Guaicaipuro rompió su pal­abra empeña­da en el armisti­cio y atacó la inde­fen­sa Vil­la San Fran­cis­co, asesinan­do a todos los desar­ma­dos pobladores, inclu­so a los pequeños niños de Rodríguez, que­man­do las casas y matan­do a todo el ganado. 

Mas tarde, cuan­do Rodríguez Suárez via­ja con media doce­na de españoles a com­bat­ir al Tira­no Aguirre que se encon­tra­ba por Valen­cia, es embosca­do por cen­tenares de guer­reros de Guaicaipuro y luego de tres días de bizarros com­bat­es muere.  A todas estas, Fajar­do, casi solo en el puer­to de Vil­la del Col­la­do, pide ayu­da al gob­er­nador Col­la­do en el Tocuyo, pero el apoyo que sale de aque­l­la ciu­dad es embosca­do por arahua­cos y mere­go­tos a mitad de camino y la expe­di­ción resul­ta aniquila­da.   Ante el cer­co que le ponen los indí­ge­nas evac­ua El Col­la­do hacia Bor­bu­ra­ta y Margarita.

EL FIN DE FAJARDO

Para 1564 el incans­able y per­se­ver­ante Fajar­do tenía lista una nue­va expe­di­ción.  Con­ta­ba con sol­da­dos, cabal­los y equipo sufi­ciente. Pero una vez más los resen­ti­dos y envidiosos le iban a jugar una mala pasa­da.  Al desem­bar­car en Cumaná, bus­can­do más vol­un­tar­ios para su expe­di­ción, el jus­ti­cia may­or de aque­l­la ciu­dad Alon­so Cobos lo hizo apre­sar y luego de un juicio sumario lo eje­cutó.  Pero los aguer­ri­dos mar­gariteños no dejaron las cosas así. 

Españoles de Mar­gari­ta, mes­ti­zos y Guai­queríes coman­da­dos por el jus­ti­cia may­or de la isla cruzaron el mar, detu­vieron a Cobos y luego de juz­ga­do fue ahor­ca­do y su cuer­po divi­di­do en cuar­tos. Al gob­er­nador Col­la­do tam­poco le fue bien; luego de der­ro­ta­do el Tira­no Aguirre fue acu­sa­do de cobardía, des­ti­tu­i­do y envi­a­do pre­so a España donde estu­vo a pun­to de ser ejecutado.

Esa fue la vida de Fran­cis­co Fajar­do, uno de los primeros vene­zolanos, ni español ni amerindio, sino un gen­uino rep­re­sen­tante de la nue­va raza. Un hom­bre amante de su famil­ia, de su madre y sus her­manos, que siem­pre lo acom­pañaron en sus aven­turas, un hom­bre emprende­dor, inno­vador, per­se­ver­ante y valiente, que no se daba por ven­ci­do, cuyo úni­co sueño era salir de la pobreza con el tra­ba­jo duro, sem­bran­do, crian­do gana­do y explotan­do minas. Un hom­bre inteligente, polí­glota, que igual se entendía con los guer­reros guai­queríes que con los más altos fun­cionar­ios de la Real Audi­en­cia en San­to Domin­go. Fue una víc­ti­ma de los resen­ti­dos, de los envidiosos, de los medioc­res,  de los que quieren enrique­cerse con el tra­ba­jo de los demás. Esos fueron sus ene­mi­gos ayer y lo siguen sien­do hoy en día, quinien­tos años después.


FUENTE:
Geren­das Kiss, Ale­jan­dro. “His­to­ria de Venezuela Nar­ra­da año por año” Edi­to­r­i­al Edi­max. Cara­cas. 2005
Her­mano Nec­tario María. “HISTORIA DE VENEZUELA” Edit. Venezuela. Cara­cas 1943
Oviedo y Baños, José de. “Los Bélzares. El Tira­no Aguirre. Diego de Loza­da”  Monte Ávi­la Edi­tores. Cara­cas. Tipografía Var­gas. 1972
DICCIONARIO POLAR DE HISTORIA DE VENEZUELA (Edi­ción Digital)

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

2 comentarios en «La historia de Francisco Fajardo»

  • Mag­ní­fi­co rela­to. Ojalá pud­iese hac­erse una serie con la vida de Fran­cis­co Fajar­do, es muy interesante.

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